El 73% de los votantes del PSOE quieren
que Pedro Sánchez abandone el partido.
El 60% de los votantes de
Ciudadanos no le volverán a votar, si antes no deja claro que jamás beneficiará
ni apoyará pactos junto a independentistas o Podemos.
Un nuevo actor irrumpe en la
escena política y trastoca la función. Nada es lo que parecía, el argumento se
disloca y el epílogo ya no es predecible. Se trata de Vox. La derecha radical
entraría hoy en el Congreso con una fuerza arrolladora: el 13% del voto y entre
43 y 45 escaños. Su aparición rompe todos los moldes conocidos esbozando para
España un horizonte político muy similar al que ha adelantado Andalucía. Los
comicios los ganaría el PSOE con un 22,6% de los votos, prácticamente el mismo
resultado que obtuvo en las elecciones de 2016. Los socialistas se
beneficiarían del descalabro que registran PP y Podemos y del nuevo reparto de
restos que ello implica, hasta el punto de que aumentarían entre siete y 11 sus
escaños hasta ocupar entre 92 y 96. No obstante, el porcentaje que lograrían,
calcado casi milimétricamente al de hace dos años, demuestra que el sanchismo
no ha sabido aumentar su base electoral pese a contar con la ventaja que
proporciona el altavoz de la Moncloa. Sería pues una victoria pírrica porque no
bastaría en ningún caso para abrirle a Sánchez de nuevo la puerta de la
Presidencia. Ni siquiera reeditando las alianzas con Podemos, nacionalistas y
secesionistas que hicieron triunfar la moción de censura. Este bloque podría
sumar un máximo de 167 escaños que representarían al 44,2% de los votantes. El
tablero se inclinaría, como en Andalucía, del lado de la derecha. Sólo la suma
de fuerzas entre PP, Ciudadanos y Vox ofrecería una mayoría amplia, que incluso
podría ser arrolladora si se tienen en cuenta los valores más altos de la pinza
de escaños que les pronostica la encuesta de Sigma Dos para EL MUNDO. Esta
combinación de partidos podría sumar entre 179 y 189 diputados, holgadamente
por encima de los 176 que marcan la mayoría absoluta. Juntos representarían al
50,9% de los electores. Existe otra fórmula de Gobierno posible, pero a la
vista de la guerra que enfrenta a los principales partidos, es muy improbable.
Sería un remedo de gran coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos. Un gran bloque
que marginaría a los extremos y los nacionalismos.
El sondeo dibuja un Parlamento
más fragmentado aún que el actual, con los tres primeros partidos -PSOE, PP y
Cs- a muy corta distancia unos de otros. Especialmente es mínima la diferencia
entre populares y naranjas. Apenas cuatro décimas en porcentaje y entre cuatro
y ocho escaños de margen a favor de los primeros. Una pequeña sacudida bastaría
para propiciar el sorpasso de Rivera sobre Casado. Más aún, una mínima onda
expansiva fruto de alguno de los impactantes acontecimientos que salpican la
política española o incluso de los rifirrafes propios de una campaña electoral
podría trastocar sustancialmente las previsiones de cosecha de escaños de unos
y otros. No cabe pues perder de vista nada de lo que suceda en relación con el
desafío secesionista catalán, pendiente de un proceso judicial inminente, y que
hasta la fecha ha tenido capacidad sobrada de contaminación de toda la vida
pública.
Abascal obtendría entre 43 y 45
escaños; el PP de Casado se hunde: lograría entre 70 y 74 parlamentarios
Además de la llegada de Vox, si
hay un dato reseñable en el sondeo, ése es el batacazo estratosférico del PP.
Su pérdida es espectacular. Podría decirse que la derecha, que hasta ahora y
durante décadas han representado los populares, se escinde para dar a luz una
nueva fuerza, la liderada por Santiago Abascal.
El PP pasaría del 33% del voto
que logró, con Rajoy al frente, en las elecciones de 2016 a sólo el 19,2% si se
abrieran hoy las urnas. Su representación en el Congreso sufriría como ninguna
otra porque perdería casi la mitad de sus escaños. Frente a los 137 de la
actualidad a disponer sólo entre 70 y 74. Se dejaría pues entre 63 y 67
diputados que, en su mayoría, se repartirían entre Vox y Ciudadanos. Los
populares parecen así ser víctimas de una pinza que les desangra por la
izquierda y por la derecha y con la que inevitablemente tendrán que convivir si
quieren seguir jugando en la liga del poder. Sin embargo, es dudoso que una
hipotética alianza con Cs y Vox les reservara la Presidencia del Gobierno. El
partido naranja sin duda pujaría fuerte para situar en La Moncloa a su líder
porque la formación de Rivera, al contrario que la de Casado, mantiene una
firme carrera ascendente.
Unidos Podemos perdería el 30% de
su representación parlamentaria
Ciudadanos conseguiría atraer a
casi un 6% de votantes más que hace dos años y ello le supondría dar un salto
olímpico en el Congreso duplicando cómodamente el espacio que ahora ocupa. Así,
con el 18,8% de los votos pasaría de sus 32 escaños de hoy a contar con entre
66 y 70. De esta forma, los naranjas pasarían a ser la tercera fuerza de la
Cámara y a sólo un paso de arrebatarle a los populares la segunda posición.
Además, dejarían muy atrás a Unidos Podemos, el otro partido que junto con el
PP más sufriría en las urnas, llegando a perder hasta el 30% de sus
representantes. La formación morada conseguiría el 15,8% de las papeletas, más
de cinco puntos menos que en 2016, y con ello su grupo parlamentario se
quedaría con entre 45 y 47 diputados frente a los 71 actuales. El batacazo de
Podemos sin embargo no tiene como principal beneficiario al PSOE como cabría
imaginar. O al menos no como único beneficiario. Como hipótesis cabría
aventurar que una parte de sus electores, decepcionados, se dirija a la
abstención o incluso pase a engordar el otro extremo del arco parlamentario
siguiendo un recorrido similar al que han realizado los votantes de extrema
izquierda en países europeos vecinos, como es el caso de Francia.
ERC duplicaría su cosecha electoral
robándole al PDeCAT la mitad de sus votos
Entre las fuerzas minoritarias
sólo cabe reseñar el vuelco de votos en el bloque independentista catalán. Gana
ERC, pierde el PDeCAT. Los republicanos catalanes sacan buen rédito de las
tensiones internas y el inacabable baile de siglas que padece la fuerza
heredera de la antigua CiU, dividida entre moderados y radicales y teledirigida
desde Waterloo por el fugado Carles Puigdemont. ERC, liderada en el Congreso
por Joan Tardà, vería aumentar su cosecha de votos del 2,6% al 3,6% y sus
escaños pasarían de los nueve actuales a moverse entre los 12 y los 14. Por el
contrario, el PDeCAT se hundiría: recabaría sólo el 1% de los votos y pasaría a
contar sólo con entre 2 y 4 diputados con los que ni siquiera podría formar
grupo parlamentario. Los votantes soberanistas parecen encontrar más solidez en
el discurso de las huestes de Junqueras. En el escenario vasco, el PNV
mantendría intacto su porcentaje electoral y vería incrementar su espacio en el
Congreso con un escaño más. Pasaría de cinco a seis.
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