Los comunistas no solo participaron en los crímenes de Paracuellos sino que sus podemitas, asesinos de personas en Venezuela, por dinero, justifican dichos asesinatos
Cuando el proletariado
conquistó del Poder político en Rusia (1917), podía parecer que, a consecuencia
de las enormes diferencias existentes entre la Rusia atrasada y los países
avanzados de la Europa occidental, la revolución del proletariado en estos
últimos se parecería muy poco a la nuestra. En la actualidad contamos ya con
una experiencia internacional más que regular, que demuestra con absoluta
claridad que algunos de los rasgos fundamentales de nuestra revolución tienen
una significación no solamente local, particularmente nacional, rusa, sino
también internacional.
Y hablo de la significación internacional no en el
sentido amplio de la palabra: no son sólo algunos, sino todos los rasgos
fundamentales, y muchos secundarios, de nuestra revolución, los que tienen una
significación internacional, desde el punto de vista de la influencia de dicha
revolución sobre todos los países. No, hablo en el sentido más estrecho de la
palabra, es decir, entendiendo por significación internacional su importancia
internacional o la inevitabilidad histórica de la repetición en escala
internacional de lo que ocurrió en nuestro país, esta significación debe ser
reconocida en algunos de los rasgos fundamentales de nuestra revolución.
Naturalmente,
sería un tremendo error exagerar esta verdad extendiéndola más allá de algunos
rasgos fundamentales de nuestra revolución. Asimismo, sería un error perder de vista
que después de la victoria de la revolución proletaria, aunque no sea más que
en uno de los países avanzados, se producirá seguramente un cambio radical, es
decir: Rusia será, poco después de esto, no un país modelo, sino de nuevo un
país atrasado (en el sentido "soviético" y socialista).
Pero en este momento histórico se trata
precisamente de que el ejemplo ruso muestra a todos los países algo, y algo muy
sustancial, de su futuro próximo e inevitable. Los obreros avanzados de todos
los países hace ya tiempo que lo han comprendido y, más que comprenderlo, lo
han percibido, lo han sentido con su instinto revolucionario de clase.
De aquí la "significación"
internacional (en el sentido estrecho de la palabra) del Poder soviético y de
los fundamentos de la teoría y de la táctica bolchevique. Esto no lo han
comprendido los jefes "revolucionarios" de la II Internacional, como
Kautsky en Alemania, Otto Bauer y Federico Adler en Austria, que se
convirtieron por esto en reaccionarios, en defensores del peor de los
oportunismos y de la social-traición.
Pero nos detendremos detalladamente en este
folleto en otra ocasión. Consignemos aquí únicamente lo siguiente: en los
tiempos, ya bien lejanos, en que Kautsky era todavía un marxista y no un
renegado, al examinar la cuestión como historiador, preveía la posibilidad del
advenimiento de una situación, como consecuencia de la cual el revolucionarismo
del proletariado ruso se convertiría en un modelo para la Europa occidental.
Esto era en 1902, cuando Kautsky escribió en la "Iskra"
revolucionaria el artículo "Los eslavos y la revolución". He aquí lo
que decía en este artículo:
"En la actualidad" (al contrario
que en 1848) "se puede creer que no sólo se han incorporado los eslavos a
las filas de los pueblos revolucionarios, sino que el centro de gravedad del
pensamiento y de la obra revolucionarios se desplaza cada día más hacia los
eslavos. El centro revolucionario va desplazándose del Occidente al Oriente. En
la primera mitad del siglo XIX se hallaba en Francia, en algunos momentos en
Inglaterra En 1848, Alemania entró en las filas de las naciones revolucionarias.
. . El nuevo siglo empieza con acontecimientos que sugieren la idea de que nos
hallamos en presencia de un nuevo desplazamiento del centro revolucionario,
concretamente: de su traslado a Rusia. . . Rusia, que se ha asimilado tanta iniciativa
revolucionaria de Occidente, es posible que en la actualidad se halle presta,
ella misma, a servir de fuente de energía revolucionaria para este último.
El
movimiento revolucionario ruso, cacla día más encendido, resultará acaso el
medio más poderoso para sacudir ese espíritu de filisteísmo fofo y de
politiquería moderada que empieza a difundirse en nuestras filais y hará surgir
de nuevo la llama viva del anhelo de lucha y de fidelidad apasionada a nuestros
grandes ideales. Rusia hace ya tiempo que ha dejado de ser, para la Europa
occidental, un simple reducto de la reacción y del absolutismo. En la
actualidad, ocurre quizás todo lo contrario. La Europa occidental se convierte
en el reducto de la reacción y del absolutismo de Rusia.
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