Ante al bloqueo multidireccional e indecente del Parlamento, los ciudadanos y los líderes de opinión han levantado dos falsos dogmas, que, aunque están pensados para forzar la gobernabilidad, nos hacen caminar en sentido contrario. Por lo que veo y leo, solo yo resisto el miedo a opinar contra corriente. Y por eso voy a sostener otra vez que una investidura a regañadientes, y cogida por los pelos, es un error más grave que sus malas alternativas.
Por la ciencia militar sabemos dos cosas muy importantes para ente al bloqueo multidireccional e indecente del Parlamento, los ciudadanos y los líderes de opinión han levantado dos falsos dogmas, que, aunque están pensados para forzar la gobernabilidad, nos hacen caminar en sentido contrario. Por lo que veo y leo, solo yo resisto el miedo a opinar contra corriente. Y por eso voy a sostener otra vez que una investidura a regañadientes, y cogida por los pelos, es un error más grave que sus malas alternativas.
Por la ciencia militar sabemos dos cosas muy importantes para la política: que no hay ninguna situación, por grave que parezca, que no sea susceptible de empeorar; y que, cuando un frente se estanca, solo lo pueden desbloquear dos cosas: una decisión externa a sus gestores -del Gobierno, por ejemplo- o una trágica extenuación de los contendientes. Y de ambas cosas deduzco que no estamos razonando adecuadamente sobre las causas y consecuencias de la fallida investidura de Rajoy, ni sobre el vacío de poder que amenaza la estabilidad del país.
Aunque las terceras elecciones generarían una situación pésima, vergonzosa, inaudita, desesperante y estúpida, es evidente que todo empeoraría con un Gobierno en minoría que, además de nacer quemado e indultado -descalificado incluso por su socio preferente-, quedase paralizado desde el minuto cero, no pudiese tomar las decisiones urgentes mencionadas en el debate de investidura -techo de gasto, presupuestos, y reformas estructurales y legales-, y que solo sirviese para freír al Partido Popular y a Rajoy en su propio jugo. Las terceras elecciones no parecen evitables. Porque lo único que podemos hacer es retrasarlas un año, hasta la Navidad del 2017, a cambio de prolongar este contexto caótico, y de hundir en la miseria al único candidato que se está fajando con brillantez y seriedad contra los tópicos, taifas, delirios y utopías que hacen imposible el orden parlamentario. Así que, si queda alguien con cabeza en este mundo de tópicos e improvisaciones cortoplacistas y populacheras, clamemos juntos por las urnas.
El segundo dogma da por supuesto que el pueblo puede hacer cualquier cosa sin asumir ninguna responsabilidad en las consecuencias; o que puede construir un Parlamento esencialmente bloqueado, con la vana esperanza de que los políticos funcionen como alquimistas y saquen del vertedero oro pulido y diamantes tallados. El Congreso de hoy es un frente bloqueado. Y si la superior autoridad del pueblo no lo rescata, modificando sus pesos e inercias, es imposible que los líderes implicados en la reyerta puedan avanzar más allá de pequeñas treguas y chalaneos.
Así que, amigo Mariano, si no te firman un pacto estable, leal y suficiente -¡que no te lo van a firmar!-, no debes aceptar una investidura limosnera y revanchista, ni asumir el riesgo de un combate electoral diferido. Lo digo por ti, y por España.; y que, cuando un frente se estanca, solo lo pueden desbloquear dos cosas: una decisión externa a sus gestores -del Gobierno, por ejemplo- o una trágica extenuación de los contendientes. Y de ambas cosas deduzco que no estamos razonando adecuadamente sobre las causas y consecuencias de la fallida investidura de Rajoy, ni sobre el vacío de poder que amenaza la estabilidad del país.
Aunque las terceras elecciones generarían una situación pésima, vergonzosa, inaudita, desesperante y estúpida, es evidente que todo empeoraría con un Gobierno en minoría que, además de nacer quemado e indultado -descalificado incluso por su socio preferente-, quedase paralizado desde el minuto cero, no pudiese tomar las decisiones urgentes mencionadas en el debate de investidura -techo de gasto, presupuestos, y reformas estructurales y legales-, y que solo sirviese para freír al Partido Popular y a Rajoy en su propio jugo. Las terceras elecciones no parecen evitables. Porque lo único que podemos hacer es retrasarlas un año, hasta la Navidad del 2017, a cambio de prolongar este contexto caótico, y de hundir en la miseria al único candidato que se está fajando con brillantez y seriedad contra los tópicos, taifas, delirios y utopías que hacen imposible el orden parlamentario. Así que, si queda alguien con cabeza en este mundo de tópicos e improvisaciones cortoplacistas y populacheras, clamemos juntos por las urnas.
El segundo dogma da por supuesto que el pueblo puede hacer cualquier cosa sin asumir ninguna responsabilidad en las consecuencias; o que puede construir un Parlamento esencialmente bloqueado, con la vana esperanza de que los políticos funcionen como alquimistas y saquen del vertedero oro pulido y diamantes tallados. El Congreso de hoy es un frente bloqueado. Y si la superior autoridad del pueblo no lo rescata, modificando sus pesos e inercias, es imposible que los líderes implicados en la reyerta puedan avanzar más allá de pequeñas treguas y chalaneos.
Así que, amigo Mariano, si no te firman un pacto estable, leal y suficiente -¡que no te lo van a firmar!-, no debes aceptar una investidura limosnera y revanchista, ni asumir el riesgo de un combate electoral diferido. Lo digo por ti, y por España.
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