Enrique Peña Nieto tiene la suerte del rey Pirro, que
gana una guerra en la que mueren muchos de sus soldados y exclama: "Otra
victoria así y estoy perdido".
En
realidad, Peña Nieto, lo está haciendo mal muy mal, sólo que la oposición lo está haciendo
peor. Las últimas encuestas de opinión revelan que la popularidad del
presidente sigue cayendo, pero también el rechazo a los dos principales partidos
rivales del PRI: el PAN a la derecha y el PRD a la izquierda.
Las motivos de la caída del PAN son un
secreto a voces. Aún no se repone del fracaso de sus 12 años en el poder, de la
lucha fratricida entre calderonistas y maderistas por el control del partido y
de los continuos escándalos de
corrupción. Cosa tan frecuente como arraigada en México.
Los argumentos de la izquierda son igualmente obvios. La
emergencia de Morena, la
organización liderada por Andrés
Manuel López Obrador escindida
del PRD y convertida en partido político, dividirá casi por la mitad el voto de
la izquierda.
No sería tarea fácil precisar el impacto
que supondrá presentar candidatos distintos en la misma boleta electoral en las
elecciones del próximo junio. Están en juego nueve Gubernaturas, 300 distritos
electorales, casi mil presidencias municipales y delegaciones del Distrito
Federal. Pero podemos dar por descontado que la izquierda perderá distritos,
municipios y delegaciones que de otra manera habría obtenido. Y sin duda, el
beneficiario principal será el PRI.
Según acaba de comunicar, Felipe Calderón, México es rehén del crimen organizado y o se cambia la estrategia rápidamente o no habrá solución.
Siempre habrá quienes piensen que no se
trata de un golpe de suerte del PRI, sino de la simple recolección de los
frutos sembrados. Aquellos que se salieron del PRD acusan a los Chuchos, la corriente que domina a ese partido,
de haber sido enajenados por los hombres del Presidente. Aseguran que a partir
de las negociaciones por el Pacto por México con
el que arrancó la actual administración, la cúpula del PRD se ha convertido en
un aliado de Los Pinos a cambio de canonjías inconfesables. Bajo esas
circunstancias, afirman, la escisión de Morena era impostergable.
Los “cabecillas” del PRD responden con
argumentos políticos que abrevan en la tradición de la socialdemocracia. “Es
mejor sentarse a hacer política con la derecha que dejarla gobernar sola”. Los
Chuchos han validado una y otra vez las reformas del Presidente con el
argumento de que para otorgar su beneplácito han logrado modificaciones a favor
de las causas democráticas. Lo que ellos ven como una tarea de parlamentarismo
responsable, López Obrador lo califica como un entreguismo oficialista y una
traición a las causas del pueblo.
La realidad es que las dos fuerzas de
Izquierdas están muy distantes, posiblemente, demasiado y para efectos
prácticos constituye una tragedia electoral. Algunos responsabilizan del
previsible fracaso a Los Chuchos, otros a López Obrador. Como en todo divorcio
las dos partes tienen que ver con el encono que ahora se prodigan, de lo que no
hay duda es que son un agua y aceite irreconciliables.
La intención de voto de los mexicanos
sigue favoreciendo al PRI, pese a la desaprobación que provoca la gestión del
gobierno de Peña Nieto. El partido en el poder concentraría 23 % de las
preferencia brutas del electorado mexicano por 18% del PAN, 9% del PRD y 6% de
Morena. Si se eliminan las respuestas “no contesta” y similares, la preferencia
efectiva queda en 32%, 26%, 13% y 9% respectivamente para PRI, PAN, PRD y
Morena (PT y Movimiento Ciudadano, más cercanos a Morena que al PRD, aportarían
otro 5%). Es decir, en conjunto la izquierda sumaría 27%, ligeramente por
encima del PAN. Pero esa es una cifra platónica que sólo existe en el Excel. En
la práctica Morena y PRD se harán pedazos mutuamente. Peor aún, ya lo han
hecho. Frente a la debacle del PRI, la izquierda ha sido incapaz de capitalizar
el descontento popular debido al enorme deterioro de imagen que resulta, entre
otras cosas, de la enconada y caníbal confrontación de ambas fracciones.
El gobierno de EPN enfrentará las
elecciones de junio con una ventaja que, sin ser amplia, le otorga cierto
margen de maniobra. Por lo general las elecciones intermedias suelen ser una
dura prueba para la presidencia en funciones, por el desgaste que supone la
gestión gubernamental. Y vaya que el gobierno de Peña Nieto se ha desgastado
como ninguno. Sus niveles de desaprobación son los más altos desde que se tiene
registro en la historia política reciente y, no obstante, no enfrentará mayor
peligro en las urnas. Lo dicho, un sobreviviente con suerte.
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