La corriente eléctrica siempre busca el
camino más fácil. Los valores de intensidad no son constantes puesto que
dependen de cada persona y del tipo de corriente, por ello se definen como
valores estadísticos de forma que sean válidos para un determinado porcentaje
de la población normal.
Resistencia eléctrica del cuerpo
humano: además de la resistencia de contacto de la piel (entre 100 y 500 W),
debemos tener en cuenta la resistencia que presentan los tejidos al paso de la
corriente eléctrica, con lo que el valor medio de referencia está alrededor de
los 1000 W; pero no hay que olvidar que la resistencia del cuerpo depende en
gran medida del grado de humedad de la piel.
El cuerpo humano puede comportarse como un conductor.
De producirse, puede provocar distintas lesiones, desde quemaduras hasta la
muerte. Esta última fue la trágica consecuencia del suceso ocurrido la
madrugada del domingo al lunes durante las fiestas del barrio compostelano de
Vite, donde una niña de 14 años perdió la vida al recibir una descarga
eléctrica de una farola del
alumbrado público. Hace poco más de una semana, también murió un niño en Reus.
¿Qué pudo provocar el fallo?
Una farola podría encontrarse en perfecto
funcionamiento y soltar descarga por causas externas. Sería un cúmulo de
circunstancias lo que desencadenaría una electrocución, al cargarse de
electricidad la carcasa metálica del dispositivo, que derivará toda esa energía
a tierra a través de algún otro elemento que funcione como un «cable» para
conducir esa corriente. Un cuerpo humano lo haría. Pero, ¿de dónde saldría esa
electricidad? De una fuente de energía. Por ejemplo, un cable cercano, como los
que se usan para llevar corriente en las fiestas, a 380 voltios, podría derivar
a la farola y sería suficiente para causar lesiones. Aun así, con un buen
aislamiento, y en seco, la electrocución no tendría por qué ser letal ni
siquiera producirse.
En el caso de Santiago, según las primeras hipótesis,
la pequeña tocó la farola y una valla metálica con los pies mojados, lo que
provocaría que su propio cuerpo derivase a tierra esa corriente. Con todo, las
fuentes consultadas señalan que el nivel de la descarga puede también variar en
función de diversos factores como la cantidad de fluidos en el cuerpo, la masa
del mismo, la posición (agachado o en cuclillas...), descalzo o en calcetines,
aislado del suelo... No obstante, aun sin tocar un tercer elemento metálico, la
presencia de agua y corriente, obviamente, suponen una peligrosa combinación
que, unidas a la alteración del dispositivo, produciría una descarga.
Si algún elemento del alumbrado estuviese dañado
también podría generar descarga al contacto. Lo que mata son los amperios. Esto
es, la intensidad. Si circula una corriente considerable, quema. Y, al parecer,
el cuerpo de la víctima saltó hacia atrás al recibir la descarga. Eso
implicaría, a priori, una descarga superior a 220 voltios, la tensión habitual
en viviendas. A mayor tensión (alta tensión) la cantidad de energía que pasa
por un cuerpo, lo quema, sin que este salga despedido.
De mucho menor alcance son los fallos en la puesta de
masa domésticos. Son los causantes de los calambres que cualquier usuario ha
podido sufrir en más de una ocasión al manipular algún aparato eléctrico u
otros elementos.
Si no hay cables alrededor del dispositivo, y los
registros del mismo están debidamente sellados, el fallo está en el interior.
Es decir, bien el cableado interno u otro componente deteriorado trasmite la
corriente a la carcasa de la farola, en vez de a la bombilla. La electricidad
permanece así hasta que encuentre una salida a tierra. Es entonces cuando puede
ser letal.
Negligencia, se ven muchas con los cables a la vista,