El jueves por la mañana, The
New York Times revelaba que Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, lleva meses
mintiendo acerca de los planes fiscales republicanos. Mnuchin ha hablado
repetidamente de la existencia de un informe del Tesoro que calcula
—contrariando todas las evaluaciones independientes y no partidistas— que estos
planes se pagarán por sí solos, impulsando el crecimiento económico —y, en
consecuencia, los ingresos— hasta tal punto que el déficit no aumentará. Pero
ese informe no existe, y nunca ha existido; ni siquiera se pidió a los
funcionarios del Tesoro que estudiasen el tema.
También el jueves, John
McCain –que ha pronunciado moralistas discursos sobre la importancia de seguir
los procedimientos regulares en el Senado– declaraba su apoyo al proyecto
tributario republicano. Recordemos que los líderes del Senado se apresuraron a llevarlo
al hemiciclo sin oír ni solicitar el testimonio de ningún experto (y la
política tributaria es un ámbito en el que realmente hace falta escuchar a
expertos, abogados y contables, aún más que a los economistas). De hecho, en el
momento en que McCain declaraba su apoyo, algunas disposiciones clave todavía
eran secretas, de modo que pudiesen presentarse a votación sin tiempo para el
debate.
McCain declaró que había
tomado la decisión tras una "meticulosa reflexión". ¿Meticulosa
reflexión sobre qué? Ni siquiera esperó a que el Comité Conjunto sobre
Tributación, que es el que lleva las puntuaciones en el Congreso, emitiese su
análisis sobre el impacto económico de la ley. Dicho análisis sería la única
evaluación oficial, puesto que, como he dicho, el gobierno de Trump mentía al
afirmar que disponía de su propio análisis.
Ese mismo día, el comité
conjunto emitió el predecible veredicto: como todos los demás estudios
razonables, su revisión consideraba que el proyecto de ley del Senado no
contribuiría demasiado al crecimiento económico de Estados Unidos, pero sí
perjudicaría directamente a millones de estadounidenses de clase media al
disparar el déficit, prodigar beneficios a los ricos y abrir nuevas fronteras a
la evasión fiscal. Pero gracias al declive moral de McCain y otros republicanos
supuestamente de principios, en el momento en que escribía esta columna el
proyecto de ley iba camino de ser aprobado en el Senado.
¿Acaso los políticos no son
siempre unos cínicos? No hasta este punto.
En primer lugar, es insólita
esta prisa frenética por aprobar una legislación de importancia antes de que
alguien descubra realmente de qué va o qué hace. A modo de comparación, la Ley
de Asistencia Sanitaria Sostenible soportó meses de declaraciones de expertos
antes de ser llevada a votación; luego todo el Senado debatió el proyecto
durante 25 días seguidos.
Y hay un mundo de diferencia
entre la propaganda política normal —sí, todos los políticos intentan resaltar
los aspectos buenos de sus políticas— y las mentiras directas que han
caracterizado todos los aspectos de la venta de esta cosa.
Mnuchin declaró que su
departamento tenía un estudio que demostraba las grandes ventajas para el
crecimiento; mentira. Donald Trump afirma que la ley "no es buena para
mí"; mentira. El senador John Cornyn dijo que "no es un proyecto de
ley diseñado principalmente para beneficiar a los ricos y a las grandes
empresas"; mentira. El senador Bob Corker manifestó que no apoyaría un
plan "que añadiese un solo penique al déficit"; mentira.
En otras palabras, todo este
proceso implica un grado de mala fe que no veíamos en la política
estadounidense desde los tiempos en que los defensores de la esclavitud
atacaban físicamente a sus adversarios políticos en el hemiciclo del Senado.
Y hay otros dos aspectos de
esta podredumbre moral que merece la pena señalar.
Primero, que no es
exclusiva, en un plano fundamental, de Donald Trump, por muy malo que este sea:
la podredumbre invade a todo el Partido Republicano. Algunos detalles de la
legislación parecen diseñados a medida para beneficiar a la familia Trump, pero
tanto las líneas generales como la fraudulencia del esfuerzo de venta habrían
sido las mismas con cualquier otro presidente republicano.
Segundo, la podredumbre es
general además de profunda.
No hablo solo de los
políticos republicanos, aunque el debate tributario debería disipar cualquier
ilusión sobre sus motivos: prácticamente todos los congresistas republicanos,
incluso el santificado John McCain, están dispuestos a poner la lealtad partidista
por encima de los principios, votando una legislación que ellos por fuerza
deben de saber que es malísima e irresponsable. Lo terrible, sin embargo, es
que la epidemia de mala fe va mucho más allá de las autoridades elegidas o
nombradas.
Por ejemplo, fue pasmoso el
ver a un grupo de economistas de inclinación republicana con serias
credenciales profesionales firmar una carta abierta pensada claramente para
prestar ayuda y tranquilidad a las promesas de milagroso crecimiento hechas por
Mnuchin. Cierto que no afirmaron explícitamente que las rebajas fiscales se
pagarán por sí solas. Pero tampoco dijeron claramente que no lo harán, dando a
Mnuchin libertad para decir —como tendrían que haber sabido que haría— que la
carta confirmaba la posición planteada por él.
Y dejando a un lado las
palabras ambiguas, resulta que la carta tergiversaba la investigación en la que
supuestamente se basaba. En otras palabras, la podredumbre de mala fe que se ha
extendido por el Partido Republicano ha infectado también a muchos
intelectuales afiliados al partido. No a todos: algunos conservadores opuestos
a Trump se mantienen fieles a sus principios. Pero por el momento no han tenido
mucha influencia.
¿Qué hará falta para limpiar
la podredumbre? La respuesta es, básicamente, una abrumadora derrota electoral.
Hasta que eso ocurra, si es que ocurre, no hay manera de saber lo bajo que
caerá el Partido Republicano.
Esa maniobra es la que mantiene al PSOE en Andalucía y empata en Extremadura.
ResponderEliminarMenuda decepción nos hemos llevado con Rajoy.
ResponderEliminarTambién utilizar los jornaleros andaluces para engañarnos con la cifra de parados hay que tener poca verguenza.
ResponderEliminarA este paso, Rajoy hace que el pueblo pida la vuelta de ZP que mira que era inepto. Pero más honrado.
ResponderEliminarCarecen de escrúpulos con tal de mantenerse en el poder...
ResponderEliminardesgraciados todos
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