A base de rescates primero y de subvenciones y subsidios después, han transformado una economía de mercado más o menos liberal y pujante en un modelo sostenido por ayudas públicas que garantizan el sostenimiento del consumo y el correspondiente pago del IVA
No
hay más ciego que el que no quiere ver y la reacción a la radiografía
que arroja el mercado laboral al término del año es la prueba que valida
el refrán. En Trabajo, se congratulan de una caída del paro que deja la
tasa del desempleo al nivel de 2007 y no pueden o prefieren no darse
cuenta de que ese descenso es el más raquítico de los últimos doce años o
de que haya más de un millón de parados escondidos bajo leyendas varias
en la estadística oficial. No es casualidad que se repitan los patrones
del inicio de la Gran Recesión. Aunque nadie espere una contracción del
calibre de la que se produjo entonces, otra vez la industria se contrae
con fuerza, como lo hizo en 2007, a pesar de la ingente inyección de
fondos europeos que el tejido productivo debe o debería haber recibido.
Es difícil calcular el impacto, porque si la concesión peca de poca
transparencia, los datos de ejecución son opacos o no existen. Nadie
espera un estallido virulento como el que se produjo hace algo más de
una década porque aunque la morosidad repunte, los bancos están
aparentemente sanos y no parece haber burbujas en sectores estratégicos
de actividad, pero si se produjera algún episodio puntual de crisis, el
preocupante endeudamiento del sector público nos ha dejado sin margen de
maniobra.
España
se encamina hacia la próxima recesión, llegue cuando llegue, que
acabará por hacerlo, con déficits de capital financiero, empresarial y
humano. A base de rescates primero y de subvenciones y subsidios
después, han transformado una economía de mercado más o menos liberal y
pujante en un modelo sostenido por ayudas públicas que garantizan el
sostenimiento del consumo y el correspondiente pago del IVA. El
esfuerzo, el talento, el mérito, el riesgo no tienen futuro ni
recompensa. Al contrario, la clase media trabajadora, empresa, el
emprendedor visionario se rendirán ante la voracidad de una Hacienda que
necesita mantener la máquina de la extorsión a pleno rendimiento para
que la locomotora siga tirando de los vagones. Que la recaudación de la
Seguridad Social por cotizaciones y costes de los empleados haya crecido
más de un diez por ciento en el último ejercicio, más del doble de lo
que ha hecho el empleo, es la muestra palpable de que se está cargando
todo el esfuerzo del avance aparentemente social sobre uno de los dos
platos de la balanza. Hasta que acabe por desequilibrase.
Entretanto,
podremos seguir entreteniéndonos con piñatas de muy mal gusto, con el
espectáculo degradante de un partido que podría haber representado
dignamente a un sector de la sociedad y ha preferido colgarse una soga
al cuello. Podremos tirarnos los trastos a la cabeza del «Y tú mas» y el
gobierno que ha hecho del pan y circo, del subsidio y la bronca (y de
la mentira) su modo de vida, su herramienta para ir tirando, al menos
hasta mañana, lo agradecerá. Patxi hará el teatrillo temblando de miedo
ante Vox, porque ése es su cometido, mientras desayuna y negocia la
proxima regalía con los del tiro en la nuca.
La
degradación moral, ética y económica seguirá avanzando. Pero el
problema en los telediarios no será ése, sino el de cuatro tipos subidos
de adrenalina pegando palos a una piñata.
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