Es entendible ese afecto por Hamás, la tele de su principal valedor, el régimen sanguinario de Irán, pagó a Pablo Iglesias 97.000 euros entre 2012 y 2015.
Ione Belarra el 12 de octubre –su jefa Irene evitó el día de la Fiesta
Nacional haciendo uno de sus últimos y pagados viajes oficiales al
extranjero– tocada con un pañuelo hecho por mujeres palestinas. A su
lado, Alberto Garzón, el ministro de Consumo que ha salido del sarcófago
en el que se metió antes del verano y que solo abandona para cobrar a
final de mes la nómina de 6.238 euros de ministro en funciones. Ambos,
Ione y Alberto, han elegido en los últimos meses facciones diferentes.
La ministra de Derechos Sociales sigue siendo la delegada de Pablo e
Irene, mientras el titular de Consumo se ha apuntado a las filas de
Yolanda, aunque dice haberse retirado políticamente. Los dos enemigos
íntimos podemitas han protagonizado la gestión más sectaria que se
conoce en un gobierno europeo. Ambos han pisoteado el prestigio de
España cada vez que han abierto la boca. Cómo olvidar el día que Alberto
hundió al sector cárnico español con unas irresponsables declaraciones o
las numerosas ocasiones en las que Belarra ha insultado a los jueces
españoles tildándolos de machistas o denigrado el papel de España en el
descubrimiento de América.
Cuando
apareció Ione en los actos de la Fiesta Nacional enseguida su servicio
de prensa contó que «la ministra Belarra viste hoy un pañuelo bordado
por mujeres palestinas de la ciudad de Hebron. Se trata de una muestra
de solidaridad con el pueblo palestino ante el apartheid continuado al
que está sometido por Israel, y ante el recrudecimiento de la violencia
de los últimos días». Ni una palabra de los centenares de víctimas,
bebés entre ellos, de los monstruos de Hamás ni de las mujeres israelíes
que han sido empaladas, violadas y asesinadas. El pañuelo se lo había
prestado Isa Serra, quién si no, la misma que insulta y veja a policías
(mujeres fundamentalmente) en los desahucios. Es entendible ese afecto
por Hamás, si tenemos en cuenta que la tele de su principal valedor, el
régimen sanguinario de Irán, pagó a Pablo Iglesias 97.000 euros entre
2012 y 2015.
La
nefanda ministra tenía que redondear el día metiéndose en su perfil de X
(Twitter) con España, a la que tachó de celebrar el «aniversario de un
genocidio». Es decir, ocupa un puesto en la tribuna de autoridades de un
acto al que menoscaba, dando pábulo a la leyenda negra según la cual
España exterminó a los pueblos de América. No se puede actuar más
indecorosamente desde el punto de vista institucional. No merece
representarnos como miembro del Gobierno y mucho me temo que tendremos
que aguantarla subida en el machito, si Yolanda no se atreve a
eliminarla del Gobierno. El problema es que tenemos cinco ministros que
odian nuestra historia, nuestros símbolos y nuestras costumbres.
Como
sugería Vox hace unos días todo sería más fácil si optaran por
marcharse del país que detestan. Eso sí, hagamos un ejercicio
prospectivo para desenmascarar la hipocresía de estos personajes. Si
Ione, Alberto, Pablo, Irene y Yoli, se vieran entre la frontera de Corea
del Norte y la de Corea del Sur, ¿en qué país querrían vivir? Y si
tuvieran que elegir entre Florida y Cuba, ¿por cuál optarían para
instalarse con sus hijos? Y si se vieran obligados a elegir entre
Polonia y Rusia, ¿cuál sería su opción? ¿Y entre Israel y Gaza? Se
admiten apuestas.
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