Quizás por capricho de la historia o por el espejo en el
que se mira Putin, la invasión a Ucrania coincide con el 90 aniversario del
Holodomor. Esta terrible hambruna -que fue un genocidio, según Raphäel Lemkin,
el jurista que creo el término y la definición- pero no según la Convención
para la Prevención del Genocidio de 1948 (recordemos, creada y votada entre
otros por la URSS) se cobró al menos tres millones de vidas y afectó
desproporcionadamente a la entonces República Socialista Soviética de Ucrania y
a la minoría ucraniana.
juanpardo15@gmail.com
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Hoy, una terrible hambruna se cierne sobre el mundo y es
de justicia reconocer que Rusia no es el único culpable (el aumento de los
precios de transporte, el Covid y el cambio climático entre otros muchos
factores), pero es un actor dispuesto a empeorar una crisis existente y a sacar
el mayor provecho posible de ella.
Para Stalin, la cuestión clave era aplastar el
nacionalismo ucraniano y asegurar la sumisión absoluta a Moscú. Y para ello, la
mayor baza era volver la propia fortaleza de Ucrania en su contra. Siguieron
dos años de absoluto terror, de requisas alimentarias incompatibles con la
vida, de cuadrillas que sembraban el terror buscando «kulaks» (campesinos
«ricos» y «contrarrevolucionarios») y «nacionalistas» ucranianos y en algunos
casos extremos, incluso de canibalismo.
Para Putin, por otro lado, la posibilidad de utilizar una
hambruna como arma de guerra parece más bien sobrevenida. Parece que ha pasado
una vida desde aquel intento de tomar el aeropuerto Antonov en Hostomel,
descabezar a Ucrania e introducir su propio quisling en el gobierno. La nueva
intervención checoslovaca (contra la primavera de Praga) o la nueva Operación
Tormenta-333 (el asalto para descabezar Afganistán, que a pesar de tener éxito,
llevó a una guerra recrudecida cuyas consecuencias sentimos hoy) se ha
empantanado y ha entrado en una etapa de guerra de desgaste donde hay dos
objetivos claros a nivel diplomático, quebrar la unidad del «Occidente
colectivo» y conseguir un posicionamiento más favorable a Rusia por parte del
sur global.
Para la primera, los lazos comerciales con Alemania y las
ambiciones geopolíticas francesas juegan un papel clave, pero poco a poco
parece que van cediendo al «Occidente colectivo», para la segunda, la
estrategia del hambre es un factor clave. Putin sabe que si consigue agrandar
la brecha norte/sur, la presión migratoria, los efectos de los conflictos armados,
el terrorismo y la inseguridad se convertirán en sus mejores aliadas. Sabe que
el vacío de seguridad que la OTAN, EEUU, Francia o la UE dejen en África podrá
ser ocupado.
Putin sabe que si consigue agrandar la brecha norte/sur,
la presión migratoria, los efectos de los conflictos armados, el terrorismo y
la inseguridad se convertirán en sus mejores aliadas
Y dentro del sur global, África será el objetivo favorito
para la hambruna de Putin, en primer lugar por la proximidad geográfica; en
segundo lugar, por la existencia de un sentimiento anti-francés sobre el cual
se puede plantar su mensaje (al igual que el sentimiento anti-EEUU en
Latinoamérica); y en tercer lugar, por el recuerdo positivo que la mayoría de
los pueblos africanos guardan para con la URSS (que Putin sabe aprovechar y
reconducir).
No tiene ningún sentido ocultar esta estrategia, las
menciones al minado del puerto de Odesa por parte de Ucrania y a las sanciones
occidentales no tienen más objetivo que trasladar la culpa. Efectivamente, hay
factores previos, pero la negativa rusa a exportar sus productos agrícolas
principalmente a África y a dejar pasar los productos ucranianos a través de su
bloqueo naval siempre y cuando no se levanten las sanciones impuestas como
consecuencia de su brutal e injustificada agresión delata sus intenciones.
Quizás, si estuviésemos ante otro enemigo o nuestra
unidad fuese más fuerte, se podría organizar una misión de escolta de estos
cargamentos, ya que su exportación por tierra es mucho más difícil y costosa.
Quizás, si Turquía, Rumanía y Bulgaria pudiesen donar parte de sus fuerzas
navales a Ucrania o si se le hiciese entrega de helicópteros con capacidades
antisubmarinas romper ese bloqueo no sería una tarea tan complicada, pero
parece que aún no estamos allí.
Es crucial impedir este nuevo Holodomor a escala global,
no solo por los millones de muertes que pueda causar, sino también por puros
objetivos «egoístas» europeos. África es nuestro vecino más cercano, con el
cual tenemos importantes sinergias, desde nuestra dependencia de materias
primas hasta nuestra necesidad de mano de obra pasando por el envejecimiento de
nuestra población.
Hay que salvar a millones de personas de una muerte
segura y sentar las bases de una futura, duradera y segura amistad entre la UE
y África
A diferencia de Putin y a pesar de nuestros terribles
socios en la defensa de nuestra frontera sur (siento como propias toda y cada
una de esas 37 víctimas de la Gendarmería Marroquí, masacre en la que España no
está plenamente libre de culpa), nuestras sociedades (y hablo aquí
principalmente de Europa Occidental, no del mundo poscomunista, pero incluso
allí hay grandes diferencias) son mucho más abiertas y tolerantes que Rusia.
Desconozco si hay suficientes excedentes agrícolas en
este «Occidente colectivo» como para cubrir las necesidades de África, pero si
los hay, creo que es imperativo que se usen, no solo para salvar a millones de
personas de una muerte segura, sino para sentar las bases de una futura,
duradera y segura amistad entre la UE y África.
Es hora de convertir este nuevo Holodomor en un nuevo
Bloqueo de Berlín a nivel global, donde «Occidente colectivo» le gane de nuevo
la partida al totalitarismo más abyecto.
juanpardo15@gmail.com
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