Pedro Sánchez informo antes a EEUU que a su Gobierno, sobre el cambio del Sahara. Sánchez se ve derrotado,
Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer. El pasado viernes 18
de marzo el presidente del Gobierno volvió a dar uno de esos giros de 180
grados que tanto le gustan y, tras haber mantenido una posición prosaharaui
durante los últimos tres años, de repente decidió respaldar el plan de
Marruecos para engullir el Sáhara Occidental. Pero lo verdaderamente meritorio,
lo absolutamente espectacular, es que el Ejecutivo, ayudado como siempre por su
fiel coro de palmeros, nos ha pretendido vender la moto de que semejante cambio
en la política exterior española obedece a la extraordinaria audacia del
Gobierno, que ha conseguido que Marruecos vaya a dejar de ser una china en el
zapato para el resto de nuestros días.
En realidad, lo que ha hecho Sánchez tiene más que ver
con un intento a la desesperada por reparar sus propios errores de estos tres
últimos años. Y es que no olvidemos que Rabat había retirado a su embajadora en
Madrid después de múltiples desaires por parte del Gobierno: desde el hecho de
que el presidente no viajara al vecino del Sur nada más tomar posesión, como
era tradicional, hasta el tratamiento médico que se le dio al líder del Frente
Polisario, Brahim Ghali, en un hospital de Logroño.
Es evidente que, con este cambio histórico, Pedro Sánchez
ha pretendido reconciliarse de forma urgente con Marruecos. ¿Por qué motivo? ¿A
cambio de qué? Viendo las explicaciones del Gobierno, la respuesta está clara:
Ceuta y Melilla.
La amenaza marroquí
Los servicios secretos españoles ya venían alertando
desde hace años de que la gran amenaza a la seguridad de nuestro país estaba en
el flanco sur y, en concreto, en esas dos ciudades autónomas. Todo apuntaba a
que Rabat iba a ir introduciendo ese asunto en la agenda. El primer ministro
del reino alauí ya avisó a finales de 2020 asegurando que «Ceuta y Melilla son
marroquíes», y las avalanchas de inmigrantes del verano de 2021 se
interpretaron como una manera de elevar la presión.
Pero todo cambió, aunque parezca extraño, cuando estalló
la guerra de Ucrania. Y, más en concreto, una semana después de que Vladimir
Putin decidiese intervenir militarmente. El miércoles 2 de marzo, a primera
hora de la mañana, saltaron todas las alarmas en Moncloa y en la cuesta de las
perdices, sede del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). A plena luz del día,
y con la complicidad de los agentes de frontera marroquíes, dos mil inmigrantes
saltaron la valla de Melilla e ingresaron en España. Fue el asalto más
cuantioso de la historia, y se interpretó como un aviso de que Rabat iba en
serio en su intento de reivindicar las dos ciudades españolas.
Los días siguientes, el Gobierno recibió informes
demoledores. La posibilidad de que Marruecos intentara hacer algo como Putin no
se descartaba y, llegado ese caso, las opciones de éxito de España no eran
altas, sobre todo por la falta de apoyo internacional. ¿Por qué? Por varios
motivos:
1.- El precedente de la invasión rusa de Ucrania no
augura nada bueno. Estados Unidos no quiere líos y la OTAN, que tantas veces se
implicó en el pasado en guerras en países no miembros, ahora se ha puesto de
perfil. Se impone la real politik. Si España tuviera un problema con Ceuta y
Melilla, las posibilidades de que la OTAN saliera a defenderlas serían escasas,
entre otras cosas porque esas ciudades no se incluyen bajo el paraguas
defensivo de la organización, al estar situadas en el continente africano.
2.- La Unión Europea ya demostró en el pasado, con el
precedente de la isla de Perejil, invadida por Marruecos en 2002, que no moverá
un dedo para ayudar en caso de dificultad. «Es un asunto bilateral», fue la
respuesta que se dio en su día desde Bruselas para esquivar las preguntas sobre
la ayuda que debía recibir España de sus socios comunitarios. En la UE pesa
demasiado el vínculo París-Rabat.
3.- Estados Unidos se encuentra en pleno idilio con
Marruecos desde que en 2020 ambos países llegasen a un acuerdo histórico: Rabat
reanudaba relaciones con Israel a cambio de que Washington respaldase el plan
de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Y, en paralelo, las relaciones de
Pedro Sánchez con Joe Biden son prácticamente inexistentes. En caso de
conflicto, el amigo americano no estaría del lado español.
4.- Desde el punto de vista militar, la distancia entre
ambos países no es tan grande como se piensa. España es el segundo país de la
OTAN que menos gasta en defensa en términos de PIB, sólo por delante de Luxemburgo,
mientras que Marruecos lleva años armándose hasta los dientes con la excusa de
su conflicto con Argelia: aviones F-16, misiles Patriot, helicópteros Apache y
carros de combate M1 Abrams.
Dos decisiones
Analizados los pros y los contras, el Gobierno decidió
que había que moverse rápido para evitar males mayores. Era urgente detener una
escalada de los asaltos a la vallas de Ceuta y Melilla y eliminar cualquier
opción de que Marruecos intentara aprovechar su nueva amistad con Washington y
la debilidad de España para hacer una locura.
Y por eso se tomaron dos decisiones. La primera,
incrementar el gasto en defensa, con el argumento, siempre esgrimido por los
estrategas militares, de que la mejor manera de evitar un ataque es la
capacidad de disuasión que puedas tener con tu propia fuerza armamentística (Si
vis pacem, para bellum). España debe tomar nota del caso de Ucrania,
garantizarse plena autonomía militar y no confiar en la ayuda extranjera en
caso de agresión, porque, como se ha visto, no está asegurada.
Y la segunda decisión ha sido apoyar a Marruecos en su
reivindicación sobre el Sáhara, tal y como nos estaba pidiendo Washington. Con
ello, Pedro Sánchez busca normalizar a la velocidad de la luz las relaciones
con Rabat y, de paso, intentar ver si esta vez nos hace caso Biden. Al parecer,
España ha recibido la garantía de Estados Unidos de que Marruecos se olvidará
para siempre de Ceuta y Melilla, pero es evidente que en eso peca de ingenuidad
Sánchez, sobre todo porque no hay ningún compromiso por escrito y porque Rabat
no se caracteriza por ser un socio especialmente fiable. Una vez que se quede
con el Sáhara, ¿qué evitará que se fije todavía más en las dos ciudades
españolas?
En resumen: el giro de Pedro Sánchez tiene que ver con la
alerta recibida en materia de seguridad y ha sido tan radical debido a la
extraordinaria debilidad de España en la esfera internacional y, especialmente,
por los errores cometidos por el Gobierno, al mantener unas pésimas relaciones
tanto con Marruecos como con Estados Unidos. Sánchez se ha visto obligado a
ceder demasiado por culpa de su propia gestión. Si España hubiera hecho los
deberes, estaría en una posición mucho más fuerte y no tendría que haber
aceptado semejante humillación: darle la razón a Marruecos sobre un territorio
que nunca ha sido suyo y que afecta a miles de personas que, no lo olvidemos,
hasta 1975 llevaban un DNI español en sus bolsillos.
google.com, pub-7014139947070207, DIRECT, f08c47fec0942fa0
Comentarios
Publicar un comentario