Por torpeza, por error o,
probablemente, porque había trabajado en el Ministerio de Exteriores durante el
Gobierno de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, justo antes de desaparecer en el Falcon
rumbo a Lanzarote, destituyó a Gabriel Ferrán Carrión, el embajador español en
Kabul, el hombre que ya ha sido calificado como un héroe por permanecer en su
puesto en lugar de viajar a España el miércoles, en lugar de huir, como ha
hecho la mayoría de diplomáticos de otros países.
A pesar de estar en
funciones, Ferrán se ha comprometido a permanecer en la capital de Afganistán
hasta que todos los españoles y colaboradores de la Embajada hayan podido ser
evacuados y se encuentren a salvo de los terroristas talibanes. Un ejemplo que
ha sido elogiado por el PP y Ciudadanos, mientras el Gobierno guarda silencio.
Sin duda, por el ridículo de haberle destituido. Edmundo Bal ha declarado que
"está asumiendo su responsabilidad en unas horas durísimas dando una lección
profesional y humana". Y Cristina Cifuentes, la ex presidenta de la
Comunidad de Madrid y cuñada del embajador, ha subrayado que "es un
orgullo".
Y, sin duda, lo es. Gabriel
Ferrán, además de permanecer en Kabul en lugar de huir el miércoles, está
colaborando con los 17 agentes de los GEO y la Unidad de Intervención Policial
al crear pasillos de seguridad para que los colaboradores afganos de la
Embajada puedan eludir los controles de los talibanes antes de ser evacuados.
El embajador permanece en el aeropuerto dirigiendo todas estas operaciones, a
pesar de poner en riesgo su vida.
Pedro Sánchez debería
rectificar por haber destituido a Gabriel Ferrán sin motivo y dedicar un
homenaje al embajador español que está asumiendo su responsabilidad y
arriesgando su vida como un auténtico héroe en medio del terrorismo talibán.
Todo un ejemplo. Ya es mala suerte que le destituyera el día antes de irse de
vacaciones. Mala suerte o, más bien, un castigo por haber trabajado,
anteriormente, para España y no para Cataluña.
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