Nadie sabe cuando se inició la guerra fría. Pero si la de secesión catalana, justo el día que nació Pedro Sánchez.
Einstein y Freud, muy a
menudo comentaban en torno que el destino del hombre fuese la guerra y ambos
coincidían en que la relación derecho y poder era el factor determinante.
El poder era el equivalente
de la fuerza bruta del hombre desde el principio de los tiempos. Los pequeños
grupos humanos eran dominados por el más fuerte hasta que posteriormente esa
fuerza fue reemplazada por las armas.
Las armas y la superioridad
intelectual reemplazó a la fuerza para lograr que los oponentes resignaran su
posición; y para mantener este resultado en forma definitiva se eliminaba al
enemigo, estrategia que además servía de escarmiento y liberaba a los
vencedores de los peligros de la venganza.
El derecho se impuso a la
fuerza bruta cuando se reconoció que la unión de los débiles podía compensar la
mayor fuerza de un solo individuo. Por lo tanto, el derecho es el poder de la
comunidad que no difiere tanto del poder de un individuo solo, porque utiliza
los mismos medios y tiene los mismos fines.
Para que ese poder pueda ser
mantenido, la unión de la comunidad debe ser duradera y conservarse organizada
y vigilada, siendo la base el reconocimiento de sus miembros, el desarrollo de
vínculos afectivos entre ellos y el sentimiento de pertenencia al grupo.
Esto sólo funciona en la
teoría, porque en la práctica las leyes son hechas por la clase dominante y se
produce una desigualdad en la distribución del poder y de la riqueza.
Si el derecho no es
respetado por los privilegiados, porque eluden las restricciones de las leyes,
ni por los oprimidos en su lucha para que el derecho sea igual para todos, se
producirá una rebelión o una guerra civil, que significa la supresión del
derecho y el regreso a la violencia; hasta eventualmente se logre un nuevo
orden legal. Por lo tanto, es inevitable que los conflictos de intereses,
incluso dentro de una misma comunidad, lleven a una solución violenta.
La historia de la humanidad
abunda en conflictos entre distintos grupos humanos, que en forma invariable se
transformaron en guerras.
Sin embargo la guerra no
sirve para lograr una paz duradera, porque las partes unidas por la fuerza
seguirán estando en conflicto.
Freud y Einstein llegan a la
misma conclusión: las guerras sólo se pueden evitar si se establece, mediante
un acuerdo, un poder central, el cual tendrá la responsabilidad de solucionar
todos los conflictos de intereses.
La Liga de las Naciones fue
ideada con este propósito, pero lamentablemente no tiene poder autónomo. Sin
embargo es el primer intento de evolución del hombre para mantener el estado de
derecho y abandonar el uso de la fuerza.
Einstein se daba cuenta lo
fácil que resulta entusiasmar a los hombres para ir a la guerra, como si
existiera un instinto de odio y destrucción en ellos que favorece las
contiendas.
Existe en el hombre el
instinto de muerte o agresión, que tiende a destruir y matar; y el instinto de
vida, que tiende a conservar y unir, que representan la antítesis entre el amor
y el odio y el bien y el mal, universalmente conocidos; que son la
característica de la vida.
Es imposible eliminar las tendencias
agresivas del hombre, pero sí estas tendencias se pueden desviar hacia fines
socialmente aceptables.
Quizás la evolución cultural
sea un proceso orgánico, ya que produce modificaciones psíquicas notables e
inequívocas, como el fortalecimiento del intelecto que comienza a dominar la
vida instintiva y la interiorización de las tendencias agresivas con sus
ventajas y desventajas, que son las que hace que la mayoría de los
intelectuales, sean pacifistas y rechacen las guerras.
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