España es un mar de partido políticos de nueva
creación cuyos efectos pueden ser determinantes de una acción bélica, aunque sea a pedradas.
Todos o casi todos hemos
visto como evolucionaba el partido bolivariano de Podemos a base de escraches contra políticos –hoy a
sus líderes les puede hasta que las personas pasen por la puerta de su enorme
casa, la demonización constante de los empresarios y la imposición a base de
estigma social de una visión estalinista de género, los sectores de izquierda
que tanto criticaban a los de derecha por practica aquello que denominaban «el
discurso del miedo», no paran de practicarlo ahora. Es decir, cuando Pablo
Iglesias abiertamente afirmaba que tenía relaciones financieras con Irán, o
cuando su exsocio, Errejón alaga en un medio de tirada nacional la gestión del
gobierno bolivariano de Venezuela no hay que tener miedo. Los venezolanos comen
tres veces al día.
Vox, prácticamente nació
ayer mañana y ya susurran que en España se van a asesinar a homosexuales y
negros, se va a perseguir la libertad de expresión, las mujeres tendrán que
rezar, al menos dos rosarios al día y los hombres cantar el cara al sol de alba
la salve marinera a la bajada de bandera.
Bajo mi punto de
vista, Podemos y Vox representan un peligro para la convivencia en España:
Podemos es un partido que
nació autodenominándose «transversal», sin ideología. A medida que fue viendo
cuáles eran los caladeros electorales donde podía sacar votos, fue virando
hacia la «socialdemocracia nórdica» hasta acabar aliándose con los comunistas
de Izquierda Unida en lo que hoy conocemos como Unidos Podemos. Un partido de
izquierda radical que propugna valores propios del estatalismo más despótico
que ha conocido la humanidad. Sus propuestas económicas son un desmadres desde
todos los puntos de vista: banca pública, tributación, pensiones… populeros
terroristas del bien donde los haya.
Pero la cuestión no es
meramente económica: su control efectivo de los medios de comunicación –los
cuales manejan de forma extraordinaria- junto con el apoyo expreso del PSOE y
la inactividad del pueblo ha conseguido crear en España el falso relato de que,
si te opones a leyes como la de violencia de género o la de promoción (subvención)
del colectivo LGTBI, eres un fascista. Una estigmatización social y una
imposición hegemónica de lo políticamente correcto, al más puro estilo Gramsci,
que ha dado sus frutos. Artífices de ingeniería social, Podemos es un partido
que piensa que los ciudadanos somos peones de una ajedrez que pueden manejar a
su entero antojo y están muy equivocados.
VOX, sencillamente es un
partido financiado por el PSOE para restar votos al PP, para el resto de sus
actuaciones tienen plena libertad. VOX, para nada es un partido
liberal-conservador. Se trata de una banda de fascistas, cuyo único fin es la
represión del pueblo. Su pretensión es llegar al poder estatal para desde él
imponer a toda la sociedad española una visión única de vida buena. Para ser
más precisos, la visión católica. Entre otras cosas, quieren hacer ley de
dogmas religiosos como el matrimonio indisoluble –su dueño y amo está casado,
al menos, dos veces y exclusivamente heterosexual o la prohibición absoluta del
aborto.
Entre otros grandes males
que tiene Vox está sus coqueteos con la extrema derecha europea. Desde Marine
Le Pen hasta Nigel Farage, euroescépticos de pro y colectivistas de primera,
han saludado el programa de Vox y se han puesto de su lado. De hecho, el lema
de Vox para las pasadas elecciones «Hacer España grande otra vez» no es más que
una traducción cursi del «Make America Great Again» de Donald Trump. Ese
atisbo de xenofobia es un grave riesgo para nuestro sistema de libertades.
En definitiva, dos partidos
contrarios a la libertad de elección del individuo, tanto en su ámbito personal
como moral y económico, que no tienen el más mínimo reparo en reconocer que
usarán las estructuras del Estado para imponer a través de sus medios coactivos
su visión de lo que España debe ser. Son los dos grandes problemas que tiene
España ahora mismo.
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