Con el PSOE decapitado. En Andalucía gobernará Cs –otro socialismo oportunista-. El PP tiene dos opciones o derecha o más derecha.
El Partido Popular o se decanta, totalmente, a la derecha total o el centro se lo come. A menos que una buena parte de socialismo fracasado se niegue
a dar su voto a Cs, en las pasadas elecciones fue a la inversa, Marín, socialista
de toda la vida, ahora en Ciudadanos será Presidente de la Junta de Andalucía:
Plácido Fernández Viagas (Primer presidente de la Junta
Preautonómica, 1978-1979)
Rafael Escuredo (1979-1984)
José Rodríguez de la Borbolla (1984-1990)
Manuel Chaves (1990-2009)
José Antonio Griñán (2009-2013)
Susana Díaz (desde septiembre de 2013)
Juan Antonio Marín Lozano (desde febrero de 2019)
Es curioso pero real, el 85% y el 94% respectivamente, de
los andaluces que han votado a Juan Marín o Francisco Serrano (VOX) ni les
suena el nombre del candidato al que han votado. Ideología pura que hay a la
hora de votar. El 99.3% de quienes votaron “SI” a la Constitución ni la habían leído
ni sabían que significaba la Constitución.
Pensó Susana Díaz cuando adelantó elecciones en pleno
escándalo por los gastos en prostíbulos de la Faffe que se enfrentaría una
campaña de perfil bajo. Que podría centrarla en Andalucía y desvincularla de la
actualidad política nacional pero, al mismo tiempo, aprovecharse de las
debilidades del resto de candidatos. Fragilidades que, paradójicamente,
excedían el ámbito regional: las primeras elecciones del PP de Pablo Casado,
que tras un proceso de primarias encarnizadas decidió mantener como aspirante a
Juanma Moreno; la presunta flaqueza de Juan Marín, dependiente de las caras más
conocidas de Cs; y la guerra intestina de Podemos. No pudo errar más la
inquilina del Palacio de San Telmo.
Primero, porque su principal estrategia
resultó fallida: por mucho que lo intentara, le fue imposible liberarse de la
alargada sombra de la deficiente gestión de Pedro Sánchez. Y segundo porque
tanto los resultados de las urnas como los pactos postelectorales que se
negocien provocarán un efecto mariposa evidente. Marcarán, por ejemplo, el
presente inmediato de Sánchez, sobre el que planea un adelanto electoral. Y
evaluarán hasta qué punto el relato del nuevo PP de Casado, quien se ha
implicado fuertemente en campaña, ha calado: no erigirse como segunda fuerza
política sería un auténtico fracaso. Así las cosas, más de seis millones y
medio de ciudadanos andaluces están llamados hoy a votar para elegir a los 109
diputados de su Parlamento. Y el escenario previsto a la vista está que no ha
resultado ser tal. O no del todo. La primera disrupción la supuso la aparición
en el mapa de la formación de derecha extrema Vox. El discurso radical del
partido ha alentado a las izquierdas, que lo han utilizado como arma
arrojadiza. Y ha tensionado a las derechas, provocando una reacción en sus
mítines para atraer el voto más conservador -como ha sido el caso del PP- y obligándoles a pronunciarse ante la posibilidad de formar un bloque con un
partido ultra hoy sin representación.
En cambio, la ruptura de Teresa Rodríguez
con Pablo Iglesias, manifiesta en el nombre final con el que concurre la
coalición (Adelante Andalucía), dista bastante de dañar a la candidata. Sus
votantes ven en ella a una mujer fiel al discurso populista que pregona, al
contrario de lo demostrado por el dirigente nacional. Y el desconocido Juan
Marín es el líder más valorado en la última encuesta de opinión pública. Susana
Díaz fracasó en su comprensible intentona de alejarse de Sánchez y en la
indecencia de esconder las corruptelas históricas al PSOE-A. Ni potenciar su
figura, ni eliminar la palabra corrupción de su programa, ni vetar a medios de
comunicación que no estaban de acuerdo con su política. ¿Olvidar? Casi 40 años de clientelismo enquistado en las
instituciones los andaluces continúan tolerando al partido que ha protagonizado
el mayor saqueo de nuestra historia reciente, no es tarea fácil.
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