Es lamentable, sucio,
bochornoso que la última sesión del parlamento la salvaran los juristas del
parlamento y el comité de garantías, junto a la bravura con rabia contenida del
de los parlamentarios de la oposición. Una
cosa es hacer las cosas mal por error y otra bien diferente es proponer una
acción –sin explicaciones- donde “pringaban” todos los asistentes.
Ser jurista en un órgano
judicial o de control y vigilancia no es fácil. Mucho menos si los ponentes de
esa acción son vilanos, desleales, falsos, hipócritas, traidores; en definitiva
estiércol. Hay que ser una persona con
grandes convicciones democráticas para saber enfrentarse a ciertas situaciones
complicadas. ¿A qué me refiero? A las ocasiones en que el contenido de las
leyes que deben interpretar y aplicar es perjudicial a sus creencias más
profundas.
A un miembro de la curia es
requerido por el Vaticano para votar en Referéndum en torno al Aborto (Si o no);
seguro que votará que no está de acuerdo. Es evidente que su conciencia religiosa le
dice una cosa y la ley otra muy distinta. Justo así querían votar los
independentistas. Solo de acuerdo a sus acuerdos, no de acuerdo a su posición de
parlamentaria. Piensa, piensa que como no piensas lo que yo pienso de nada vale lo que tú piensas. ¿Cómo
es posible que esto haya ocurrido hace unos días en Cataluña.
En el imperio de la Ley
destaca el término “solo” El juez, no puede recibir órdenes de ninguna
autoridad, ni política ni judicial, aunque sea de un juez de mayor rango, por
ejemplo del Tribunal Supremo. Nadie puede dar órdenes a un juez en su estricta
labor jurisdiccional. Él debe decidir el fallo tras haber argumentado en base a
las normas aplicables y de acuerdo con los métodos de interpretación admitidos
por las leyes y la doctrina jurídica. Sólo se le debe exigír que el veredicto
final sea congruente con esa operación intelectual. ¿Quién es Puigdemont –Un bachiller- para ordenar a un Juez cuando se
hace un referéndum?
Carles Puigdemont no
pretende un referéndum, Puigdemont sólo quiere
convertirse en mártir de Cataluña, un
nuevo Lluis Companys que proclamó la república catalana para hacer ver
que era más catalanista que nadie. La muerte le acechó.
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