Harper Lee, autora del clásico "Matar a un Ruiseñor", muere a los 89 años de edad viernes 19


Junto a Gregory Peck durante la grabación de Matar a un Ruiseñol.
Harper Lee, autora de uno de los clásicos más emblemáticos de la literatura moderna estadounidense, "Matar a un Ruiseñor", murió a los 89 años en el estado de Alabama.

La escritora esperó 55 años para publicar el año pasado su segundo libro con los mismos personajes y un punto de vista diferente respecto al de su primera novela, que abordaba la perspectiva de una niña sobre el bien y el mal.

Mary Jackson, funcionaria de la localidad de Monroeville, en Alabama, confirmó  la noticia vía telefónica que Harper Lee había muerto.

Durante décadas se pensó que la autora estadounidense nunca publicaría más relatos después de "Matar a un Ruiseñor", pero la aparición de "Ve y pon un Centinela" fue un acontecimiento literario sorpresa, que además causó conmoción entre los seguidores de la primera novela de Lee. Justo y con muy pocas horas de diferencia ha muerto Umberto Eco "El nombre de la Rosa"



Como su coetáneo J. D. Salinger, Harper Lee pertenecía a una especie particular de artistas. Su obra es escasa. Tienen un golpe de genialidad en su juventud y crean un clásico para después retirarse del escenario y callar para siempre. Rehuyen los focos y las entrevistas. La fuente creativa se seca. Silencio.

A Lee le costó digerir la fama que le atrajo Matar a un ruiseñor, premiada con el premio Pulitzer, y la posterior posterior película, protagonizada por Gregory Peck, ganadora de tres oscars. Es difícil encontrar otra novela contemporánea que haya tenido un impacto tan duradero como esta, la historia semiautobiográfica sobre un abogado sureño blanco, Atticus Finch, que defiende a un negro acusado injustamente de violar a una blanca. Escrita en los años cincuenta, en el momento más feroz del terrorismo blanco contra los negros en estados como Alabama, la novela se publicó en el momento adecuado, cuando el movimiento de los derechos civiles tomaba fuerza y, con la complicidad de los presidentes Kennedy y Johnson y del Tribunal Supremo, que estaba a punto de lograr el fin de la segregación racial. La autora era una desconocida, una empleada del departamento de reservas de una aerolínea, pero dotada de un talento narrativo insólito que mezclaba la mirada ingenua de una niña —Scout, alter ego de Harper Lee— con un bisturí afilado para diseccionar el pecado original de la democracia estadounidense: el racismo y sus distantes expresiones: la esclavitud, la segregación, la discriminación… Matar a un ruiseñor, además de una evocación del paraíso infantil y una denuncia del racismo, es un manual de ciudadanía, una Biblia cívica leída por sucesivas generaciones de escolares en este país.

Lee creció en Monroeville, inspiración de Maycomb, el pueblo de Matar a un ruiseñor. Su padre, A.C. Lee, era el abogado que inspiró a Atticus Finch. Su vecino y compañero de juegos era Truman Capote. Durante toda la vida le persiguió el rumor (falso) de que Capote había escrito en realidad Matar a un ruiseñor. Lo contrario probablemente sea cierto. Sin la ayuda de Lee, que le acompañó en los viajes y entrevistas, Capote no habría escrito su obra maestra, A sangre fría. Con los años se distanciaron.

Uno de los motivos que alimentaba la especulaciones sobre la autoría de Matar a un ruiseñor era que Lee no hubiese vuelto a escribir una novela. ¿Cómo era posible que aquel talento enorme se hubiese apagado? Durante década se esperó la nueva novela, hasta que hace un año se supo que Tonja Carter, abogada en el bufete de A.C. Lee (es decir, del Atticus real), había descubierto un viejo manuscrito que narraba la historia de cómo la Scout adulta regresa a Maycomb en los años cincuenta. Carter negoció un contrato millonario con Harper Collins, que en junio publicó Ve y pon un centinela. Se imprimieron dos millones de ejemplares.

Monroeville se dividió entre quienes sospechaban que Lee carecía de facultades para decidir sobre la publicación del texto y había sido manipulada por Carter, y quienes lo refutaban. Que Finch, el héroe de los derechos civiles, resultase ser un racista bajo la mirada de la Scout adulta decepcionó a muchos lectores.

Una semanas antes, el veterano historiador de Alabama Wayne Flynt, que era un buen amigo de la escritora, lo había avisado: Finch era un segregacionista suave, como la mayoría de ciudadanos del sur en aquella época, incluso los de inclinaciones progresistas. ¿Manipulación? No: Lee sabía perfectamente lo que hacía al publicar Ve y pon un centinela.

Cuando le preguntamos si creía que podríamos entrevistar a la escritora, Flynt fue tajante: “Harper no permitiría que Barack Obama la entrevistase, aunque él se lo pidiese”.

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