Las diez plagas de Egipto arrasarán Cataluña de pecadores si sus gentes optan por seguir al satanizado Artur Mas y a sus lacayos
Luis María Linde, gobernador del Banco de España ha sacado a
pasear el espíritu del corralito. Si Cataluña se independiza, ya sabe lo que le
espera. Lo mismo que ocurrió a la Argentina del 2011 o a la Grecia del 2015:
ahorros bloqueados, bancos cerrados a cal y canto, interminables colas ante los
cajeros, cobro de pensiones a cuentagotas... Linde, siguiendo la estela de
ministros y adláteres, apela a la estrategia del miedo para frenar la deriva
independentista de Cataluña. Las diez plagas de Egipto arrasarán aquel país de
pecadores si sus gentes optan por seguir al mesías Artur Mas y a sus lacayos.
No descarto un
escenario como el descrito por el gobernador del Banco de España. La propia
Generalitat lo admitía en uno de los informes que encargó en el año 2013:
existe riesgo de corralito en caso de secesión. La proclamación unilateral de
independencia provocaría, al menos inicialmente, una masiva fuga de capital
financiero y la salida automática del euro. El nuevo Estado no recibiría
financiación del Banco Central Europeo y las nuevas autoridades se verían
obligadas a decretar el control de capitales. El corralito estaría servido.
Lo que yo le discuto a
Luis María Linde no es lo que sucedería «en caso de», sino la dudosa eficacia
de ondear la bandera del miedo para restar adeptos al soberanismo catalán. Creo
que esa estrategia, que refuerza el victimismo y convierte en mártir a
cualquier mentecato, no va a funcionar. Sospecho que frente al nacionalismo,
que se alimenta más de sentimientos que de razones, puede más la mano tendida
-a los catalanes, no a Mas precisamente- que la admonición. ¿Acaso no generó
más creyentes la promesa de un paraíso repleto de dones que la amenaza de arder
eternamente en las llamas del infierno?
Resulta paradójico que,
después de considerar la secesión un «futurible altamente improbable», como
asegura Linde, todo el discurso del nacionalismo español gire en torno a la
catástrofe que se abatirá sobre Cataluña si España se rompe. Construye el
apocalipsis sobre la base de una entelequia y entra en el juego que más les
interesa a Artur Mas y Oriol Junqueras: les permite tapar sus vergüenzas y su
nefasta gestión al frente de la Generalitat con la coartada del «España nos
roba». Y los confirma como comandantes en jefe de las fuerzas de liberación
nacional que se aprestan a combatir al ejército colonial.
El pueblo español
también considera «altamente improbable» la secesión de Cataluña. Todavía el
domingo pasado ceñía la corona del héroe en la frente de un catalán: Pau Gasol.
Y entre quienes presenciábamos la final del Eurobasket -España contra una
minúscula porción de la URSS-, nadie dudaba de que Gasol protagonizará, en Río
de Janeiro, una nueva epopeya del baloncesto español. Si España, para entonces,
existe. Ya lo advirtió ayer el presidente Rajoy: «Solo nos superan la URSS y
Yugoslavia, pero ya no existen».
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