En la noche del
pasado jueves, entre dos luces, cinco niños/adolescentes 13/15 años
de Monterrubio fueron asesinados por la justicia española. Fue en una recta de
visibilidad plena, donde no se podía producir un accidente, pero se produjo. Fue
un golpe terrible que acompañará a sus padres durante toda la vida, y una
sensación de miedo en otros miles, quizá decenas de miles de padres y madres
que envían a sus hijos a actividades fuera del colegio por unas carreteras
donde acecha el peligro con permisibilidad gubernamental.
Creo que no hay
nada que supere en dolor a la pérdida de un hijo. No hay escena más doliente
que las que hemos hoy en Monterrubio de la Serena. De poco nada sirve el
auxilio de los psicólogos. De nada sirven los días de luto oficial ni la
interrupción de la campaña electoral en Extremadura. Solo valen para demostrar
que no se ha perdido la sensibilidad y que aún queda humanidad para acompañar a
esas familias. Y siempre quedará una pregunta en la boca y en el alma de
aquellas madres: ¿Por qué? ¿Por qué les ha tocado a ellos?
El dolor es tan
latente como evidente y hay que tomar medidas para que no ocurra el siguiente.
Pero el luctuoso hecho de la tragedia de Monterrubio viene con valor
añadido, el conductor de la máquina que provocó el accidente había consumido
alcohol y drogas. Y, según las pruebas efectuadas, dos tipos de droga: cocaína
y marihuana. Ese ciudadano no se dirigía ni volvía de ninguna fiesta.
Estaba trabajando o volvía de su trabajo con su excavadora. Era un jueves, día
laborable. Por tanto, la droga formase parte de sus hábitos y hasta,
posiblemente, de su trabajo. Solo la investigación decidirá las circunstancias
del siniestro y la culpabilidad de ese ciudadano, pero estamos ante el indicio
de una seria alarma social. Entre los corros de Castuera se dice: Eso ya se
sabía, esa persona estaba enferma, con la máquina no ganaba ni la décima parte
de lo que consumía en drogas, era una persona muy problemática, etc.
De todo esto se
deduce que la droga circula mucho más de lo que imaginamos. Ya no es solo un
instrumento de diversión. Ha penetrado en las vidas de gente que la consume de
forma habitual. Tampoco es, contra muchas creencias, un artículo de consumo
urbano, sino que anda por los pueblos del medio rural. Parece que hay personas
que la consumen con la misma naturalidad con que fuman o toman una copa y salen
a la carretera bajo sus efectos. En coche o en una excavadora. Y pueden matar a
cinco niños. Desde la angustia, solo soy capaz de hacer una pregunta: ¿alguien
sigue dudando de que la droga
es siempre criminal? Mientras tanto, nuestro "eficiente"
Gobierno, da rienda suelta a narcos para que sigan enganchando a sicópatas
potenciales cuya única arma de defensa es: ….. Si no la vendo yo, la vende
otro. ¿Y si no existiese ni el uno ni el otro?
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