Desde hace más de 15 años nunca he puesto en duda que el
gigante comunista asiático muy a pesar de su tremenda corrupción sería la primera
potencia económica mundial. A paso lento y sin hacer mucha alharaca los chinos
han ido conquistando los mercados mundiales transformándose en el nuevo imperio
financiero del planeta. Los empresarios, especialmente los de Estados Unidos,
buscando rebajar costos, entregaron su producción a las fábricas chinas.
Quienes han sido golpeados por esa dinámica difaman esos productos advirtiendo
que son de baja calidad. Es cierto que los chinos perfeccionaron la
falsificación, pero no todos son malos.
También denuncian la esclavitud laboral
donde emplean niños y mujeres sin seguridad social. La esclavitud laboral no es
solo un problema de los chinos. Hay explotación hasta en los Estados Unidos,
donde poderosos intereses prefieren no legalizar a los inmigrantes
indocumentados con el fin de seguir pagando salarios paupérrimos. La ambición
puede más que la razón. Al llevarse la producción de muchos artículos a China
para abaratar costos, en vez de entregársela a Latinoamérica, les trajo más
ganancias, pero las pérdidas sociales y políticas son inmensas. Después de
hecho el daño, el estadounidense promedio mira a China con temor, como una
competencia peligrosa y desleal y peor aún, como un enemigo potencial que
debiera ser atajado antes de que sea tarde. Como dice el dicho popular “ya no
es tiempo de llorar”. El cambio de posición en la nueva cima del poder
económico es una realidad actual y no como habían pronosticado ciertos expertos
que comenzaría en 2019. ¿Occidente debe temer por ese poderío? Sí, porque la
humanidad vive un período socio económico y geopolítico trascendental. Por otra
parte, Estados Unidos enfrenta una crisis interna de credibilidad y un
creciente pesimismo por lo que los ciudadanos ven como una mala gestión del
presidente Barack Obama en relación a la economía y a su política exterior que
advierten débil. Al parecer Obama no tiene planeado “contener” a China, por lo
menos eso dejó entrever en su reciente gira por los países asiáticos (Japón,
Corea del Sur, Malasia y Filipinas), donde fracasó en su intento por asegurar
una propuesta en el Acuerdo Comercial del Pacífico, aunque para algunos es conveniente mantenerlo así porque ya tiene un control sobre ese territorio
marítimo apoyado por los aliados asiáticos, lo que le permitiría intervenir en
los suministros petroleros, de los cuales, en gran parte, depende la economía
China que considera la salida al océano Pacífico como un asunto de seguridad
nacional y de supervivencia. Aunque Estados Unidos mantiene su liderazgo
militar, China avanza peligrosamente desarrollando armamento con el beneficio
de la bonanza económica y sin fanfarria pudiese estar ocultando ambiciosos
planes de conquista más allá del mar de china. Los empresarios y dirigentes
estadounidenses deben asumir las consecuencias de lo que ellos mismos
propiciaron por sus codicias, al ceder el imperio de la economía a sus
sospechados y virtuales enemigos.
Que tomen buena nota países como España, Portugal o
Grecia que, con economías bloqueadas y un déficit inamortizable serían esclavos a pan y agua del naciente y
aliado imperio alemán. Todo esto es cosa de las cosas. No se pueden ver brotes
verdes o luces al final del túnel, si se tiene un PIB por debajo de la deuda y
un paro superior al 25% . El Gobierno sube los impuestos y el mercado, por falta de demanda, regula los sueldos a la
baja. La única solución de España pasa por una
tecnocracia con apoyo durísimo de
la Ley obligando a que devuelvan los que
han saqueado las arcas, empresarios sin piedad, banqueros nombrados a dedo por
los gobiernos para robar, desvalijar y
desplumar a los ahorradores de buena fe, además de chorizos baratos metidos a
políticos a sabiendas de su incapacidad total de gestión. Solo hacen bulto en el hemiciclo a cambio de
una mamandurria que empresarios y banqueros les permiten.
Individualismo. En
ciudadanos el individuo es la única realidad fundamental de la vida en
sociedad. Todo en la vida social ha de ser reducible a las acciones y planes de
los individuos y a sus consecuencias inesperadas.
Derechos individuales.
Consisten en los derechos humanos en sentido estricto, que idealmente se
definen como el derecho de propiedad sobre la propia persona y sobre los bienes
y recursos con los que ella cuenta. Su ejercicio excluye la violencia, la
coacción y el engaño.
Dignidad del trabajo. Las
personas se dignifican aplicando su ingenio, su inventiva, su esfuerzo, su
ahorro e inversión a mejorar su condición y la de su familia. El Estado no debe
favorecer la búsqueda de rentas públicas, discriminar con sus impuestos a los
más afortunados ni fomentar la corrupción del Estado de Bienestar.
Orden espontáneo. Las
sociedades humanas se armonizan en el marco de la ley, sin que nadie las
organice centralmente. Ello ocurre como si las guiara una mano escondida,
movida por los acuerdos de intercambio voluntario de bienes y servicios que
toman los individuos. Esos acuerdos son en mutuo beneficio precisamente porque
los intereses de unos y otros no coinciden.
Soberanía de la ley. No
basta con proclamar el "Estado de Derecho", en el que la legislación
acordada por mayoría y promulgada formalmente puede imponer lo que quieran
quienes detenten el poder político. La soberanía de la ley es algo más.
Es la obediencia a una
Constitución acordada unánimemente, que protege la vida, la persona y las
propiedades de los individuos y permite acuerdos comunales cuando los
ciudadanos los consideren en beneficio de todos.
Igualdad ante la ley. La ley
no puede hacer distingos por motivos de sexo, religión, raza o jerarquía. No
son aceptables la discriminación positiva ni la igualación artificial de
oportunidades que son cosa distinta de la carrera abierta para todos los
talentos.
Mercado libre. En un marco
de competencia suficiente, el libre mercado no sólo fomenta la riqueza de
todos, sino que es un poderoso baluarte de las libertades individuales. El
Estado no debe, pues, intervenir precios, intereses ni alquileres; tampoco debe
prohibir contratos.
Además votando a vuestro voto vale
por dos. El que quitáis a quienes nos han llevado a la miseria y el que sumáis
a quienes tienen programa razonado. Voto propio de países como Suecia, Finlandia,
Japón, Dinamarca, Holanda, Bélgica, etc; no voto útil como el del cuatripartito
(PP, PSOE, IU, UPyD) Argentina, Venezuela y ya, por último, el fracaso a dos
meses de su elección de Chile. Solo de pensar que España pueda depender
de los votos a Rosa Díez (UPy D) o del chavismo de IU me dan ganas de hacer la
maleta e irme donde nadie sepa que nací en España.
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