Hace entre 20 y 30 años, se puso de moda en las facultades hablar del principio político de la subsidiariedad. Posteriormente, dicho término, fue fue consagrado por el Tratado de Maastricht(1992) y entró aforma parte de lo que podríamos denominar el derecho constitucional de la Unión Europea (UE). En realidad, se basaba en un principio muy simple que consistía en acercar el poder al pueblo, priorizando la autoridad más próxima al objeto del problema. Eso suponía que lo que pueda ser solucionado por un ayuntamiento no debe asumirlo la comunidad autónoma y que, a su vez, el Estado central tendría que ceder gran parte de sus competencias a los organismos intermedios. En aplicación de este principio se transfirieron, por ejemplo, la sanidad y la educación a las autonomías, optando por desmantelar la espesa burocracia centralizada de los ministerios. La ideología liberal mantiene unos criterios similares, aunque sustituye lo público por lo privado, al considerar que la flexibilidad empresarial detecta mejor las necesidades del consumidor y controla el gasto con la debida eficiencia. Aquí, aquí es donde se confunde o no se aplica en su concepto, el término liberal, El Gobierno está para servir al pueblo, no el pueblo al Gobierno.Con un tratado como el anteriormente mencionado, ¿para qué valen tantos políticos bigargos? ¿quién no es capaz de decirme hoy una caso de corrupción? Aspirante a alcalde, alcalde y goooooooooooool -Corrupción total-. demasiado poder al Gopbierno. Como decía Alfonso Guerra- padre de la corrupción- bastante tiempo ha servido el Gobierno al podel judicial, ahora que nos sirvan ellos a nosotros. Así nos va. Quiero decir que, frente a la idea de la subsidiariedad, cabe conjeturar lo contrario, a saber: que las unidades de poder más pequeñas son también más fácilmente corrompibles. Si no por defecto por exceso.
Por inercia, el énfasis se sitúa ahora en la recentralización: un temario educativo común, unas leyes de mercado unificadas, centrales de compra sanitarias a nivel nacional, etc.; lo que supone un regreso del jacobinismo, aunque sólo sea porque el tejido autonómico se ha gangrenado debido a la mediocridad de la clase dirigente y al aluvión de intereses clientelares. En este sentido, el Consejo de Ministros aprobó el pasado viernes un primer paso en la reforma de la Administración Local, con los objetivos habituales de ahorro, eficiencia, poda burocrática y todo lo demás. Aún es pronto para valorarla -que ni siquiera ha entrado en vigor-, pero llaman la atención algunos de sus presupuestos: el refuerzo de las Diputaciones, por ejemplo, o la demagógica descapitalización salarial de los concejales. Así, me temo que lo único que conseguiremos será incrementar la complejidad inherente a la burocracia y engrosar, todavía más, el número de mediocres entre los cargos electos municipales. En contra de lo que sostiene una crítica oportunista y facilona, en nuestro país los políticos españoles no están bien pagados. Sin embargo, gozan de un buen número de prebendas injustificadas y, lo que resulta más importante, apenas se les controla. Sin vencer estos dos escollos, dando paso a la ejemplaridad y a la transparencia, ninguna reforma dará sus frutos.
Voy a comparar dos ayuntamientos de un tamaño muy similar -Majadahonda, en Madrid, y Heldfon (Alemania).- en el municipio madrfileño reina la opacidad en la información sobre las cuentas públicas, el exalcade vecino de Bárcenas y Sepúlveda imputado en la operación Gurtel (de 18 alcaldes, 15 imputados-todos del PP) pero es que el que hay ahora tampoco rinde cuentas, sencillamente, porque no le da la gana. Por otro lado, en el muncipio aleman reina la transparencia cristalina de los números- Más de 200 folios colgados en la red y en el tablón del Ayuntamiento con todas las cuentas aminoradas ¿cómo se puede consolidar una banda de corruptos? Imposible. que ofrecía la ciudad americana (340 páginas colgadas en la red con información de todos y cada uno de los gastos). En cambio, ¿qué sabe realmente la ciudadanía española sobre los usos que hacen del dinero público sus dirigentes? Me temo que muy poco, más allá de una sospecha profunda con visos de verosimilitud. Restaurar la confianza pasa ineludiblemente por la transparencia como origen de la ejemplaridad democrática. El resto son mentiras, ochos, nueves y cartas que no valen. De modo, corrupción y más corrupción.
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