Así comen los tramposos de mis jefes. |
Cuando los niños quieren conseguir algo o,
simplemente, protestar por lo que está ocurriendo surgen LAS PATALETAS como acto de desesperación y repulsa de contrariedad
por frustración. Cuidado, no confundamos frustración con el inicio de un trauma
ni muchísimo menos, esta frustración se puede traducir por un “no me salgo con
la mía”.
¿Qué debemos hacer cuando el niño patalea? Claramente, nunca ceder si lo hace por un capricho o porque se niega a obedecer. En caso contrario estaríamos dándole al niño lo que desea a cambio de la pataleta y ésta empezaría a utilizar como arma para todas sus ínfulas, ya que se habría aprendido que ese comportamiento “es el que adecuado”.
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Por eso este nene no puede comer y, el bendito que morirá, ni patalea. Ni sabe que es la prima de riesgo, ni le importa. Solo necesita comer. |
Todas y cada una de las
pataletas, sencillamente, son reproches y todos tenemos derecho a ellas,
pero dentro de un orden. Nadie está pidiendo que los niños alcen una pancarta
en casa y griten al unísono “su grito de guerra” sino que comuniquen de forma
calmada lo que les sucede.
A los niños se les debe explicar la manera más adecuada de hacerlo, es decir, con palabras claras, con tranquilidad y formulando peticiones, no exigiendo. Cuando el niño comience a sustituir la pataleta por esta forma de comunicación se le debe recompensar esta en las primeras ocasiones. Este momento puede suponer un conflicto para nosotros. Aquello que más podría reforzar la expresión adecuada de la protesta sería la obtención de lo que el niño pide o la eliminación de aquello por lo que protesta…pero no debemos dárselo, porque si no aprendería que en vez de la pataleta, puede obtener lo que quiere a través de la comunicación en detrimento de la autoridad paterna. En este caso se le pude recompensar con otras cosas. Por ejemplo: alabanzas, posponer para otro día lo que pide el niño por su buena comunicación, actos de cariño, otro tipo de actividades u objetos que le gustan, etc.
En definitiva, son niños y padres o abuelos de esos niños. Pero los hispanos que llevamos
pataleando toda una vida y parte de la otra, para defender nuestros intereses y
el de esos niños que patalean, a veces pedimos un trozo de pan para echarnos a
la boca y nuestros dirigentes políticos se pasan nuestros pataleos por los
mismos huevos. Decía Hendrich que matar a una persona no estaba justificado,
salvo que UNO DE LOS DOS NO HUBIESE COMIDO. Evidentemente uno por hambre y el
otro porque iba a morir de hambre.
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