Que no olvide Pedro Sánchez que un microbio puede matar a un elefante, pero el elefante no puede matar al microbio.
La libertad en España, en poco tiempo, sólo podrá sobrevivir disfrazada, oculta en las catacumbas. Jueces, escritores, catedráticos, profesores, y algunos periodistas serán detenidos y silenciados
Cuando
hay que sobrevivir con una enormidad bucal, es conveniente saber
administrar la aglomeración de palabras que combaten en el inmenso
espacio del buzón para intentar que emigren ordenadamente de la boca al
aire. La diputada catalanazi Miriam Noguera, siempre amparada por
su colega balear y presidente del Congreso de los Diputados, Francia
Armengol, balear catalanista y separatista, ha protagonizado en el
Congreso una de las intervenciones parlamentarias más despreciables,
repulsivas y antidemocráticas de los últimos años. Se ha permitido el
lujo de señalar, amenazar y pedir que cinco jueces que llevan en sus
mochilas una larga experiencia de ejemplaridad en sus funciones, cinco
magistrados de trayectoria impecable, sean cesados, detenidos y
juzgados. El mundo al revés. También se ha referido a periodistas y
opinantes, pero sin dar nombres. Del buzón de Miriam Noguera han salido,
en sede parlamentaria, los nombres de los magistrados que desea
trasladar a su archipiélago Gulag, que en Cataluña ignoro dónde se
ubica. Los magistrados Marchena, Llarena, Lamela, Espejel y Lesmes. Ha
dicho en la tribuna del Congreso que esos cinco magistrados son
indecentes e indeseables, además de poco escrupulosos con la
imparcialidad.
Un insulto a toda la Judicatura, al pleno de Poder Judicial, y a la columna fundamental que sostiene el sistema democrático.
Lo
injustificable no encuentra la amnistía en las desavenencias con la
normalidad física de quien emite los exabruptos. Es cierto que la
separatista de la ultraderecha catalanazi tiene una boca de
tamaño desmesurado. Boca grande y larga lengua. Cuando pronuncia la O,
se le podría encajar en el buzón una mortadela a estrenar. Y en sus
palabras, además de racismo incontrolado se encuentra el odio, el
desprecio hacia todo lo español –es decir, hacia ella misma–, la
superioridad genética y la exigencia de la excepción. El mundo se divide
en tres partes. Partición muy paleta y aldeana. España, Cataluña y el
resto. Pero sobre todo, lo que más hiere, molesta y enfada a los que no
hemos tenido la oportunidad de ser catalanazis, es la chulería
del desafecto. Son nuestros y nos odian. Son de ellos y odian a los que
no piensan como ellos. De cuando en cuando, llega un señor bajito, que
es también separatista, y exige. ¿Quién es usted para exigir, Aragonés?
Representa a la facción contraria que Puigdemont, la gigantesca
condenada y la buzona. Exige un «referéndum» inmediato. El otro amenaza
a Sánchez y Albares en el Parlamento Europeo, y éstos soportan el
chorreo público de un delincuente huido de la Justicia, exiliado en
Waterloo con nuestro dinero, y exclusivamente empeñado en volver a
España como si fuera un héroe.
¿Cómo
huyó después de proclamar la independencia de los siete segundos y
organizar el violento golpe de Estado? En el maletero de un coche. Un
coche perfectamente localizado que siguió su ruta hacia Francia gracias a
la generosidad –eso se ha dicho y escrito– de la impulsora de Podemos y
vicepresidente del Gobierno del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, que
mandaba mucho más que Rajoy. Gracias a ellos nos cayó del infierno
Sánchez, y con Sánchez el comunismo –prohibido por la UE–, el
separatismo y el terrorismo, se hicieron con el poder. La libertad en
España, en poco tiempo, sólo podrá sobrevivir disfrazada, oculta en las
catacumbas. Jueces, escritores, catedráticos, profesores, y algunos
periodistas serán detenidos y silenciados. ¿Europa? Europa siempre ha
sido y será una gran puta. Nada que esperar. Si caen los cinco
magistrados señalados en sede parlamentaria por la catalanazi,
prepárense para lo peor. Es decir, para vivir el fin de España, la
nación unida, el Estado más antiguo de Europa. Un microbio puede matar a
un elefante.
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