Por desgracia para la
humanidad hay hechos políticos que debieran de ser incluidos en las páginas de
humor de los diarios, pero que en su dramática realidad no hacen sino refrendar
el absurdo cotidiano.
Le llaman Cumbre por la
Democracia y la inicia el presidente Biden hace dos semanas podría ser
considerada una expresión del humor involuntario de la realidad del poder. Sin
embargo, todos los indicios indican que la Casa Blanca sí está tomando en serio
su liderazgo galáctico a favor de la democracia.
La realidad latinoamericana
tiene todavía como herida abierta muchos de los abusos de poder estadounidense
para defender sus intereses. Aquí se recuerda solo uno: en 1970 el doctor en
medicina Salvador Allende Gossens ganó la presidencia de la República por la
vía electoral como candidato de la alianza entre su partido socialista y el
partido comunista. La victoria fue democrática en grado absoluto y cumplió con
todos los requisitos procedimentales de las leyes chilenas.
En 1973 y luego del programa
socialista de nacionalización de los recursos naturales, sobre todo el cobre,
el gobierno del presidente Richard Nixon ordenó a su secretario de Estado Henry
Kissinger la realización de operaciones clandestinas para derrocar al
presidente constitucional de Chile. La Casa Blanca financió a la derecha y
sobre todo manipuló a los militares para el golpe de Estado del 11 de
septiembre de 1973 que rompió la institucionalidad chilena y tiene el país
hasta la fecha atado a la doctrina de seguridad nacional de los militares
chilenos proestadunidenses.
Cada nueva administración
presidencial norteamericana libera documentos sobre el caso chileno y todos
confirman la brutal decisión de Nixon que condujo a la muerte por asesinato o
por suicidio del presidente Allende, pero sobre todo a la ruptura de la
democracia constitucional.
Ahora, y sin haber aplicado
leyes democráticas contra la Casa Blanca, el gobierno de Nixon, el golpista
Kissinger y los gobiernos estadounidenses que han avalado la política de
democracia estadounidense impuesta a Iberoamérica a través de corrupciones,
golpes de Estado y gobiernos proclives a Washington, el presidente Biden
aparece como el defensor de la democracia galáctica.
En este contexto, bien se le
pueden aplicar a Biden y a Estados Unidos las últimas palabras de madame
Marie-Jeanne Roland de la Platiere, revolucionaria francesa, al pie de la
guillotina de Robespierre: “oh libertad, libertad, cuántos crímenes se cometen
en tu nombre”. El gobierno de Estados Unidos, no solo el presidente Biden,
carece de autoridad moral, política e histórica para asumirse en el abanderado
de la democracia, aunque ha cometido muchos crímenes en su nombre.
La estructura de poder de
Estados Unidos que opera la Casa Blanca como eje de dominación imperial no se
basa en la democracia procedimental y de herencia griega y francesa, sino que
ejerce el dominio político a partir de los verdaderos hilos de poder que toman
las decisiones en Washington.
Entre muchas
investigaciones, aquí recomendamos solo seis sobre el poder imperial y no
democrático de EU:
1.- La arrogancia del poder,
del político J. William Fulbright, que revela la existencia de un águila
imperial de dos cabezas: la de dominación por la fuerza y la democrática.
2.- La república imperial,
de Raymond Aron, que convierte dos modelos excluyentes ---el democrático y el
imperial-- en un oxímoron que al final de cuentas se sintetiza en un imperio
dominante.
3.- ¿Quién gobierna Estados
Unidos?, de G. William Domhoff, en circulación desde 1969, en plena euforia de
las tropas estadunidenses en Vietnam, con su tesis de que la democracia
estadunidense es la de las bayonetas militares.
4.- El poder en la sombra.
La globalización y muerte de la democracia, de Noreena Hertz, y su propuesta de
dominación del poder en Washington de corporaciones de influencia mundial. Los
políticos son meros instrumentos de los intereses de las grandes empresas
capitalistas.
5.- La élite del poder, de
C. Wright Mills, un clásico de la sociología estadounidense y su categorización
de los pilares del gobierno y de sus decisiones: económico, político y militar.
6.- Los límites de la
legitimidad. Contradicciones políticas y capitalismo contemporáneo, de Alan
Wolfe, quien plantea la realidad de que los valores de acumulación y codicia
del capitalismo son en esencia contrarios a los objetivos de equidad y justicia
democrática.
El fracaso de EEUU como
modelo de democracia se aprecia en tres temas donde el poder real es
extrademocrático: el lobby de los fabricantes de armas que ha mantenido las
prohibiciones constitucionales, la segregación racial que mantiene el enfoque
sociológico de la degradación por enfoque de raza superior y la política de
seguridad nacional que define la centralidad mundial alrededor del american way
of life o modo de vida estadounidense o, de manera sencilla, el sueño americano
basado en la codicia y la riqueza monetaria.
En este sentido, la
democracia estadounidense se define con precisión en las estrategias de
seguridad nacional que han definido los presidentes de Nixon a Biden y que se
basan en la dominación de los intereses económicos de acumulación de capital de
los grupos corporativos estadounidenses.
Lo malo, sin embargo, ha
sido la falta de enfoques críticos a la Cumbre por la Democracia de Biden, pero
no debe sorprender porque los países desarrollados y subdesarrollados
dependientes del capitalismo estadounidense carecen de enfoques y
autorizaciones militares locales para confrontar la disputa ideológica vigente
con el socialismo y se cobijan bajo el paraguas militar antidemocrático de la
Casa Blanca.
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