Cuando el COVID hacía y hace
estragos, Pablo Iglesias, intenta socavar principios constitucionales en la
confusión de un momento trágico para nuestro querido país. Saben que no pueden
usar sus atajos contra el orden constitucional y buscan en la discordia su
caballo de Troya. Entre las corrientes de improvisación y las idas y venidas en
el Gobierno; entre las puertas giratorias de los ministerios y los partidos del
Gobierno; entre la confusión de Pedro Sánchez consigo mismo; se vislumbran los
planes de quien mueve los hilos, del vicepresidente Pablo Iglesias, en su viaje
a las alturas.
Este mítico viaje que en su
mismidad se plantea el líder de Unidas Podemos y actual vicepresidente del
Gobierno, Iglesias, hacia su particular Ítaca, o su asalto a los cielos, no es
sino un exabrupto populista planeado desde hace años, que, sin embargo, no hay
que minusvalorar.
Y esto lo planteo así porque
muchas de las resoluciones del Gobierno concernientes al Estado de Alarma en
que vivimos por el Covid-19, vienen maceradas de un tufo populista que el líder
de Podemos y sus camaradas ya han engendrado en otros países de Hispanoamérica,
y no sólo Venezuela, donde los letales efectos de sus retorcidas tesis son tan
evidentes, sino también otros como Argentina o Bolivia.
Los populistas han comenzado
su escalada a los cielos durante nuestro confinamiento. Justo mientras nos
jugamos el futuro de España, otros juegan una partida diferente. Lo increíble
es que no se ruborizan lo más mínimo, se les nota la ansiedad de sus porfías, y
arman su estrategia desde las instituciones del propio Estado. He visto a Pablo
Iglesias más preocupado por atizarle a la Justicia que por cumplir con su
responsabilidad de Gobierno. Empero, no consentiremos el abordaje a la
independencia de la Justicia y al orden Constitucional, de ninguna de las
maneras; eso sí, no va a ser una tarea tan sencilla como pudiera parecer. Nada
está asegurado por ley natural. La libertad hay que defenderla día a día para
ganarla.
Nada está ganado, ni la
democracia, ni por consiguiente el orden Constitucional. La ganamos día a día,
ejerciendo la tarea de controlar al Gobierno en el Parlamento o en la, a veces,
poco laureada encomienda de tener que recurrir resoluciones del Gobierno que
rayan en lo inconstitucional o directamente soslayan el derecho y lo arriman a
sus fueros: empresa que quizá no ocupe la primera línea del noticiario, pero
que es imprescindible. Esta tarea es
vigilante, porque la “industria” de los que quieren instalar al neocomunismo,
no duerme, e inventa día a día escenarios donde puedan varear sin descanso el
olivo de las libertades.
Han querido cerrar el
Congreso hasta que languideciera, pero el Partido Popular no se lo ha
consentido; y no ha sido fácil. No se ha escrito mucho sobre esto, pero tiene
una importancia máxima: el Congreso no se cierra y el Gobierno se tiene que
someter al control Parlamentario.
Han querido atacar la
Justicia, y no de cualquier manera: lo han hecho en boca del vicepresidente del
Gobierno, y en dos ocasiones, con intensidad creciente. Y esto no es en puridad
libertad de expresión, como dice el ministro de Justicia, esto es una invectiva
a la imagen de la Justicia, que para Pablo Iglesias sostiene parte de la
balanza de su Arcadia. Necesita ya abordarla, sin prisa, pero sin pausa. Pues
bien, el Consejo del Poder Judicial ya ha contestado. Desde el PP hemos
obligado al ministro de Justicia a dar explicaciones en el Pleno del Congreso y
lo hemos vuelto a citar en comparecencia en la Comisión de Justicia. Ningún
intento de perforación constitucional quedará sin respuesta.
De otro lado, muchos medios
de comunicación nacionales también han mostrado su queja ante el espectáculo
bolivariano de las ruedas de prensa enlatadas y cribadas de Pedro Sánchez al
principio de la crisis. ¿Esperaba el Gobierno la sumisión de la opinión pública
ante este disparate? Los medios han reaccionado y toda la sociedad. Así también
se defiende nuestra libertad. Les tenemos que demostrar que estamos alerta, que
defenderemos el orden constitucional todos y cada uno de los días.
Pero al mismo tiempo que
conocemos sus planes, y que sabemos que ahora el Gobierno está manejando un
doble objetivo: de un lado tapar las vergüenzas de su desastrosa gestión ante una
crisis de dimensiones gigantescas y de otro, aprovechar este momento de
turbulencias para, en la confusión de Agramante, recortarnos las libertades y
asentar la ‘normalidad’ de un modelo bolchevique. Para esa doble misión Pedro
Sánchez pareciera ejercer de alfil de Iglesias, cometido este que le exige
mentir aún más de lo que ya lo hacía cuando no formaba parte del binomio, en
aquellos tiempos del insomnio. Es curioso, cuando de tanta mentira yo le veía
crecer la nariz a Sánchez, no reparaba en que también le estaba creciendo la
coleta.
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