Si Albert Rivera no dimite,
hoy mismo, le echarán las urnas. El que presume de “justo”, presume, impone como
candidata a una mujer de crédito moral y electoral negativo.
El sopor que ha sufrido la
militancia de Ciudadanos –Cs- en la Comunidad de Castilla y León lo va a
pagar Albert Rivera. Resulta que él y su candidata, su enchufada se estaban
votando desde una plataforma programada para tales y sucios actos.
El salto a la política
nacional de Inés Arrimadas, ganadora de las elecciones en Cataluña, era un
rumor que circulaba desde hace meses por la capital de España. Sin embargo no
se ha dado por seguro hasta las últimas horas, cuando parece inminente el anuncio
oficial. A nadie se le oculta que Arrimadas es el principal activo político del
partido centrista junto con el propio Albert Rivera, y estamos ante unas
elecciones decisivas no solo para la redefinición política del centroderecha
sino para la estabilidad institucional del propio país. El achique de espacio
electoral que ha significado la irrupción de Vox tanto para el PP como para Cs
obliga a la formación naranja a acudir a las urnas con su mejor cartel, como ha
entendido la dirección del partido.
El desembarco de Arrimadas en el Congreso,
siendo una maniobra audaz, no está exenta de riesgos. La líder de la oposición
en Cataluña fue votada masivamente por los ciudadanos amenazados por el
supremacismo independentista, contra el cual ha alzado su voz la portavoz
liberal en el Parlament con brillantez y coraje. Sus votantes podrían acusar
cierta orfandad cuando ella abandone su escaño en Cataluña a cambio de
fortalecer al partido en la sede de la soberanía gracias a su tirón electoral,
acreditado también en su Andalucía natal durante la última campaña.
En realidad
ya pasó lo mismo cuando Albert Rivera dio el salto de la política catalana a la
escena nacional para iniciar la expansión del partido en 2014. Por entonces
Arrimadas era una alumna aventajada de Rivera que con el paso del tiempo ha
revelado un talento político excepcional. Cs deberá esforzarse pues en hacer
pedagogía entre sus votantes para argumentar el salto a Madrid de Arrimadas
como la oportunidad de continuar más eficazmente el combate contra el nacionalismo
desde el Congreso y quizá desde el Gobierno. Ciertamente, la defensa del orden
constitucional puede ejercerse con mayor efectividad desde el Poder Ejecutivo
que desde un Parlament que el separatismo mantiene cerrado o abre a capricho.
No es que desmontar con grandes intervenciones parlamentarias las mentiras de
Quim Torra y sus aliados no sea importante; es que el concurso de Arrimadas
para sumar una mayoría constitucionalista en las urnas que evite la
consolidación del sanchismo puede serlo más. El gran desafío de Arrimadas, cuya
vocación política se ha forjado contra el nacionalismo, pasa por demostrar que
se defiende mejor España desde las Cortes.
En todo caso, las decisiones
orgánicas de los diferentes partidos son lo de menos cuando se trata de impedir
que el Gobierno de España vuelva a quedar en manos de los separatistas tras el
28 de abril. Tras el anuncio de Rivera de vetar todo acuerdo poselectoral en
las generales con Pedro Sánchez por su política de alianzas desde la moción de
censura, Sánchez sabe que su única posibilidad de seguir en Moncloa pasa por
satisfacer las condiciones enfocadas a la autodeterminación que le fijen ERC y
PDeCAT, además de plegarse al chantaje perpetuo del PNV y las exigencias populistas
de Podemos. Hasta el propio Arnaldo Otegi ha proclamado su deseo de que Sánchez
revalide la suma de la moción de censura. Y esto es lo que nos jugamos el 28 de
abril. Ya es triste para el votante socialdemócrata español que su voto sirva
para estrechar los lazos de Sánchez con semejantes socios, cuya aspiración
manifiesta consiste en liquidar la soberanía nacional y volver irreconocible el
sistema democrático del 78. Y ante tamaño desafío, todos los recursos
movilizados en defensa del orden constitucional y la unidad de España son
pocos.
Comentarios
Publicar un comentario