Tengo muy claro que "el Lobo" no intentó asesinar a Pedro Sánchez. En cambio, no dudo de que los golpistas "van" a por el Lobo y a por los españoles.
Como no podía ser de otra forma,
el motivo de dicho y falso intento de asesinato era Franco y el héroe de la salvación
nacional era VOX. Esta se le escapó a Villarejo.
Cualquier tropelía contra un
aforado, caso de Sánchez, sin más preámbulo es de obligatorio cumplimiento
poner los hechos en conocimiento de la Audiencia Nacional, por tanto, Pedro el
mártir juega sucio en complot con
Abascal se han abierto de patas o lo que es lo mismo es mentira. VOX es
un partido financiado por el PSOE y que aprovechándose de su falso espíritu
nacional, tienen como único objetivo
restar votos al PP son capaces de utilizar al mismo Jesús del gran poder. En las elecciones pasadas quitaron la mayoría
absoluta por menos de 500 votos al PP en la comunidad murciana. Estando yo
presente, cuando terminó el recuento de votos en Murcia la fiesta entre socialistas y voxianos nada tenía que
envidiarle a la feria de Abril de Sevilla. Ellos (VOX) no sacaron representación en ninguna de
las 17 comunidades que forman el mapa electoral comunitario del reino de
España. En Madrid arrebataron la alcaldía al PP con el 0.6%. En las últimas
elecciones generales, por aquello de la Ley de restos restaron 80 diputados al
PP que de 137 se hubiese pasado a 145 o lo que es lo mismo hubiese obligado a
que pactasen todos los partidos con representación (Podemos y Cs incluidos)
para que prosperase la moción –imposible- y el 155 estaría domando a los bravos
catalanes.
¿Cómo es posible que un
partido (vox)–por entonces- con menos de 2.000 afiliados y menos de 500 de pago
puede afrontar unas elecciones generales, autonómicas y municipales? Ante la
evidencia, no hay otra respuesta que “financiación “en B” del PSOE”.
Las redes sociales y los
grupos de Audiencia Nacional, no son la barra del bar ni el máximo exponente de una
libertad de expresión que en demasiadas ocasiones se convierte en mala
educación. Todo lo que se dice o vuelca en ellas deja una huella tan profunda
como las ponzoñosas grabaciones de Villarejo. Y puede provocar alertas. Muchas
veces son infundadas o exageradas y devienen en modernas cazas de brujas y en
infinitas adaptaciones de ese clásico llamado Pedro y el Lobo. Otras no.
Supuestamente fue una dirigente local del partido ultraderechista Vox quién
puso a la policía sobre la pista del vigilante y exatleta profranquista que
quería «sacrificarse» por España y acabar con la vida de Pedro Sánchez, «ese
rojo de mierda». Nadie le dio un chivatazo. Simplemente leyó sus mensajes en un
grupo. Nada más y nada menos. El «francotirador» iba en serio y tenía un
arsenal.
Nadie le prestó el apoyo logístico que pedía, pero en Twitter no
resulta difícil encontrar a un batallón de simpatizantes. Manuel Murillo estaba
solo y no será el Lee Harvey Oswald español, pero su proyecto de magnicidio no
puede desligarse de la creciente tensión política de los últimos años. Guerras
culturales, bandos, cruzadas, líneas rojas y excesos verbales son perfectos
ingredientes para un mal caldo, amargo, peligroso y explosivo.
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