Nadie odia más a Cataluña que los catalanes. Hoy, con buen criterio, el mosaico del “clásico” estará en inglés, no en catalán. El FC Barcelona humillará al Real Madrid.

Blog de Juan Pardo



El Barça no va a ganar por los golpistas. Después del Papa, los jugadores del FC Barcelona son las personas más influyentes sobre la tierra. Con Messi en la grada, el Real Madrid se duerme, sus jugadores quieren aprender del mejor jugador de la historia del fútbol.


Cuando más del 98% de los ingresos del FC Barcelona no provienen de Cataluña y cerca del 99% de socios y simpatizantes son anticatalanistas y ciudadanos “del mundo”. El FC Barcelona no es catalanista. 

Prácticamente, todo el mundo, mira hoy a Barcelona. Al Camp Nou, para ser exactos. Y por eso no de extrañar que el lema del mosaico que recibirá esta tarde a los veintidós jugadores del FC Barcelona y el Real Madrid esté escrito en inglés, conforme a la audiencia global del espectáculo. La globalización ha transformado el mundo del fútbol este siglo XXI porque ha incidido en el meollo de la cuestión: los ingresos económicos de las entidades. La masa social de clubs como el FC Barcelona y el Real Madrid sigue creyendo que son los verdaderos dueños de sus respectivos clubs, ajenos a la tendencia universal de convertirse en sociedades anónimas, susceptibles de cotizar en bolsa o ser adquiridas por personas ajenas completamente al sentimiento o el ámbito local. 

La realidad, no obstante, es contundente, y así, los socios del FC Barcelona aportan 18 millones de euros anuales, el 2% del presupuesto frente a los 356 millones correspondientes a marketing o los 267 del capítulo de medios, básicamente televisión. La proporción es elocuente aunque desilusionante para el espíritu del aficionado, cuya fidelidad –en muchos casos transmitida de generación en generación– ha permitido a los grandes clubs ser lo que son en la actualidad: marcas deportivas globales en un mundo conquistado por el fútbol, después de que América del Norte y Asia se hayan convertido a esta religión deportiva. Ningún mercado se resiste hoy al fútbol.

De momento, FC Barcelona y Real Madrid mantienen las esencias y su propiedad sigue correspondiendo a los socios sin dejar de competir a escala mundial con entidades gobernadas por fondos de inversiones, oligarcas rusos o jeques bajo cuya aparente afición caprichosa se esconden inversiones fríamente calculadas. ¿Hasta cuándo podrán Barça y Real seguir compitiendo con su modelo? Esta es la pregunta del millón, porque la espiral de gastos es tan acelerada que existe el riesgo de que sus estrellas terminen por dar, como fue el caso de Neymar, espantadas ajenas a la lógica deportiva.

La grandeza del fútbol –como se verá hoy en el Camp Nou– se fundamenta en la fidelidad a prueba de bomba de los aficionados que no dan la espalda a sus clubs a pesar del sinfín de cambios contrarios a la tradición, desde los patrocinios hasta los horarios que apenas tienen en cuenta al espectador. Cuando llegan este tipo de partidos de máxima rivalidad, la pasión lo borra todo y durante noventa minutos la mirada infantil del aficionado se impone a la racional. Es un lujo tener en una misma competición a dos de los grandes clubs del mundo. Y con una rivalidad tan apasionante.

Al final, como siempre, el FC Barcelona sin Messi goleará al Real Madrid y todos o la gran mayoría, entonaremos ¡Barça, Barça, Barça….¡Visca el Barça¡. La semana que viene, de vueltas, con Rufián, Puigdemon y alguno que saldrá de nuevo.

Comentarios