Quim Torra, una bestia al que el alienígena Puigdemont, encarga destruir todo lo que huela a España. ¿Lo conseguirá?
Después de que el alienígena
Puigdemont fracasará con los marcianos Jordi Sànchez y Jordi Turull. La
bestia, Quin Torra, hoy, ha sido investido como el 131 presidente de la
Generalitat. El desbloqueo es una noticia largamente esperada, pero la
designación a dedo del propio Torra no augura un Gobierno respetuoso de la ley,
sino una continuación del choque institucional que ha dividido a los catalanes,
empobrecido la economía y dinamitado el autogobierno. Torra tiene difícil ser
investido de pleno derecho. No solo por las dudas que plantea la CUP, sino
porque la validez del voto delegado de Puigdemont y Comín depende en último
término de la decisión del Tribunal Constitucional. En todo caso, el Gobierno
debe mantenerse en guardia para aplicar cuantas medidas fueran necesarias
-incluida una reactivación del artículo 155 en caso de que éste decaiga- a fin
de frenar cualquier atropello a los derechos de todos los catalanes. Máxime después
de que el candidato anunciara su intención de impulsar "un proceso
constituyente a lo Nicolás Maduro", muy a pesar de las graves
consecuencias penales que conlleva dicho desafío.
La elección de “la bestia” como sucesor
de Mas y Puigdemont en generalalitat no ha sido un acierto y ellos lo saben. El
ex presidente de Òmnium Cultural es un ultranacionalista que ha dedicado tres
décadas a cebar el mito de 1714 y la Guerra de Sucesión, hegemonizando en favor
del independentismo el espacio de memoria del Born de Barcelona, y un
intelectual cuyos ademanes aparentemente dialogantes ocultan el fanatismo
propio de una doctrina intransigente y de corte supremacista.
Es cierto que, como ETA, pidió perdón
por los tuits ofensivos en los que denigraba sin reparos a todos los españoles,
de los que llegó a sentenciar que no son demócratas ni tienen vergüenza ni
saben hacer otra cosa que expoliar. Tal es el infame nivel del presidenciable
escogido al arbitrio exclusivo de Puigdemont. El perdón, en todo caso, es mera
pose, porque el candidato de Junts per Catalunya no escondió, durante una
cómoda entrevista en TV3, que piensa reinstaurar los organismos eliminados por
el 155. También abogó por "recuperar" las leyes suspendidas por el TC
y, en un delirio más propio de un activista que de un dirigente que aspira a
presidir una Cataluña plural, tachó de "crisis humanitaria" el
encarcelamiento provisional de los cabecillas del procés. Está por ver el
perfil de sus consellers, pero Moncloa no puede cerrar los ojos al propósito de
Puigdemont de convertir el nuevo Ejecutivo en un guiñol. El propio Torra ha
admitido que encarna una "etapa de transición" cuyas vías políticas
se sustentarán "en el exilio, en el Govern y en una ciudadanía
empoderada".
El terminología nacionalpopulista
le califica, aunque lo relevante es que el candidato no oculta que la tarea que
le ha ordenado Puigdemont se limita a una gobernación vicaria. El Gobierno, por
tanto, no puede darse por satisfecho con el limpio expediente judicial de
Torra. Méndez de Vigo sostuvo que la intervención de Cataluña ha obrado el
restablecimiento constitucional. Lo cierto es que el 155 pactado entre PP, PSOE
y Ciudadanos se ha limitado a la convocatoria electoral y a la gestión
ordinaria de la Administración catalana. Sin embargo, ni ha apaciguado al
independentismo ni ha frenado el uso partidista de la escuela y de los medios
públicos.
Así que el hecho de que Albert Rivera presione al Gobierno motivado
por el auge de Cs en los sondeos no es óbice para admitir que le asiste la
razón cuando denuncia que, tras medio año de intervención autonómica, el golpe
secesionista sigue en marcha. Preservar el consenso entre las fuerzas
constitucionalistas en la respuesta al separatismo resulta fundamental, tal
como enfatiza Mariano Rajoy. Pero aún es más importante que esta reacción sirva
de facto para garantizar el cumplimiento de la ley y para terminar con la
onerosa amenaza de repetición del procés. Supondría una nueva humillación que
los españoles no tolerarían, por lo que las dispuesta, necesariamente, serían
gravísimas.
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Turull, Jordi Sánchez, Cs, Carles Puigdemont, Albert Rivera, Blog de Juan Pardo
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