Marta Rovira (ERC), imputada
en el caso del proceso independentista de Cataluña, huyendo de la Justicia se ha marchado fuera de España. Rovira, al igual que el resto de los imputados por
rebelión estaba citada hoy en el Tribunal Supremo donde el juez Llarena iba a
comunicarle el auto de procesamiento. Rovira no tenía retirado el pasaporte ni
prohibición de salida del territorio nacional en las medidas cautelares.
Junto a Turull, el juez
Llarena va a estudiar posibles medidas cautelares, entre ellas, el posible
ingreso en prisión preventiva, de la expresidenta del Parlament Carme Forcadell
y los exconsellers Raúl Romeva, Josep Rull y Dolors Bassa una vez que les
comunique el procesamiento.
Felipe González ha lamentado
que la política "se esté degradando" y no esté siendo capaz de
remediar el problema de Cataluña: "Hemos judicializado la política porque,
como políticos, somos unos inútiles".
Cuando aquella confusa idea
(2015) que intentó “colar” el
independentismo al laborioso pueblo catalán con un populismo caduco y
trasnochado ya se estaba enalteciendo a bigardos, chupópteros, corruptos y jefes del Parlament catalán. Justo, ahí
empieza el debacle catalán, donde todo ha sido negativo y encubridor. Pocos,
muy pocos catalanes, hoy, 23/03/18 dudan
de los interés creados por los corruptos e innobles altos mandos y lacayos que
con crueldad. Aquella farsa solo trataba de justificar, al objeto de ganar
tiempo e implantar un sistema tan dictatorial como piramidal.
El tremendo error
de PSOE y PP
Pujol, el gran jefe y dueño
de España, donde PSOE y PP, si querían gobernar, dependían del “puto voto” de vascos y catalanes, es más que evidente
que a cambio de dinero y competencias semidictatoriales.
Poco después y antes que
después, populares y socialistas con mayorías aplastantes, perfectamente,
podrían haber cambiado el sistema electoral que, prácticamente, sería el mismo
que pondera actualmente. ¿La variable? Un diputado más para el partido más
votado en cada circunscripción. Ambos partidos mayoritarios, de facto,
aniquilaban a partidos minoritarios y se aseguraban de por vida su presidencia
en la presidencia del Gobierno de España. Primero intentó forzar dicha reforma,
Felipe González en la que por cierto y, en principio, Aznar estaba de acuerdo,
pero no en que se necesitasen las 3/5 partes de los votos para aprobar dicha
reforma; él sabía que en España como en el resto del mundo, el socialismo,
estaba agonizando. De ahí “sacó, lo de limitar mandatos a 8 años y que fuese
Rajoy quien la aprobase, pero surgió la indignación de los indignados, padres
del populismo y que, en consecuencia, son responsables directos del mal
endémico que ya padeció la República. Por ejemplo, Italia ha llegado a tener 49
primeros ministros y 65 gobiernos desde la Segunda Guerra Mundial. Ese, solo
ese camino lleva España.
Hoy la editorial de El
Mundo, “Entre la farsa y el sainete” –buenísima- identifica con plena claridad
el problema catalán que no es otro que el de España y la subida de las extremas
radicales país a país o fin del sistema democrático, el bienestar del pueblo
con tiranía, degüellos o pistolas (ver Venezuela, Brasil, Argentina, El
Salvador, Colombia, etc)
Desde que el independentismo
catalán confundió la mayoría parlamentaria de 2015 con un mandato para la
secesión, Cataluña permanece anclada en un escenario que bascula entre el
engaño y el circo. Esta mezcla -de consecuencias sociales y económicas letales-
cristalizó ayer en la farsa representada en el Parlament. Bastaba comprobar la
abulia con la que Jordi Turull leyó su plúmbeo discurso de investidura, y las
caras de sopor y desinterés en la bancada separatista, para certificar la
colosal pérdida de tiempo de la sesión de ayer en la Cámara catalana.
Tras intentar la investidura
telemática de Carles Puigdemont, fugado en Bélgica; y de Jordi Sànchez, en
prisión preventiva, el secesionismo interpretó una nueva representación de la
ópera bufa del procés. Ni el propio Turull se creyó su papel de trámite tras
ver como la abstención de la CUP reventaba una operación política destinada
sólo a ganar tiempo para superar el colapso entre las formaciones soberanistas.
El único efecto positivo de este capítulo es que, tras la votación de ayer, el
reloj de la investidura ya corre y habrá nuevas elecciones si no hay president
antes de dos meses.
Torrent forzó el Pleno para
adelantarse al juez Pablo Llarena, quien hoy dictará el auto de procesamiento
contra los líderes independentistas, como paso previo para ser juzgados
rebelión y sedición. Turull no podrá presentarse ante el magistrado como
presidente electo, pero el solo hecho de tratar de acompasar su táctica al
calendario judicial revela la concepción antidemocrática en la que sigue
moviéndose el separatismo. Durante su intervención, aunque evitó expresar su
respaldo al cumplimiento de la ley, se cuidó de no mencionar las palabras
"república" e "independencia", probablemente, porque la
cita de Llarena le pone a las puertas de un nuevo envío a prisión. Y cabe
recordar que un procesado por rebelión encarcelado queda automáticamente
suspendido de cualquier cargo público.
El independentismo sabe que
Turull es una opción inviable para desencallar la legislatura. No sólo por su
participación directa en la hoja de ruta que desembocó en el referéndum ilegal
y la declaración unilateral de independencia, sino porque puede ser
inhabilitado. Por tanto, el independentismo puede seguir porfiando en presentar
como candidatos a dirigentes que aplicaron un plan orientado a liquidar el
orden constitucional. La realidad es que las trabas para impedir una vuelta a
la normalidad no harán más que alargar el 155. Es una burla pretender investir
a un fugado, a un encarcelado o a un imputado. Cataluña necesita un Govern
efectivo y respetuoso con la ley, lo que permitiría restituir el ejercicio
pleno del autogobierno. Las fuerzas secesionistas cosecharon el 21-D una
mayoría de escaños en el Parlament, pero la formación de Gobierno seguirá
siendo un objetivo inviable mientras se empeñen en perpetuar el choque con el
Estado.
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