Que Rajoy, posiblemente, sea
el político más capacitado y honrado del mundo, nadie lo pone en duda. Hasta
los pocos que le censuran no encuentran argumentos ni razones. Por ejemplo, el registrador de la propiedad, Mariano Rajoy,
es titular del Registro de la Propiedad número 1 de Santa Pola –en excedencia-.
Ese Registro ha facturado por encima de los 50 millones de euros. Lo que supondría,
para el registrador, +-7 millones de
euros netos/año. Es el registro que más ha facturado de España.
Rajoy no está
en política por dinero, está porque es su pasión, como la mía, escribir siendo un
triste juntador de letras y menos que nadie, me cuesta el dinero, pérdida de
tiempo y más de 20 juicios al año. El próximo son varias querellas que me ha puesto el plagiador Sr. Pérez, alias
Pérez Reverte. Gracias a Dios y a mis fuentes de información, hasta la fecha,
todos los he ganado. El Sr. Pérez está condenado en firme por la Audiencia de
Madrid por plagio –copiar y pegar con ámbito de lucro- solo pedía y pido que le
excluyan de la RAE, sacar del armario a un animal como este también reconforta.
Rajoy tendrá que declarar.
No está imputado, pero en este país eso ya da igual. En España, la presunción
de culpabilidad es una realidad que los políticos se labraron a pulso,
saqueando el Estado hasta quebrarlo con impunidad, mientras se aforaban con
leyes creadas “ad-hoc” en número de 10.000. Es el fulanismo encumbrado al
poder.
El socialdemócrata Rajoy,
para la mayor parte de los ciudadanos es más que culpable, “in vigilando o in
saqueando”. Sostener que nada supo le descalifica como gestor y le sitúa ante
la puerta de la dignidad y la dimisión, o la indigna jeta que sin duda
lucirá.
Con el latrocinio en
impuestos sufrido, Rajoy evidenció su impostada catadura moral tras aquella
inolvidable e irreverente excusa; “subir el IVA es el robo del mal gobernante”,
un burdo y populista eslogan para ganar el poder y estafarnos una vez más. ¿Había otra posibilidad? Fue “impuesta” por la
UE derivado de la herencia de Zapatero.
Hoy, despejados los
nubarrones de la crisis, los impuestos siguen sin bajar, la deuda sigue
irrefrenablemente disparada y todas aquellas promesas plasmadas en ese
ilusionante programa (ilegalizar ETA, quitar festivos, reducir Estado y gasto
público) clamorosamente incumplidas ante el escarnio de los 11 millones de
votantes.
Rajoy obtuvo la más
aplastante mayoría absoluta jamás otorgada a un gobernante, esa que junto a su
programa han quedado en la memoria de todos para ilustrar y señalar su tremenda
mala fe socialdemócrata, la misma que veremos lucir el día de su declaración,
si es que va.
En cualquier caso, de
producirse su comparecencia judicial, como todos sabemos, quedará en nada. Sus
predecesores en la pena televisiva, Pujol, Chávez o Griñán han señalado el
camino hacia la impunidad que Rajoy conoce y donde la clase política se maneja
con cómoda naturalidad.
Lo del "show" de
la detención de Ignacio González es, como la de Rato, eso, carnaza para el
lúmpen ciudadano, o la corrala madrileña que hoy ya es Twitter, humo de fogueo
de distracción política, alpiste televisivo mientras él, infame, se pone a
salvo del foco mediático.
Es la pena del telediario
que también pretenden escamotearnos, el abucheo de juzgado, el insulto soez de
verdulera al mal gobernante, que ufano y con sorna se burla de nosotros desde
su coche oficial que le pagas tú, camino del juzgado, sabedor de que esa justicia
que él controla, mal financia y ralentiza, está casi siempre al servicio de
quienes eligen a los jueces; al servicio del poder.
Por eso, y aunque yo lo
condene, recordar aquel bofetón que le dio un descerebrado, a veces me hizo
livianamente sonreír. Se lo propinó cabreado, además, un lejano familiar
borracho de ira populista, esa que promueven los del "tu odio mi sonrisa"
impagables aliados de este último testigo de la Gürtel.
El mismo populismo que Rajoy
siembra y apoya, el mismo populismo que alienta y promueve, el mismo populismo
que Rajoy sabe de nuevo nos forzará otra vez a votarle, pero que finalmente nos
devorará a todos, generosamente regado por la mala gestión, la imprudente
confabulación y la sangrante corrupción de tanto criminal gobernante que
durante 40 años de imperfecta democracia, elegimos.
Por eso, a millones de
españoles, aquel único e insolente bofetón, violento e irreverente, duro,
inconsciente y ramplón, nos supo de algún modo a justicia divina... aunque
fuese podemita y... popular.
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