El juez de Vigilancia Penitenciaria de la
Audiencia Nacional, José Luis Castro, ha concedido un primer permiso
penitenciario «extraordinario» al que fuera jefe militar de ETA Francisco
Javier García Gaztelu, 'Txapote', ante la «dificultad de movilidad» de su
padre.
El magistrado, José Luis Castro, ha tomado esta
decisión en contra del criterio de la Junta de Tratamiento de la cárcel de
Huelva en la que, Txapote, cumple condena -que no era partidaria de autorizarlo- y
permitirá que el etarra salga a visitar a su padre –enfermo-. A Miguel Ángel
Blanco, él le prohibió la libertad de por vida.
A tres días vista para que
ETA ponga en marcha un enorme despliegue propagandístico a costa de su supuesto
desarme. Un intento desesperado de convertir su irreversible derrota tras casi
60 años de historia criminal en una negociación con el Estado de derecho para
que sus atrocidades queden impunes. Y, en lugar de armarnos ideológica y
democráticamente frente a esa repugnante manipulación que se nos viene encima,
asistimos en España a una auténtica conjura de los necios en la que no cabe ya
un tonto más para hacerle el juego a los terroristas.
Por una parte, el Gobierno
vasco se muestra dispuesto a participar en la bufonada etarra junto a esos
farsantes que se autodenominan «artesanos de la paz». A cambio de entregar 56
pistolas, entre las que, por cierto, no
estarán las usadas para asesinar a las víctimas cuyas muertes siguen sin
esclarecer, esos santos orfebres, con la complicidad del Ejecutivo vasco,
exigirán al Gobierno que «se mueva» y modifique su política antiterrorista,
como si el Estado le debiera algo a ETA.
Claro que sí. Pongámoselo
fácil a los asesinos. Por si fuera poco, a escasos días del aquelarre proetarra
de este sábado un juez de vigilancia penitenciaria concede un permiso a
Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, asesino en serie de, entre
otros muchos, Miguel Ángel Blanco, Fernando Múgica, Gregorio Ordóñez, José Luis
López de Lacalle o Fernando Buesa. Y ello, a pesar de que Txapote jamás se ha
arrepentido de sus crímenes, ni ha pedido perdón, ni ha renegado de ETA. Bien.
Sigamos dando argumentos para la impunidad. Remata el cuadro Podemos, que a
pocos días de la pantomima considera prioritario suprimir de la legislación el
delito de enaltecimiento del terrorismo. Para defender semejante dislate,
Pablo Iglesias presenta a
una mujer condenada por humillación a las víctimas como a una mártir inocente a
la que se le ha «arruinado la vida» solo por contar «chistes». Podrá discutirse
si burlarse del asesinato de un miembro de la dictadura franquista como Luis
Carrero Blanco debe estar o no penado. Pero, en todo caso, ser tratado con
excesiva severidad por la Justicia no convierte a un miserable en una persona
ejemplar.
Porque, como recoge la
sentencia, antes de esas supuestas bromas Cassandra ya había escrito cositas
como esta: «Qué mal hizo ETA dejando a tanto hijo de puta vivo». Por más
vueltas que le doy, yo no acabo de ver ahí el «chiste», aunque, afortunadamente
para ella, eso lo escribió siendo menor de edad por pocos meses. Su condena
podrá ser revisada y hasta revocada si es el caso. Pero, al margen de eso,
Cassandra Vera es un ser despreciable que no puede ser reivindicada como
símbolo de ninguna causa.
Para ser sinceros, yo me
alegro de que su inhabilitación dificulte que alguien que odia tanto y desea el
asesinato de otros llegue a ser maestra, como al parecer pretende. Convertirla
en ejemplo, víctima y estandarte de la libertad de expresión es solo una forma
más de sumarse a esa auténtica conjura de los necios que le está haciendo el
juego a los terroristas.
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