Cataluña, hoy, refugio de fracasados y soplagaitas; mañana, frente de guerra dotado por confundidos, mercenarios y rebeldes sin causa
Hay que deslindar el mapa
político y recuperar el consenso constitucional. En principio sería tarea tan
justa y legal como necesaria. Pero los independentistas catalanes por cabeza
una bola de mármol, por cuerpo una estaca de acero y por extremidades alambres de algodón.
Nunca jamás ha salido nada positivode
la confusión, de la mentira, del hipnotismo, de la amenaza. Los
independentistas, en su día, apostaron por las urnas como espíritu nacional
catalán para aclarar las auténticas
opciones democráticas, pero de una convocatoria electoral confusa y
criminalizada no podía salir un panorama claro. Los 62 escaños que obtuvieron
los de Junts Pel Sí, a seis de la mayoría para gobernar con estabilidad y a uno
de la mayoría presidencial para la investidura, serían suficientes en un
Parlamento normal, donde siempre aparecerían los escaños complementarios del
campo moderado para sostener al Ejecutivo. No fue así en el Parlamento que se
formó como resultado de las elecciones del 27-S, en el que la fuerza que
complementa de forma casi natural a esta mayoría insuficiente es nada menos que
la CUP, a la que no le basta con romper con España sino que quiere extender la
ruptura a la UE, la OTAN e incluso al sistema capitalista, inhabilitando así al
alimón cualquier eventual comprensión del proceso soberanista desde la esfera
internacional.
Cataluña, después de no
pocos debates, se abocó a la fragmentación, la inestabilidad y
la ingobernabilidad. La tarea de demolición de Artur Mas –hoy condenado- se
consiguió. Ahora, Cataluña tiene dos dueños, Ada Colau y Puigdemont que,
precisamente, intentaron formar Gobierno –la desconexión- con Pedro Sánchez. Estos tres lunáticos tienen menos crédito que
un grillo sin olvidar que antes fueron jabalíes heridos. Pobre jefe el de
Ciudatans, Albert Rivera a todas se apuntan y de odas le echan.
Artur Mas, mozo de estoque
de Jordi Pujol era la última reminiscencia del nacionalismo moderado y
posibilista que fue durante años la característica de CiU; pero su doble deriva
hacia el secesionismo y el izquierdismo evidente en sus adelantos electorales, le incapacitan
para ofrecerse como interlocutor de cualquier tipo de diálogo. Esta era una
posición que tiene su contrafigura simétrica en Mariano Rajoy: el inmovilismo
hecho presidente, frente al frenesí secesionista de Mas. Tanto Rajoy como Mas
son poco tontos. Solo que Artur Mas, de momento, está inhabilitado más pronto
que tarde en la cárcel.
Comentarios
Publicar un comentario