Se puede confiar en las malas personas, Pedro Sánchez, nunca cambiará



Quienes dudaban de si Pedro Sánchez volvería o no a presentarse como candidato a la SG del PSOE olvidaban un hecho decisivo: que el ex dirigente socialista optaría seguro por hacerlo al no tener nada que perder, pues todo lo que ha sido y lo que previsiblemente podría llegar a ser en el futuro ha tenido y tiene exclusivamente que ver con la política, única profesión a la que de verdad se ha dedicado.

Sánchez es un vividor de la política profesional que ha supeditado siempre su actuación pública a sus intereses personales, que en él han llegado a convertirse en una patológica obsesión por llegar a la presidencia del Gobierno. A ese objetivo subordinó el líder socialista toda la política del PSOE, lo que lo llevó primero a amarrarse al sillón de la secretaría general tras haber conducido a su partido en solo seis meses a las dos peores derrotas electorales de su historia; y, pese a ello, a tratar después de cerrar un acuerdo demencial para llegar a la Moncloa a cualquier precio, es decir, con el apoyo de Podemos y los independentistas, aunque eso supusiera poner en serio riesgo la salida de la crisis económica y la unidad de España y exigiera violar flagrantemente los límites que la dirección del PSOE había establecido para negociar un pacto de gobierno.

Como todas las personas que viven dominadas por una alucinación, Sánchez ha decidido regresar pese a saber que su vuelta, gane o pierda, elimina de plano toda posibilidad de cerrar en serio el gravísimo conflicto interno que está desangrando al PSOE y que podría colocarlo al borde mismo de la muerte. Y como todos los oportunistas sin principios que en el mundo de la política han existido, quien se proclamó candidato moderado a presidente del Gobierno en junio del 2015 ante una inmensa bandera de España, reaparece ahora, ¡un año y medio después!, como el líder del ala radical del socialismo español, candidato in pectore a presidir un Gobierno alternativo al del PP con el apoyo de la extrema izquierda y el secesionismo hoy en abierta sublevación contra el Estado democrático.

El rencor desatado, la ciega ambición, la inanidad profesional: esos son los motores que mueven a Pedro Sánchez en su regreso como muerto viviente de la política española. Un político desahuciado, dispuesto a ganar aunque sea dejando a su partido hecho cenizas. Un exdirigente que abandera una política radical, no menos finiquitada por la dura realidad, que no ha sido capaz de poner en práctica ni uno solo de los dirigentes europeos de la izquierda que con ella llegaron al gobierno, desde François Hollande a Alexis Tsipras.

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