La independencia de Cataluña ha terminado en fracaso. ¿Por qué tenemos que pagar esa torpeza los españoles no catalanes?
Que la apuesta
independentista en Catalunya termine fracasando es más que probable. Volverá a
ser Cataluña con 3/4 –tendrán que vender alguna provincia para paliar la deuda-
provincias de España con un poco de identidad comunitaria. ¿Qué pasará después? Para mi solo hay dos
posibilidades: 1.- retroceder en la capacidad de autogobierno. 2.- adelantar
camino a una Constitución federal. Casi todos pensamos que la única vía para
articular la convivencia será esta última, es decir renovar el pacto social con
más unión y más respeto de la diversidad.
Aunque, de momento, nada se puede descartar. “Las cuentas” están muy
enmarañadas y no las saben ni los “duelos” de la Generalitat.
Algo tenemos claro y
necesario hay que clarificar la distribución competencial entre niveles de
gobierno, crear instituciones y mecanismos que permitan conformar las
decisiones colectivas y acordar símbolos en los que todos nos sintamos cómodos
e identificados. También habrá que instaurar un nuevo sistema de financiación
territorial –Muy difícil-. Ello exigirá
aprovechar lo positivo de la de democracia y mejorar aquello que hemos hecho
mal. La financiación territorial consistirá en reforzar la responsabilidad
tributaria, establecer un criterio aceptado de igualdad y mejorar la cooperación
mediante una cultura federal. Aunque mucho me temo que esta sea la trampa del
Gobierno Catalán, para seguir engatusando a sus ciudadanos.
Artur Mas, líder catalán
cree que la legitimidad de su Gobierno emana de la Edad Media, por encima de la
Constitución, pero ninguno de sus antecesores era catalanista
Lograr un sistema de
financiación federal es posible si se resuelve el problema político de fondo:
de qué manera queremos seguir viviendo juntos. Pero mucho me temo que AHÍ los
almerienses, madrileños y leperos no van a tragar.
En materia de impuestos,
Cataluña (y las demás comunidades de régimen común) es notable. Por ejemplo,
cuando accedió a la presidencia de la Generalitat, Artur Mas (2011) decidió
dejar de recaudar ás de 300 millones de euros, el 1,3% de los ingresos
ampliando la reforma del impuesto de sucesiones y donaciones. Más significativa
es la posibilidad de alterar el IRPF, dado que Cataluña es competente sobre el
50% de la tarifa. Sin embargo, la Generalitat no pudo recaudar un euro por
receta, ni se le permite modificar el tipo de IVA, entre otras limitaciones. En
una España federal hay que lograr que la capacidad autónoma para recaudar
impuestos sea mayor y que los electores así lo perciban cuando votan. Son
posibles diversas fórmulas, pero todas requieren más confianza entre las
instituciones. Por ejemplo, si se optara por separar, totalmente, en dos partes
el IRPF, sería imprescindible una agencia tributaria única e integrada, al
servicio de todas las administraciones y cuya gobernanza se determinase por un
Senado federal, que representara bien a los territorios. Posiblemente no habría
muchas pegas.
Actualmente los recursos
disponibles para políticas sanitarias, educativas y sociales en País vasco y
Navarra duplican al del resto de comunidades, lo que representa un grado de
desigualdad insoportable. Una España federal debería reducir de forma paulatina
las diferencias financieras con los territorios forales. Existen fórmulas para
ello, respetuosas con el concierto y el convenio, que conducirían a una
contribución más solidaria con el resto de España.
Por otra parte, no se ha
logrado hasta ahora hacer explícito el criterio de igualdad. Una opción, que es
generalmente aceptada, sería igualar la financiación por habitante de los
servicios competencia de las comunidades, una vez se tienen en cuenta los
indicadores de necesidad y, obviamente, para un esfuerzo fiscal estándar. Este
objetivo respeta la ordinalidad y es factible, pero exige dotar al Gobierno
central (o federal) de herramientas eficaces para realizar políticas de
desarrollo que contribuyan a la convergencia regional. Así, el Fondo de
Compensación Interterritorial debería ser un instrumento reforzado, pero no
acabado.
En nuestra historia reciente
hemos padecido una notable falta de transparencia que ha perjudicado la
rendición de cuentas democrática y la confianza en las instituciones. Por
ejemplo en Catalunya ha sido posible bajar los impuestos a los más ricos y
construir a la vez el mensaje de “España nos roba”, felizmente desmontado por
Josep Borrell (en ‘Los cuentos y las cuentas de la independencia’, con J.
Llorach). Pero también en el resto de España se creía que la política del ‘peix
al cove’ ocultaba favores insondables a Cataluña.
Tiene que haber más
confianza, transparencia y más cooperación entre todos los gobiernos para
gestionar los recursos que los ciudadanos ponen a su disposición pagando
impuestos. En suma, lograr un sistema de financiación federal es posible si se
resuelve el problema político de fondo: de qué manera queremos seguir viviendo
juntos. Las opciones reales son volver a centralizar o apostar por más
autogobierno. Confiemos que entre todos seamos capaces de contribuir a hacer
una España mejor, probablemente federal, pero no necesariamente.
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