Títeres.¿Qué sería más punible simular con títeres el ahorcamiento de un juez o el de Manuela Carmena?

En Madrid, capital en precario de España, ocurre casi de todo, hace unos días con la aquiescencia de la regidora de la ya angustiosa capital, un grupo de dos titiriteros andaluces con un historial delictivo como para no dejarles entrar en el Museo del Prado. Los títeres, en cuestión, hacían aparecer en escena un cartel que decía «gora Alka-ETA», ahorcaban a un juez, tampoco sabemos si detrás venía otro y no sé cuántas tropelías más. El juez,  el primer juez, -ahora vendrá el juez político-  metió a los titiriteros en la cárcel sin fianza y ya tenemos lío político y penal. Político, porque desató una tormenta sobre los gestos y acciones de los ayuntamientos regidos por Podemos. Penal, porque dividió a los propios juristas en dos: los que consideran que estamos ante claros delitos de enaltecimiento del terrorismo y fomento del odio y los que creen que era un recurso narrativo, con lo cual estaríamos ante un asalto a la libertad de expresión.

No he dejado claro lo de Madrid, capital en precario, de España. Le preguntó el Almirante Pita da Veiga a Franco: ¿Por qué está en Madrid el Ministerio de Marina? Y Franco responde: Y el de agricultura, y el de industria, y todos, Eso mismo me lo vengo preguntando yo hace 20 años. Pero son tan débiles los madrileños que si les quita una taquilla del metro se mueren de hambre. El centralismo de Madrid es más dañino para España que el independentismo catalán, sencillamente, los independentistas saben que nunca conseguirán su cometido, en cambio, los  madrileños son tan flojos que hasta una secta delictiva les ha sitiado. Nadie alza la voz, ¿Sabéis por qué? Porque, el resto de los españoles les mantenemos.

En el lío ese de os títeres, sin lugar a dudas,  hubo delito. Pero, también,  la responsabilidad política. ¿Cómo se contrata a un grupo así para un espectáculo infantil, sabiendo además que no es indicado para niños, como reconoció la alcaldesa Carmena, ya no lo reconoce? Se contrata por pura simpatía ideológica o de grupo. Si la corporación, empezando por la concejala de Cultura, no estuviese en el círculo político en que está, no contrataría a esos artistas, ni esos artistas tendrían acceso a ella. Estamos acostumbrados a esos favores en todos los tiempos y en todos los gobiernos.  Esto solo pasa en Madrid. ¿Qué menos que a un espectáculo para niños haya una patrulla de la Policía Local? Igual estaban multando a Esperanza Aguirre.


Pero ahora acabamos de entrar en una fase más peligrosa: la de la necesidad de justificar lo que hicieron los titiriteros y la recíproca de condenarlos como ejemplo de expresión purulenta de la sociedad que quiere crear Podemos desde las instituciones. No exagero.  Hemos visto cómo los jueces se dividían entre quienes justificaban la prisión de los artistas y quienes denunciaban la facilidad con que se mete a la gente en la cárcel. Hemos leído condenas a los nuevos gobiernos locales y hemos escuchado a la alcaldesa de Barcelona que justificaba el espectáculo porque una sátira solo es una sátira, nunca un delito. Y hemos descubierto la nueva forma de justificar cualquier tropelía, siempre que sea cometida por alguien de Podemos. La dijo Pablo Iglesias: se ordena la prisión preventiva de unos artistas y se deja en libertad a los grandes de la corrupción.  Con títeres terroríficos empezó la guerra civil y Madrid como cuerpo de batalla. De ahí que digan los más mayores, Los títeres barruntan hambre y guerra. 

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