Diada, en catalán, significa amar a España (Spain) sobre todas las cosas-

Cataluña, de momento, región española, como cada año celebra el 11-este año el 10- de septiembre la Diada, es decir, el día festivo de la comunidad autónoma. Donde, normalmente, acuden, Mossos d'Esquadra, Policía local, Policía municipal, Ertzainas –camuflados- Guardia Urbana, Policía portuaria, Agentes forestales, perros adiestrados, políticos disconformes con España, Cruz Roja, servicio d emergencia médicas, el Virrey de Cataluña –nombrado por Pujol- y algún que otro fanático o curiosos para hacer fotos dobladas que, posteriormente, cuelga en las redes sociales.  Pero la jornada dicen que se aprovecha  para resaltar la interesante cultura catalana, herencia del reino medieval de Aragón, y para reivindicar la pérdida de sus privilegios históricos hace tres siglos. Sin embargo, esta fecha también se viene utilizando en los últimos años como altavoz para mantener determinadas posturas políticas, entre ellas la independencia de Cataluña de España y su configuración dentro de Europa como nuevo estado. Por ello no hay que confundir la Diada con la historia de Cataluña

En el siglo XV, la región que hoy comprende Cataluña estaba integrada en el reino de Aragón, donde también se incluía la actual comunidad autónoma del mismo nombre, el reino de Valencia (hoy Comunidad Valenciana) y el Reino de Mallorca (Islas Baleares).

Hace poco hacía especial mención a que más grave que la burbuja inmobiliaria que ha dejado estrangulada nuestra economía, era la burbuja nacionalista que ha lastrado seriamente los nobles planes autonomistas diseñados durante la Transición. Y lo vuelvo a repetir, el próximo, 11 de septiembre, Diada de Cataluña, que pretende todo lo contrario: Hinchar aún más esa burbuja hasta el punto de hacer inviable el funcionamiento del sistema democrático español. No deja de ser una ironía de la historia que España, que fue el país que dio los primeros pasos en Europa para construir el Estado moderno, no haya logrado todavía deshacerse de esas auténticas supervivencias feudales que han llegado a nosotros bajo la máscara de privilegios forales y de supuestos “derechos históricos”. Por aquellas mismas lejanas fechas, Luis XI de Francia tuvo que enfrentarse con dos regiones francesas, Borgoña y Bretaña, que ya tenían veleidades independentistas, pero con habilidad acabó con aquellas pretensiones. Detrás de todo aquello no estaban los pueblos sino las minorías privilegiadas que se oponían a la modernización que entonces encarnaba la monarquía. Todas las cancillerías europeas denominan “Reyes de España” a los Reyes Católicos y sus sucesores, cuando todavía ellos hacían la larga enumeración de los territorios sobre los que reinaban. Y se dio el caso curioso de que Alfonso V de Portugal protestó de ese título “de España” porque se sentía con el mismo derecho a llamarse “español”. Ahora le toca a Escocia que en su afán hipnotizazor, no deja de ser el preámbulo del cambio. Cuando el mundo tiende a unirse, ellos tienden a separarse.  ¿Los sabéis? Los británicos conducen por la izquierda y se niegan a homologarse con el resto del mundo, solo por aquello de llevar la contraria.

El nacionalismo catalán se está haciendo falsas expectativas, que no aguanta un mínimo análisis riguroso y ha creado el mito de una castellanización forzada que nunca existió y se ha empeñado en hacer de “Madrid” un opresor histórico cuando los hechos demuestran que la prosperidad catalana siempre ha estado imbricada y por encima  de la del resto de España. Como recuerda el profesor Luis Fernández Antón, “cuando se inicia el conflicto de las oligarquías catalanas contra Felipe IV en 1640, precedido de la revuelta popular de los segadores en el famoso ’Corpus de Sangre’, el grito de las masas empobrecidas y castigadas por sus señores, por las Cortes catalanas y la Diputación del general o Generalidad, fue el de ’Visca la Santa Fe Catholica y el rey d’Espanya y muira el mal govern’”. El mal gobierno de sus “propias” instituciones, ya entonces. Ahora lean lo que cuenta de aquellas jornadas el nacionalismo oficial: Se han inventado una historia, en todas sus piezas, y lo peor es que se la han creído ellos mismos y con ella han embaucado a varias generaciones de catalanes. Un autor tan poco sospechoso como Pierre Vilar escribe: “Renunciemos, pues, a la imagen de una Cataluña ahogada por el centralismo real, castellano”. Y Elliot, en su libro La rebelión de los catalanes, se opone al concepto de “castellanización agresiva” y a lo que denomina “interpretación conspirativa” de aquellos acontecimientos y afirma que tales ideas “no son sino un fantasma inventado por la historiografía catalanista del siglo XIX

En pleno siglo XXI y en una Cataluña que goza de un mayor grado de autonomía que en ningún otro momento de su historia y, por supuesto, más que cualquier otra de las 16 autonomías restantes; no es de recibo que sus líderes políticos persistan en la falsificación y el engaño y se pierdan en disquisiciones sobre soberanismo, autodeterminación, derecho a decidir y referendos de independencia…etc. solo demuestra un elevado rasgo de irresponsabilidad, aún más grave si tenemos en cuenta que, sin ningún rubor, han batido todos los récords del despilfarro en una insensata búsqueda de una identidad que ni ellos mismos parecen tener clara. A juzgar por estos hechos, da toda la impresión de que, desgraciadamente, en Cataluña ha persistido más el “mal govern”, que los catalanes del siglo XVII achacaban a sus gobernantes locales, que el “seny”, que ha sido reconocido como un indiscutible rasgo de la identidad catalana durante la mayor parte de nuestra común historia.

Inmenso error de los nacionalistas radicales que han asumido como lema de la Diada “Cataluña, un nuevo Estado en la UE”. Es un objetivo imposible e irrealizable pero, sobre todo, tan carente de sentido, de sensatez, que se puede demostrar en muy pocas líneas. ¿De veras Cataluña quiere seguir el ejemplo de Kosovo? Una enorme estulticia, como esa otra de querer atribuir a España un carácter plurinacional, que ni ha tenido ni tiene histórica ni constitucionalmente. El concepto de Estado plurinacional es totalmente ajeno al derecho constitucional occidental y cuando se ha utilizado el desenlace ha sido siempre la secesión, a menudo acompañada de la violencia. Ahí están los casos de la Unión Soviética, de Yugoslavia o de Checoslovaquia. Evo Morales (Santa Cruz) lo aplica ahora a Bolivia. Allá él... veremos cómo acaba.

En estos y casos parecidos, siempre me ha gustado poner como ejemplo el caso de Suiza, que no es en absoluto un Estado plurinacional, aunque aquí se haya oído esa errónea afirmación hasta en las Cortes. Suiza es plurilingüe, pero se siente orgullosa de ser “una sola nación de hermanos”, como bellamente escribió Schiller en su drama “Guillermo Tell”. Un suizo de lengua italiana, pero suizo hasta la médula, Pellegrino Rossi, escribía en 1832, cuando el nacionalismo estaba de moda en toda Europa: “La idea de una patria común no nos es, en absoluto, extraña…El nombre de Suiza es por si solo la prueba; es por si solo un gran hecho nacional…Este nombre domina nuestras diversidades de lenguaje, de costumbres, de religión, de industria; este nombre, con todo el cortejo de ideas que lo acompañan, planea por encima de las tradiciones locales o, por decirlo mejor, las absorbe en sí mismo. Él solo es, para nosotros, en nuestro lenguaje, la verdadera antítesis del extranjero. Es él quien nos imprime un sello inconfundible de nacionalidad común”. ¿Alguien puede creer que lo que Rossi decía de Suiza no se puede aplicar con tantas y aún más razones a España, realidad secular y patria común de todos los españoles, incluidos los que en plena esquizofrenia política dicen no serlo? ¿No es hora ya de que de una vez por todas y para siempre pinchemos esa burbuja nacionalista que nos hace vivir en un pasado remoto y nos impide ser plenamente modernos? O el nacionalismo se retira a su lugar de descanso o España será un nido de yihadistas con capital en Rabat o hasta puede que en Barcelona.

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