Traduci in italiano. Traduire au français. Übersetzen auf Deutsch. Translate to English
Milton Friedman, Premio Nobel de Economía
Es bastante
frecuente que se piense, equivocadamente, que quienes
están a favor del libre mercado también están a favor de todo lo que hacen las
grandes empresas. Nada podría alejarse más de la verdad.
Como alguien que cree en la búsqueda del
interés propio en un sistema capitalista competitivo, no puedo culpar a un
empresario que va a Washington y trata de conseguir privilegios especiales para
su compañía. Ha sido contratado por los accionistas para que haga tanto dinero
como pueda dentro de las reglas del juego; y si éstas son que hay que ir a
Washington a buscar privilegios, no lo culpo por hacerlo. Échemos la culpa al
resto de nosotros por ser tan tontos como para dejar que se salga con la suya.
Sí culpo a los empresarios, individuales
y organizaciones, cuando a través de sus actividades políticas toman posiciones
que no son en su mejor interés propio y tienen más bien el efecto de minar el
apoyo a las empresas libres privadas. En ese respecto, los empresarios tienden
a ser esquizofrénicos. Cuando se trata de sus propios negocios, tienen visión
de muy largo plazo, pensando en el negocio dentro de cinco o diez años; pero
cuando se meten a la esfera pública y empiezan a enredarse en los problemas de
la política, tienden a ser bastante miopes.
El ejemplo más obvio es el
proteccionismo. ¿Puede usted nombrar una industria norteamericana que se haya
beneficiado de los aranceles y del proteccionismo? Alexander Hamilton, en su
famoso reporte sobre los industriales, alaba en forma vehemente a Adam Smith a
la vez que argumentaba que Estados Unidos era un caso especial con industrias
jóvenes, incluyendo la del acero, que necesitaban ser protegidas. Después de
200 años, el acero sigue siendo protegido.
La banca comercial es otro ejemplo. Al
final de la Segunda Guerra Mundial la banca comercial abarcaba aproximadamente
la mitad del mercado de capitales, mientras que hoy tan sólo cubre más o menos
un quinto. ¿Por qué se ha deteriorado? ¿Por qué es Londres el mercado
financiero internacional, y no Nueva York?
La razón es el efecto a largo plazo de
la insistencia de la industria bancaria de pedir favores gubernamentales
especiales. En los inicios, bajo lo que se conocía como Regulación Q, el
gobierno ponía un límite a las tasas de interés que los bancos podían pagar,
incluyendo una al tipo cero de interés
sobre depósitos a la vista. Esta tasa impuesta por el gobierno motivó el
surgimiento de fondos en el mercado de dinero, así como de otros substitutos y
alternativas para los bancos. La industria bancaria apoyó consistentemente los
tipos de cambio fijos. Cuando el dólar estuvo en problemas, el Presidente
Johnson introdujo restricciones a los préstamos extranjeros y un impuesto para
igualar los intereses. El resultado fue empujar la industria bancaria comercial
hacia Londres. Ambas medidas hicieron que la industria pasara de ser el
principal proveedor de crédito a ser un jugador menor. De nuevo, una política
carente de visión.
Lo más obvio es el tipo de
contribuciones por que optan las corporaciones. La industria petrolera
contribuye a organizaciones conservacionistas que están tratando de reducir
drásticamente el uso de petróleo; y la industria nuclear contribuye a
organizaciones que apoyan alternativas a la energía nuclear. El Capital
Research Center analizó las donaciones que hacen las grandes corporaciones a
organizaciones de política pública, y encontró que las instituciones no
lucrativas de izquierda reciben tres veces lo que reciben las instituciones no
lucrativas de derecha.
¿Por qué han de decidir las
corporaciones los propósitos caritativos del ingreso de sus accionistas? ¿Por
qué no son los accionistas quienes deciden? ¿Y por qué es que la comunidad
empresarial, en general, insiste tanto en apoyar a sus propios enemigos?
Ahora consideremos la educación. Como es
sabido, desde hace mucho tiempo he estado a favor de la privatización de este
sector por medio de un sistema de notas de crédito. Un argumento fuerte a favor
de la privatización tiene que ver con los valores inculcados por nuestro
sistema de educación pública.
Cualquier institución tiende a expresar
sus propios valores y sus propias ideas; nuestro sistema de educación pública
es una institución socialista. Una institución socialista enseñará valores
socialistas, no los principios de la empresa privada. Eso no era tan malo
cuando la educación primaria y secundaria estaba más dispersa, de manera que
había mayor control local. Cuando yo me gradué de secundaria había 150,000
distritos escolares en los Estados Unidos. Hoy hay menos de 15,000 y la
población es dos veces más grande.
¿Cuál ha sido la actitud de la comunidad
empresarial frente a la educación? Miembros de la comunicad empresarial han
estado muy conscientes del hecho de que las escuelas inculcan valores
antagónicos al sistema privado de libre empresa; también están conscientes de
que es difícil encontrar empleados con las habilidades apropiadas; pero, ¿han
tratado de promover una industria educativa privada? Para nada. Su principal
actividad ha constado en asignar a algunos de sus empleados para que den clases
en escuelas públicas y en contribuir computadoras y otros artículos a escuelas
públicas. No puedo culpar a un individuo por lo que hace, pero puedo pensar que
es trágico que Walter Annenberg contribuyera cientos de millones de dólares a
escuelas gubernamentales; no a colegios privados, sino a escuelas públicas. No
había visto un solo movimiento en la comunidad empresarial en general, sino
hasta hace muy poco, para tratar de promover un sistema educacional bajo el
cual el consumidor, es decir padre e hijo, tenga una verdadera opción acerca de
la escolaridad que el hijo ha de recibir.
Ahora llegamos a Silicon Valley y
Microsoft. No voy a escribir sobre los aspectos técnicos de si Microsoft es
culpable o no bajo las leyes antimonopolio; mis propios puntos de vista hacia
este tipo de leyes han cambiado bastante con el tiempo. Cuando me inicié en
este negocio, como creyente en la competencia, apoyaba las leyes antimonopolio,
pues pensaba que hacerlas cumplir era una de las pocas cosas deseables que el
gobierno podía hacer para promover más competencia. Pero a medida que vi lo que
ocurrió, observé que estas leyes tendían a hacer exactamente lo opuesto, porque
tendían, como muchas otras actividades gubernamentales, a ser controladas por
la gente que supuestamente debían regular y controlar. De modo que con el
tiempo he llegado gradualmente a la conclusión de que las leyes antimonopolio
hacen mucho más mal que bien, y que estaríamos mejor si no las tuviéramos, si
pudiéramos deshacernos de ellas. Pero, las tenemos.
Bajo estas circunstancias, dado que
tenemos leyes antimonopolio, ¿está realmente en el interés propio de Silicon
Valley poner al gobierno en contra de Microsoft? Su industria, la industria de
la computación se mueve tanto más rápido que el proceso legal, que quién sabe
cómo será la industria para cuando se resuelva esta demanda. Esto sin mencionar
que la energía humana y el dinero que se gastará contratando a mis colegas
economistas, y de otras maneras, sería mucho mejor empleado productivamente,
mejorando sus productos. ¡Es un desperdicio! Pero más allá de esto, se
arrepentirán del día en que llamaron al gobierno. De ahora en adelante la
industria de la informática, que hasta ahora había tenido la suerte de estar
relativamente libre de la intromisión gubernamental, experimentará un continuo
crecimiento de la regulación gubernamental. La legislación antimonopolio pronto
se convierte en regulación. Este es otro caso que, para mí, ejemplifica el
impulso suicida de la comunidad empresarial.
Ahora llego a la parte difícil: ¿Por qué
existe este impulso suicida? ¿Por qué se comporta así la gente de negocios?
Espero que ustedes piensen al respecto y traten de encontrar una respuesta. Yo
les daré algunas sugerencias, pero ninguna de ellas me parece una explicación
adecuada. Una de las razones la señaló hace más de un siglo un hombre ejemplar,
el General Francis A. Walker, profesor de Yale y luego presidente de M.I.T. Él
escribió:
Pocos son tan presuntuosos como para
disputar a un químico o a un mecánico en temas relacionados con la disciplina
de su vida, pero casi cualquier hombre que sabe leer y escribir se siente con
la libertad de formar y mantener opiniones propias acerca del comercio y del
dinero. (...) La literatura económica de todo año subsiguiente acepta obras
concebidas en el verdadero espíritu científico, así como obras que exhiben la
ignorancia más vulgar de la historia económica y el mayor desprecio por las
condiciones de la investigación económica. Es muy similar a si se colocara la
astrología a la par de la astronomía o a la alquimia al lado de la química.
Cuando se trata de economía, todo el
mundo es un experto que casi siempre se equivoca y los ejecutivos de negocios
no son la excepción.
Comentarios
Publicar un comentario