IMMANUEL KANT (1724-1804) |
Cuando afirmamos que el
conocimiento se limita a la experiencia, la filosofía kantiana se aproxima al
empirismo, y al afirmar que no todo el conocimiento proviene de la experiencia
se acerca al racionalismo. Pero también es
esencial en el pensamiento kantiano la influencia del tercer gran movimiento
filosófico de la modernidad, la Ilustración. El proyecto ilustrado es un
esfuerzo común de transformación y mejora de la humanidad mediante el
desarrollo de su propia naturaleza racional. Para realizar este proyecto se
propone como tareas fundamentales el desvelamiento de las leyes de la
naturaleza y el ordenamiento racional de la vida humana. Los dos grandes
ilustrados, Newton y Rousseau, influyeron claramente en Kant. Newton representó
para toda la Ilustración la culminación de la ciencia moderna, un ejemplo de
las posibilidades de una ciencia que combina la experiencia empírica y la razón
y del éxito que se puede alcanzar si limitamos la actividad científica al
conocimiento de los fenómenos. La filosofía kantiana es un intento de
clarificar filosóficamente las condiciones de posibilidad de la física
newtoniana. Por su parte, Rousseau era el filósofo del espíritu, de la
subjetividad: frente al mundo externo determinado causalmente, propone
reconocer también el mundo interno, el de la conciencia, pues en él se descubre
el hombre como libre, como sujeto de responsabilidad moral. Rousseau reforzó en
Kant la convicción en la autonomía, en la independencia de la moralidad frente
a las leyes que rigen el mundo objetivo. Newton y Rousseau, reino de la
naturaleza y reino del espíritu,
causalidad y libertad. Dos mundos de los que se siente ciudadano, dos
legalidades a las está sometido. ¿Anula la ciencia todo acceso del hombre a lo
metafísico? ¿Pueden conciliarse causalidad física y libertad moral? Problema
esencial tratado por Kant: la
posibilidad de lo metafísico para el hombre, la aclaración definitiva de cómo
el hombre es ciudadano de ambos mundos.
La filosofía kantiana es una filosofía
crítica: se tratará de analizar y comprender la
posibilidad y límites de la Razón tanto en su aspecto teórico como en su
dimensión práctica. Su proyecto consiste en establecer los principios y límites del conocimiento
científico de la Naturaleza, al vez
que responder a la pregunta ¿qué puedo
conocer?, establecer y justificar los principios de la acción y las condiciones
de la libertad, ligada a la cuestión: ¿qué debo hacer?; y delinear el destino
último del hombre para responder a la pregunta: ¿qué me cabe esperar?. Y las tres se pueden
expresar con la pregunta más general: ¿qué es el hombre?
EL USO TEÓRICO DE LA
RAZÓN
Planteamiento
kantiano del problema del Conocimiento
Para responder a la pregunta ¿qué puedo
conocer? hemos de señalar los principios desde los cuales es posible un
conocimiento científico de la Naturaleza y los límites dentro de los cuales es
posible tal conocimiento, tareas que lleva a cabo en su obra “Crítica de la Razón
Pura”.
La posibilidad de
la metafísica como ciencia. Las condiciones del conocimiento científico
La metafísica en la que Kant se formó
(la metafísica racionalista wolffiana) tomaba la matemática como ideal de
ciencia y consideraba que la filosofía
debía ser una actividad deductiva, basada en la pura razón. Kant defendió en un
primer momento este tipo de filosofía pero pronto quiso encontrar una nueva
fundamentación a la metafísica: se ha pretendido, dogmáticamente (mediante el
uso de la pura razón) elaborar sistemas filosóficos pero todos han fracasado
pues no han conseguido ni progreso ni acuerdo entre los investigadores, fracaso que parecía conducir
al escepticismo. Kant creyó necesario para la filosofía y para los intereses y
fines últimos del hombre una Crítica de la propia Razón sobre sí misma, sobre
su alcance y sus límites, una "crítica del órgano" del conocimiento.
Urge plantearse pues el problema de si es posible la Metafísica como ciencia.
La tarea crítica consistirá en aclarar los principios y limites de la Razón.
Kant creyó que los errores provenían de una "extralimitación" de la
Razón: no respetar sus propios límites y pretender alcanzar un conocimiento más
allá de toda experiencia (uso dogmático de la razón que da lugar a la filosofía
dogmática). Por contra, de la fijación de límites que la Crítica establezca,
Kant espera obtener dos ventajas: evitar nuevos fracasos mostrando la
incapacidad humana para alcanzar un conocimiento metafísico por la pura razón,
y poner a buen recaudo el ámbito de lo inteligible, arruinar las pretensiones
del ateísmo, el materialismo y el determinismo (este uso de la razón es un uso
crítico y trae consigo una filosofía crítica).
El problema fundamental a resolver
es el de si es posible la Metafísica como ciencia y para ello debemos
investigar antes cómo es posible la ciencia, averiguar las condiciones que la
hacen posible, para ver si la Metafísica se ajusta o no a ellas. En esta tarea
necesitamos distinguir dos tipos de condiciones: las empíricas, que son
particulares y contingentes, y las condiciones a priori o universales y necesarias, también llamadas
transcendentales (no confundir con “trascendente”= lo que está más allá de la
experiencia). Las condiciones a priori son anteriores a la experiencia en el
sentido de que son su condición de posibilidad. No interesan las condiciones
empíricas pues se requiere una Crítica de la Razón Pura llevada a cabo mediante
una indagación trascendental de sus condiciones necesarias y universales.
Clasificación de
los tipos de juicios
Puesto que la ciencia es un conjunto de
juicios, la pregunta anterior se puede expresar más exactamente de la siguiente
forma: ¿cuáles son las condiciones que hacen posibles los juicios de la
ciencia? Lo que exige establecer los tipos fundamentales de juicios, para lo
cual Kant nos presenta dos clasificaciones:
La primera los divide
en juicios analíticos y juicios sintéticos y atiende a si el concepto predicado
se incluye en el concepto sujeto:
juicios analíticos si el predicado se incluye en el sujeto; para
establecer el juicio basta analizar el concepto sujeto, por lo que no nos dan
información nueva alguna, no son extensivos; y juicios sintéticos cuando el
predicado no se incluye en el sujeto: son juicios informativos o extensivos
y amplían nuestro conocimiento.
La segunda los
clasifica en a priori ya a posteriori y atiende al modo de conocer su verdad:
juicios a priori si su verdad puede ser conocida independientemente de la experiencia, ya que
su fundamento no se halla en ésta; son juicios universales y necesarios; y juicios a posteriori si su verdad es
conocida a partir de la experiencia; son particulares y contingentes.
Los juicios más importantes de la
ciencia no pueden ser ni analíticos ni sintéticos a posteriori sino juicios
sintéticos a priori: por ser sintéticos son extensivos, dan información,
amplían nuestro conocimiento; por ser a priori, son universales y necesarios y
el conocimiento de su verdad no procede de la experiencia. Precisamente los
principios fundamentales de la ciencia (Matemáticas y Física) son de este tipo.
La doctrina del conocimiento en la
"Crítica de la Razón
Pura"
Tarea propia de la crítica de la razón
pura: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?; tarea que se puede
desglosar en las siguientes partes: ¿cómo es posible la matemática pura? ¿cómo
es posible la ciencia natural (la Física pura o racional)? ¿son posibles los juicios
sintéticos a priori en metafísica?
La "Estética
transcendental". Las formas a priori de la Sensibilidad
La Estética (del griego
"aisthesis", "sensación") trascendental es la ciencia de
todos los principios de la sensibilidad. La Sensibilidad es la capacidad o
facultad de las sensaciones. La Estética explica el modo de tener sensaciones y
al ser "trascendental" tratará del conocimiento de las condiciones
transcendentales (universales y necesarias) que permiten el conocimiento
sensible, paso previo para todo conocimiento. Kant distingue dos momentos en la
percepción: la materia y la forma. El efecto de los objetos en la sensibilidad
son las sensaciones, que son, pues, dadas a posteriori y constituyen, según
Kant, la materia del conocer al nivel de la sensibilidad. Pero las sensaciones
se presentan ordenadas en ciertas relaciones; eso que hace que las sensaciones
aparezcan ordenadas en ciertas relaciones es la forma. La forma no es dada a
posteriori, sino que está ya a priori en el espíritu, como forma de la
sensibilidad, (Kant la llama también intuición pura). La síntesis (unión) de
sensaciones o datos empíricos, como materia, y la forma a priori es el
fenómeno.
Las formas puras o principios a priori
de la sensibilidad son, según Kant, el espacio y el tiempo. Espacio y tiempo
son las condiciones de posibilidad de toda experiencia porque no es posible
ninguna experiencia que no esté bajo esas relaciones. Ahora bien (y esto es muy
importante), espacio y tiempo no son, según Kant, propiedades objetivas de las
cosas mismas, sino formas a priori de la
sensibilidad. El espacio y el tiempo son la forma de la experiencia externa, y
el tiempo de la interna. La matemática es posible (= es un saber a priori y
sintético) por el carácter apriórico del tiempo y del espacio: la geometría y
la aritmética se ocupan, respectivamente, del espacio y del tiempo. Puesto que
la matemática está fundada en las formas de la intuición, toda objeto que se de
en la intuición debe cumplir las leyes de la matemáticas.
La
"Analítica transcendental": la espontaneidad del entendimiento
La sensibilidad realiza las primeras
síntesis al unificar las sensaciones en el tiempo y el espacio, pero percibir
tal multiplicidad (colores, formas, sonidos...) no es, sin más, comprender los
objetos. Comprender lo percibido es la función propia del Entendimiento. Kant estudia esta facultad en la Analítica Trascendental. Nuestro conocimiento
incluye conceptos además de percepciones, pues comprender los fenómenos es
poder referirlos a un concepto; cuando no podemos referir las impresiones
sensibles a un concepto, nuestra comprensión de aquéllas resulta imposible.
Esta actividad de referir los fenómenos a los conceptos se realiza siempre a
través de un juicio. El entendimiento puede ser considerado, pues, como la
facultad de los conceptos, o bien como la facultad de los juicios, la facultad
de juzgar. Kant distingue dos tipos de conceptos, los empíricos, que proceden
de la experiencia y son a posteriori, y los conceptos puros o categorías, que
no proceden de la experiencia y son a priori: las categorías (sustancia,
causalidad, unidad, necesidad,...); son nociones que no se refieren a datos
empíricos pero tampoco son construidas, "inventadas" empíricamente
por el hombre, pues pertenecen a la estructura del entendimiento (son a priori).
El
conocimiento es posible porque aplicamos las categorías a la multiplicidad dada
en la sensación. Los conceptos puros son condiciones trascendentales,
necesarias, de nuestro conocimiento de los fenómenos ya que el entendimiento no
puede pensarlos si no es aplicándoles estas categorías: todo aquello que es
objeto de nuestra experiencia es sustancia o accidentes, causa o efecto, unidad
o pluralidad, etc. De este modo, el conocimiento resulta de la cooperación
entre la sensibilidad y el entendimiento: la sensibilidad nos da objetos, el
entendimiento los piensa; pero las categorías solamente son fuente de
conocimiento aplicadas a los fenómenos (a las impresiones sensibles que se dan
en el espacio y el tiempo) y no tienen aplicación válida más allá de los fenómenos.
El error de la filosofía dogmática (basada en el uso puro de la razón) consiste
en usar las categorías para referirse a realidades transempíricas o
trascendentes (Dios y el alma, p. ej.). La Física es posible como un saber a
priori porque el mundo tiene una estructura matemática (al estar sometido al
tiempo y al espacio) y porque las categorías tienen una validez empírica;
porque todo fenómeno está estructurado en función de las categorías. Con ello
Kant está legitimando filosóficamente el Universo Newtoniano.
La
"Dialéctica transcendental": la Razón y su exigencia de Lo incondicionado
La "Dialéctica Trascendental"
estudia la Razón y el problema de si la metafísica puede ser un saber a priori,
y concluye que la Metafísica como
disciplina científica es imposible. La Metafísica quiere alcanzar las cosas tal
y como son en sí mismas, sus objetos son transcendentes (no empíricos): el
alma, su libertad e inmortalidad, Dios y el mundo como totalidad; pero la
ciencia usa necesariamente las categorías y éstas sólo pueden emplearse
legítimamente aplicadas a los fenómenos, a lo dado en la experiencia. La Razón
teórica, en sentido laxo, es lo que permite el conocimiento del mundo, y en
sentido estricto la facultad de las argumentaciones. Kant entiende por
"dialéctica" el razonamiento falso con apariencia de verdadero. La
"Dialéctica Trascendental" debe mostrar pues cómo la Razón realiza
argumentos aparentemente correctos pero ilegítimos. Precisamente las
argumentaciones de la metafísica son de ese tipo.
El conocimiento intelectual formula
juicios y conecta unos juicios con otros formando razonamientos. Pero hay una
tendencia peculiar en el uso de la Razón: la Razón busca encontrar juicios cada
vez más generales, capaces de abarcar una multiplicidad de juicios particulares
sirviendo a éstos de fundamento. La
Razón aspira a lo incondicionado, al fundamento de los fundamentos. Cuando la
Razón, en esa búsqueda de las condiciones de lo condicionado, de leyes más
generales y profundas, se mantiene en los límites de la experiencia, su uso es
correcto y no da lugar a contradicciones; la ciencia avanza precisamente a
partir de esa tendencia de la Razón; pero esa tendencia lleva inevitablemente a
traspasar los límites de la experiencia empírica en busca de lo incondicionado:
así, todos los fenómenos físicos se
pretenden unificar y explicar por medio de teorías metafísicas acerca del
mundo, como todos los fenómenos psíquicos por medio de teorías metafísicas
acerca del alma, y, finalmente, unos fenómenos y otros se intentan explicar y
unificar por medio de teorías metafísicas acerca de una causa suprema de ambos
tipos de fenómenos, físicos y psíquicos: Dios. "Dios",
"alma" y "mundo", son pues tres ideas de la Razón; ideas
que no tienen una referencia objetiva, –no tienen un uso constitutivo– en el
sentido de que no podemos conocer los objetos a los que se refieren (Dios, alma
y mundo como totalidad); pero sí un uso regulativo pues permiten la orientación
de la investigación y dirigen el uso de la razón en la aspiración a una
explicación cada vez más profunda de la realidad.
La filosofía kantiana, superación del
empirismo y del racionalismo
Su tesis de que el conocimiento se puede
referir sólo a lo que se da a los sentidos, y que, por lo tanto, lo que esté
más allá de los sentidos es incognoscible y no permite un tratamiento
científico, es una influencia del empirismo. Por su parte, la huella del
racionalismo la tenemos en sus afirmaciones de que es posible un conocimiento
estricto (los juicios sintéticos a priori), extensivo, pero también universal y
necesario, aunque referido a meros fenómenos, y de que no todos los elementos
que intervienen en el conocimiento se obtienen de la experiencia, pues hay
elementos a priori. Los racionalistas llamaban a estos elementos “ideas
innatas”, aunque entendían que dichas ideas eran contenidos de conocimiento
referidos a objetos; las estructuras aprióricas son, para Kant, estructuras, no
contenidos, y no se refieren a objetos sino a la forma que todo objeto ha de
tener para que la podamos experimentar, no dan información relativa a objetos
del mundo, sino a la estructura del mundo.
La "revolución copernicana"
(o giro copernicano) en filosofía
Kant explica el cambio epistemológico
que supone su filosofía con la analogía de la revolución astronómica
copernicana: Copérnico encuentra que no se puede entender el movimiento
aparente de los astros si suponemos que la Tierra es el centro del Universo y
el Sol da vueltas a su alrededor, y nos propone invertir los términos y suponer
que es el Sol el centro del Universo. Kant dice del mismo modo: si las
condiciones de la objetividad del ser objeto no son ni pueden ser enviadas por
las cosas a nosotros, puesto que las cosas no nos envían más que impresiones,
no hay más que hacer lo mismo que Copérnico y decir que son las cosas las que
se ajustan a nuestros conceptos y no nuestros conceptos los que se ajustan a
las cosas. Las categorías, por
consiguiente, son conceptos puros, “a priori”, que no obtenemos extrayéndolos
de las cosas, sino que nosotros ponemos, imponemos a ellas.
La analogía de la "revolución
copernicana" refleja muy bien un importante aspecto de su pensamiento:
hasta Kant se había considerado que el sujeto era pasivo en el acto del
conocimiento y se tenía que plegar al objeto para conocerlo; pero de ese modo
no se puede dar el conocimiento a priori pues éste conocimiento supone la
posibilidad de conocer algo sobre las cosas sin que estén presentes en nuestra
conciencia, sin que de ellas tengamos experiencia. El giro copernicano consiste
en rechazar la concepción tradicional del conocimiento, rechazar que el sujeto
se deba someter a las cosas para
conocerlas, y considerar que el sujeto es activo: son las cosas las que
se deben someter a nosotros de cara al conocimiento; si suponemos que para
conocer un objeto antes ha de someterse a las condiciones formales "a
priori" de la estructura de nuestras facultades cognoscitivas, podremos
comprender que conozcamos de las cosas algunos rasgos que éstas han de poseer
antes incluso de que tengamos experiencia de ellas: solo podemos conocer a
priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas. El giro
copernicano se refiere al hecho de que solo podemos comprender el conocimiento
a priori si admitimos que sólo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí
mismas o noúmenos, si admitimos el Idealismo Trascendental como la filosofía
verdadera.
La filosofía
kantiana: el Idealismo Trascendental
El Idealismo Trascendental es la
culminación del pensamiento moderno, que comienza con el planteamiento
cartesiano del problema del conocimiento: para tener conocimiento estricto es
preciso remitirse al sujeto del conocimiento (al "cogito") sólo así
tendremos una evidencia tan poderosa como para fundamentar el resto del saber;
pero esto se consigue a costa de problematizar el conocimiento de la realidad
externa. El empirismo continúa en esta misma línea al considerar que el
conocimiento inmediato versa sobre las ideas o percepciones y no sobre las
cosas en sí mismas y al sugerir que los grandes problemas de la objetividad (el
mundo teórico y el mundo práctico) han de resolverse tras el análisis de los
procesos psicológicos gracias a los cuales el sujeto tiene experiencia de los objetos; pero el
sujeto del que hablan los empiristas es un sujeto empírico. Kant recoge esta
línea de explicación mostrando que debemos reflexionar sobre el modo de conocer
para descubrir los elementos, fundamento y límites del saber, pero pone como
sujeto a un sujeto distinto: el Sujeto Trascendental, que no se puede
identificar con el yo empírico, contingente, hecho de este modo pero pudiendo
ser de otra forma; el Sujeto Trascendental es el sujeto metaempírico del cual
se predican las distintas formas aprióricas y que realiza las distintas síntesis
que dan lugar a la constitución de los fenómenos. La consecuencia es un giro
completo en la comprensión del conocimiento y la separación radical entre la
filosofía y el sentido común: el conocimiento universal y necesario no se puede
explicar si consideramos que el sujeto es pasivo cuando conoce, pero sí al
considerar que el sujeto pone algo en el objeto conocido y lo modela a partir
de las estructuras de nuestras facultades cognoscitivas (las formas de la
sensibilidad y las
categorías del entendimiento). En
cuanto a la segunda cuestión, debemos recordar que la posición ingenua, y toda
la filosofía anterior a la modernidad, mantiene una concepción realista del
mundo: en lo esencial el mundo es tal y como lo conocemos; en lo esencial los
objetos y sus propiedades y relaciones existen independientemente de la
experiencia que podamos tener de ellos; esta es la tesis característica del
realismo. Pero con la modernidad (con Kant) aparece la concepción idealista: no sabemos cómo puede
ser el mundo independientemente de nuestra experiencia de él; todo objeto del
que tenemos experiencia ha quedado influido por la estructura de nuestro
aparato cognoscitivo. Estas ideas nos llevan a dos conceptos fundamentales del
Idealismo Trascendental: el concepto de Noúmeno y el de Fenómeno. El Noúmeno (o
Cosa en sí) es la realidad tal y como pueda ser en sí misma, independientemente
de nuestra experiencia de ella; la filosofía premoderna pensaba que nosotros
podíamos conocer las cosas en sí mismas, aunque cada escuela dijese algo distinto relativo al ser
de dichas cosas; el Fenómeno es una realidad dependiente del Sujeto
Trascendental, es la realidad estructurada por las formas de la sensibilidad y
las categorías del entendimiento; la realidad tal y como la experimentamos. El
sujeto cuando conoce no deja intacta la realidad conocida, la constituye en el
propio acto del conocimiento. Por ello, el Idealismo Trascendental se puede
resumir en la afirmación de que sólo conocemos fenómenos
!!!Totalmente de acuerdo Juan...gracias¡¡¡
ResponderEliminarEste no rinde cuentas nunca. Pensaba que era mejor que Zapatero y es hasta más ladrón.
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ResponderEliminarUn recordatorio