Díaz Ayuso obliga a cambiar los ministros a Pedro Sánchez.

 


 Pedro Sánchez no tiene capacidad de poder ni para cambiar a ministros a su libre criterio. Lo que si es cierto es que ha tenido, durante un  mes,  al propio Gobierno, no a los ministros que ya lo sabían, con el alma en un vilo.

 

  Lo peor que puede suceder en un Gobierno débil es tener que despedir a quienes no justifiquen sus mentiras.  El cambio de carteras y los despidos se iban a filtrar mañana mismo por parte de una ministra vasca a OK Diario. Como siempre habría un par de cambios, pero la base a tener en cuenta es que no se atrevería a cesar a ninguno del grupo Podemos.

 

Pedro Sánchez piensa que este será el gabinete que deberá ayudarle a ganar las próximas elecciones generales del 2023 y en el que destacan tres cambios en su más estrecho círculo: la salida de Carmen Calvo e Iván Redondo y el ascenso de Félix Bolaños como nuevo hombre fuerte de la Moncloa.

 

  Sánchez recolocará a quien ha sido su vicepresidenta primera en algún cargo, aseguran en el Ejecutivo. No es que esté descontento con su labor en estos últimos tres años que ha estado a su lado. Calvo proporcionó desde el comienzo de su presidencia, tras la moción de censura, la experiencia y la capacidad de diálogo, sobre todo con ERC, aunque esa relación se ha ido diluyendo con el tiempo. Pero el presidente quería lanzar un mensaje claro de renovación y eso sólo era posible si los cambios afectaban al núcleo de las tres vicepresidencias que no son la de Unidas Podemos. La marcha de Calvo visualiza un claro cambio de rasante.

 

   Lo de Iván Redondo estaba cantado después de los fracasos electorales que últimamente comprometen al PSOE. Pero seguirá en su grupo de logística. O sea, un cambio para seguir de jefe en la estructura socialista.

 

   Si Redondo, como jefe de gabinete del presidente, se ha ocupado durante este tiempo del envoltorio de la política, de cómo explicar el mensaje, cuestión nada menor en la época en que vivimos e imprescindible para el éxito de cualquier líder, Félix Bolaños representa la sala de máquinas, sin la que es imposible avanzar. Su nombre había sonado en las quinielas como posible ministro de Justicia, pero Sánchez ha dejado claro que lo quiere cerca y que será su principal hombre de confianza como ministro de la Presidencia y Relaciones con las Cortes. Este segundo apartado no es menor. Bolaños mantiene interlocución con todos los partidos, algo relevante para un gobierno en minoría, que necesita el apoyo de numerosas formaciones, y que debería tratar de tender algún puente con el PP para desbloquear algunas cuestiones vitales como la renovación del Poder Judicial.

 

  Realmente, la remodelación de gobierno surgió en un primer momento como una forma de apartar a algunos ministros quemados y aprovechar para dar por cerrada la etapa de la pandemia. Estaba previsto afrontarla después de las vacaciones. Pero la bola de las expectativas se fue haciendo más grande. Sánchez decidió que era una oportunidad para lanzar un mensaje de renovación para encarar con más brío la recuperación económica y el último tramo de su mandato. Al final, los recambios han ido más lejos de lo inicialmente previsto, siempre con el límite de no tocar a los ministros de Unidas Podemos después de la salida de Pablo Iglesias.

 

   La mejor forma de leer los cambios es en clave de preparación para las elecciones generales. El fiasco de Madrid fue un revulsivo para Sánchez. En ese momento, el presidente fue consciente de que debía poner más atención al partido. El descenso en las últimas encuestas le ha reafirmado en esa idea. Del Gobierno “bonito”, con perfiles técnicos o sectoriales, en el que sólo Carmen Calvo o José Luis Ábalos aportaban un mensaje más político, se pasa a un gabinete más basado en el partido, que incluye a varias alcaldesas. Sánchez subrayó hoy que busca una mayor "cercanía" con los ciudadanos. Una vez hecho el cambio de gobierno, todo queda listo para que Sánchez se vuelque en el congreso del PSOE de octubre.

 

  Por su parte, el PSC aumenta su cuota en el Gobierno, con la incorporación de Raquel Sánchez, alcaldesa de Gavà, como ministra de Fomento. Y se mantiene Miquel Iceta, aunque cambia del departamento de Política Territorial al de Cultura y Deportes (No tiene ni bachiller y a la vista está lo entendido y practicante que es en deportes. El presidente ya propuso al dirigente del PSC esa cartera en su primer gobierno, pero Iceta la rechazó, como también lo hizo cuando le ofreció el ministerio de Exteriores. Después de esas dos negativas y ya dentro del gabinete, Iceta no podía decir esta vez que no. Por cierto, Iceta será el ministro que deberá gestionar junto con la Generalitat si Catalunya presenta su candidatura a los Juegos Olímpicos de invierno en 2030. La irrupción de la alcaldesa de Gavà en el Gobierno puede ser una forma de ampliar la plantilla de líderes del PSC con mayor proyección pública de cara a próximas contiendas electorales.

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