Sin democracia la libertad es una fantasía. Sin libertad la democracia es despotismo. Vota para que tu voto valga por dos, o sea, vota PP.
Decía Octavio Paz: “Sin
democracia la libertad es una quimera. Sin libertad la democracia es despotismo”.
La madre de la democracia es
la libertad por lo que pedir el voto a un partido determinado es dañar los
principios de La democracia. Todos los días del periodo electoral deberían ser
de reflexión. Ahora bien, todo el mundo, igual por exceso de subjetividad no
tiene aplomo suficiente como para estudiar el programa de quien no ve.
Hay partidos más inclinados
a favorecer el mal de España que otros el bien, por ejemplo: Independentistas, Podemos
y Vox son igual de dañinos para la sociedad por lo que el votante debería obviar
su existencia, su participación activa en la democracia es desgraciada y su
libertad ya la determinó el tiempo.
Entristece pensar que haya
españoles dispuesto a votar a un partido político que se opone a la democracia
con un marcado totalitarismo fascista y se apellidan VOX, sabiendo el destrozo
que provocaron entre las dos guerra mundiales e incluso en la guerra civil
española. El Führer, Abascal se empeña
en eliminar las autonomías que, en definitiva es lo mismo que piden los
separatistas catalanes, libertad para comprar armas, cerrar cadenas de televisión, periódicos y cantar
el cara al sol a la salida y puesta del sol. Otros nos llevan a la extrema izquierda. Y
sabemos perfectamente lo que conllevaron el comunismo y el estalinismo en el
pasado siglo. Estos días, Pablo Iglesias se ha puesto la piel de cordero, se ha
disfrazado de vendedor de biblias y se ha hecho pasar por el más
constitucionalista. Sin embargo, ha recorrido España con las banderas independentistas
de cada comunidad. Creo que le encantaría una Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas Ibérica. Y el nacionalismo ha sido el mayor veneno mortal que ha
destruido Europa desde el siglo XIX.
Es una idea romántica, hoy fuera del
ámbito racional, con la que una élite, por motivos personales y económicos,
quiere arrastrar al resto de conciudadanos a conflictos y al envenenamiento de
la convivencia. Recordemos la vía eslovena del impresentable Quim Torra. Y
estos son Los cuatro jinetes del apocalipsis. Pero esto no es Blasco Ibáñez,
esto es la realidad. Y de esta realidad, intelectuales como Steiner, como
Claudio Magris, como Habermas y tantos otros nos vienen avisando de que se
están viviendo circunstancias muy parecidas a los años 20 y 30 del siglo pasado.
Cuando Marlene Dietrich cantaba que no volverán los fantasmas del pasado en el
Berlín derruido, pues bien, los fantasmas del pasado están aquí, están ya en la
esquina.
Sí, por supuesto. La
política es el diálogo, el razonar, el convencer, el escuchar. Pero si te
sientas con alguien que te insulta a ti y al resto del país y tratas de
convencerlo de que tiene la misma sangre que los demás, entonces ya no es lo
mismo. Los socialistas de corazón, de toda la vida, no están de acuerdo con su
posición actual porque el nacionalismo ha destruido al partido. Y hoy el
partido, en manos de Pedro Sánchez, no escucha a nadie más que a sí mismo. No
es cierto, como ha repetido el presidente 40 veces, que no haya pactado con los
nacionalistas y con los que dieron un golpe de Estado. Pactó, a él lo ayudaron.
Y eso, para muchos de nosotros, es inmoral. No es que haya llegado al extremo
de aliarse con sus enemigos, es que se ha aliado con los enemigos del Estado.
Freud, en El malestar en
la cultura, ya explica que la cultura siempre fue de una élite. Soy de la idea
fomentada en la Ilustración de que hay que extenderla. Pero históricamente las
capas bajas de la sociedad lo han visto como una imposición y creo que es
porque se explicó mal su relevancia. Habría que decirles a los ciudadanos:
"Lean El Quijote, pero no por obligación, sino porque les va a dar pistas
en la vida". Pero de ninguna manera insinuar que si no lo leen están
excluidos de la sociedad. Los regímenes democráticos han tratado de extender la
cultura a través de la educación. ¿Cuál es el debate contemporáneo? El
verdadero debate está en la reflexión sobre la industria cultural de masas y
cómo mantener la sabiduría. Lo advirtieron Adorno, Horkheimer, la escuela de
Frankfurt: cuidado con la industrialización. Se mostraron en contra del desarrollo
tecnológico no porque este no sea importante y, además, imposible de parar,
sino porque vieron en él la sustitución de un dios por otro: tanto se quiso
extender la cultura que hemos creado la industria del entretenimiento. Tanto la
hemos querido bajar que la hemos convertido en cultura de masas. Y por ahí
percibieron que asomaba una destrucción terrible
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