Albert Rivera, un socialista mediocre, sin principios y más falso que un billete de 30 euros; terminará con la España honrada que porta el PP.
En cualquier país civilizado
defender la unión de la Nación y la
Constitución sería progresismo. Pero de este término se apropió Felipe González
y ahí está. Hoy en día, la corrupción ha llegado a tal extremo que comprar el
poder que otorgan los votos a otro partido entra dentro de la definición de
progresista. Cs empezó con dinero del
PSOE, VOX cacarea con dinero socialista y ahí están, dañando a personas de
buena fe.
Albert Rivera es un
dirigente político mediocre, un tipo sin moral ni convicciones, un entusiasta
del camaleonismo político dependiendo de las circunstancias, alguien que sin
demostrar nada en la vida privada pretende ahora redimir al país desde la
esfera pública. Rivera maneja un discurso simplista lleno de lugares comunes y
cargado de rancios tópicos neoliberales. Utiliza nuevas técnicas de
comunicación y marketing político que le hacen parecer un político “de centro”,
“moderado” y “progresista”. Representa el recambio natural de un Sistema que
necesita caras nuevas para continuar su implacable proceso para la devastación
moral y la reversión demográfica de Europa. Su invitación a participar en las
reuniones del club Bilderberg, confirman cuál es su papel en esta comedia. Sólo
la complicidad de los grandes medios de comunicación y de unos periodistas
totalmente prostituidos han hecho posible el ascenso político de este
personaje.
La poca o nula fiabilidad
del personaje se pone una vez más de manifiesto al apoyar la ley socialista que
castigaría con hasta dos años de cárcel a quien hable bien de la España de
Franco. O endureciendo ahora su posición sobre la prisión permanente revisable
luego de .declararse no partidario de la misma y mantener que es el
Constitucional el que tendrá que determinar si es compatible con la
Constitución.
Lo de este farsante supera
todo lo imaginable. Es posible encontrar en Rajoy algún atisbo de sinceridad y
nobleza, algún gesto dictado por los estertores de una conciencia antaño recta,
la coherencia al menos de no estar cada día mudando de ideas. Todo ello es
inimaginable en Rivera, un personaje de ficción lleno de trampas y mentiras,
más falso que un billete de 30 euros.
Dijo que la regeneración
política solo podrían traerla las personas que habían nacido en democracia.
Jóvenes como él, por así decirlo. Nada de atenerse a criterios de razón, de
eficacia o de sentido político, sino solo de edad mental. Hay muchas
posibilidades de que estando en la edad siniestra de la juventud y militando en
la perversión banal del adanismo uno proyecte alguna fe en ese vidrioso
concepto de la regeneración. El reset regeneracionista es la pura reacción. Más
que del Ibex, se corre el riesgo de acabar siendo el vacuo partido de El Corte
Inglés.
Albert Rivera representa las
dudosas virtudes del político camaleónico que es capaz de encomendarse a Dios y
al diablo al mismo tiempo. Tal vez la que contaremos a continuación no sea más
que una anécdota, aunque muy reveladora a la hora de mostrarnos la escasísima
fiabilidad de un político que, de entrada, nos engaña hasta sobre cuáles son
sus aficiones. Recapitulemos.
Rivera fue entrevistado en
el programa ‘La Sexta Noche’ sobre varios temas de actualidad política y una de
las declaraciones que provocaron más polémica fue cuando dijo: “No me gustan
los toros”.
Su asombroso pronunciamiento
no tuvo en cuenta el rigor delator de las hemerotecas, que nos recuerdan cómo
en 2010 hizo campaña activa contra el cierre de La Monumental de Barcelona y la
prohibición de los toros en Cataluña, y que han sido muchos los festejos a los
que ha acudido y se ha dejado fotografiar.
Pero no se trata solo de
fotos en plazas de toros, sino que Albert Rivera defendió con vehemencia la
Fiesta Nacional en el Parlament cuando se debatía la ley que suponía el fin de
la tauromaquia en Cataluña. Por aquel entonces, Rivera llegó a decir que
“primero serán los toros, mañana la pesca y luego la caza”, y calificó el toreo
de “tradición” española.
Una de las fotografías, en
la que se veía a Rivera sacado a hombros de la Monumental de Barcelona
acompañando al diestro Serafín Marín, llegó a ser portada de varios diarios de
difusión nacional.
Rivera contrapone a su raquitismo
intelectual el pose de un político circunspecto, correcto, aseado, que parece
haber encandilado a un sector de la opinión española, por fortuna mucho menor
de lo que auguran las encuestas.
Ciudadanos es la exégesis
actual del viejo y fracasado CDS creado por Adolfo Suárez tras hacer añicos el
proyecto de Unión de Centro Democrático. Como buen titalevitas (débil con los
poderosos y altanero con los débiles), Rivera dice que no admitirá a individuos
que hayan militado en alguna organización falangista (tal vez se sienta
avergonzado de su propia madre quien, en plena transición española, parece que
perteneció a la izquierdista Falange Auténtica, por aquel entonces lideraba por
un melenudo y barbudo falangista llamado Pedro Conde), aunque luego no tuviera
empacho alguno en presentar como candidato a la Alcaldía de Dos Hermanas a
Manuel Varela, un ex concejal del Partido Popular que presuntamente transfirió
dinero de la cuenta del grupo municipal del PP a la suya propia.
Su vista de águila con el
ojo ajeno se convierte en ceguera con el propio. El último informe del Tribunal
de Cuentas ha detectado falsedad de sus cuentas en el Senado y el PP prevé
explotarlo. El PP reactivó este jueves la comisión anticorrupción que puso en
marcha en el la Cámara Alta, donde goza de mayoría absoluta,
Tampoco parece que le
causara grandes contradicciones morales la elección, como asesor en el
Parlamento Europeo, de Jordi Cañas, ex portavoz de Ciudadanos en el Parlament
catalán e imputado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por haber
defraudado 429.000 euros a la Hacienda Pública.
El pulcro Rivera tampoco
previó las andanzas de José Salvador Murgui, concejal de Ciudadanos en Casinos,
un municipio de Valencia, denunciado por estafa tras apropiarse presuntamente
del dinero que pedía a sus vecinos para destinarlo a unas monjas de Guatemala
que trabajan con niñas huérfanas. El asunto se investiga en un juzgado de
Llíria.
Albert Rivera fichó a
concejales imputados e investigados en Arcos de la Frontera (Cádiz)ya juzgados
y condenado. El Alcalde y concejales de Arroyomolinos (Madrid) . José María
Fernández, alcalde de Espartinas (Sevilla, uno de los cuatro que Ciudadanos
tuvo en Andalucía, dimitió tras ser imputado por prevaricación. en la
tramitación de un contrato para personas en situación de exclusión social de la
Junta de Andalucía. Ángel Ferrer (La Nucía) está imputado “por robo de agua,
por defraudar en el pago del IBI de sus locales y por la sentencia firme de
derribo de una edificación ilegal de su propiedad”.
En Benidorm, agentes de la
Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) detuvieron a un concejal de
Ciudadanos en el marco de una operación iniciada tras hacerse públicas unas
grabaciones en las que supuestamente el edil ofreció a varios empresarios
algunas acciones de su cargo político a cambio de que estos se publicitasen en
la televisión que dirigía….
La ejemplaridad de que
presumen Albert Rivera y su partido sigue tropezando con la realidad, aunque
esta vez en tierra gallegas. La cabeza de lista de Ciudadanos por la provincia
de Pontevedra y concejala en esta ciudad, María Rey, fue denunciada en 2014 por
falsear una tarjeta de discapacidad y así poder aparcar en las zonas reservadas
para este colectivo. Durante al menos cuatro meses, la candidata se aprovechó
de esta circunstancia para estacionar su vehículo en el centro de la capital
pontevedresa, hasta que un dispositivo de la Policía Local, alertado por una
denuncia ciudadana, descubrió el engaño y sancionó la situación,
Y no sólo de los concejales
y alcaldes del partido naranja se nutren estos casos de fermentación ética. El
politólogo Javier Nart sigue ejerciendo como eurodiputado de Ciudadanos pese a
serle descubierta una cuenta secreta en Suiza (según él, como dicen todos,
fruto de una herencia de su padre) y cuyos fondos bancarios eran administrados,
curiosamente, por Fèlix Millet, el acusado de saquear las arcas del Palau de la
Música de Barcelona.
Algunos pueden sentirse
inclinados a calificar los anteriores como hechos de escasa sustancia en
comparación con los grandes casos de corrupción que han proliferado a la sombra
de socialistas y populares. Pero piense el lector que si hemos podido seleccionar
una colección de escándalos en un partido con una muy limitada presencia en las
instituciones españolas, sobre todo en ayuntamientos de localidades medianas y
con escasos presupuestos, qué les estaríamos contando ahora si Ciudadanos
tuviese el control de grandes ayuntamientos, diputaciones y comunidades
autónomas. Lo de considerar la falta de ética como un signo distintivo de
algunos partidos y no como algo consustancial de la sociedad en la que vivimos,
es un argumento que no cuela.
Además de todas estas
“anécdotas” que tienen como protagonistas a representantes de un partido
político que dice abogar por una regeneración ética de la vida pública,
Ciudadanos fue amonestado en 2008 y 2010 por el máximo órgano fiscalizador del
Estado por “menoscabar la transparencia al presentar sus cuentas fuera de
tiempo y forma”.
Y si esto les parece poco,
añadiremos otro dato: en los años 2012 y 2013, la formación liderada por Albert
Rivera no ofreció a la Sindicatura de Cuentas la información requerida sobre
donaciones y créditos. Significa que fue cuando empezó a recibir dinero del
PSOE
El partido Ciudadanos, en
definitiva, no tiene ideología ni doctrina; su discurso es el fruto de la
ambigüedad y la tibieza. Ya hemos visto la legendaria capacidad de su líder de
sostener una cosa hoy y mañana la contraria, lo que le hace acreedor del
certero refrán castellano: “límpiate que vas de huevo”.
Un personaje con tan débiles
pertrechos morales y con unas convicciones ideológicas tan escurridizas no
podría ser tomado en serio en ninguna otra sociedad que no estuviese tan
moralmente corrompida como la española. Lo que propone no puede ser creíble a
la luz de los hechos. Hoy puede defender la fiesta brava y aparecer mañana como
un feroz antitaurino. Puede jurar en arameo que no apoyará la candidatura de
Pedro Sánchez y mantener a la semana siguiente un incestuoso concubinato con el
líder socialista. Puede ir de progre con Susana Díaz y de cantamañanas con
Cifuentes. Puede pactar con el PP en Málaga capital y con Podemos en
Torremolinos, a tan sólo doce kilómetros. Puede criticar la inmersión
lingüística en Cataluña y defender al mismo tiempo el marco autonómico que la
hace posible. En definitiva, puede cambiar de opinión al dictado de quienes lo
financian y promocionan.
En un debate televisivo,
Albert Rivera citó a Kant como uno de sus principales referentes intelectuales,
soltando al mismo tiempo un rimbombante y aprendido discurso sobre el filósofo
prusiano. Todo iba bien hasta que el conductor del debate le pidió que nombrara
un título de algún trabajo que hubiera leído de Kant.
Rivera demoró su réplica y
tuvo que caer rendido ante la evidencia: no había leído nunca a Kant “en un
título concreto”.
Albert Rivera es también el
dirigente en cuya manufactura se encuentran ciertos conductos –singulares y
colectivos- del Atlantismo. No todos, pero sí son muy importantes.
No fue por mera voluntad de
gastar dinero en espacios periodísticos internacionales la publicación y
difusión del artículo apologeta de Albert Rivera escrito por el argentino
globalista Pierpolo Barbieri en el Times del mes de abril de 2015. En la gacetilla,
Barbieri habla de un Albert Rivera que plantea una lucha contra la corrupción
política y administrativa, buscando reformar lo reformable y manteniendo los
cimientos de la España post-franquista.
Pero regresando a Albert
Rivera, constatamos que también el New York Times, medio masónico e
internacionalista, valora al referente de C´s como inteligente, honesto y
necesario para aplicar la agenda económica liberal. Ya que su esquema
político-económico lo sitúa “entre las políticas de austeridad del Gobierno
conservador de Mariano Rajoy y sus oponentes, los socialistas”.
El apoyo a Rivera por parte
de un sector del Atlantismo también se ve reflejado por la influyente
publicación The Economist, para la cual C´s es “una respuesta más constructiva”
plasmando “un partido liberal en un país donde el liberalismo nunca ha sido
fuerte” y enfatizando que su conductor estrella es joven pero está acompañado
por asesores que comprenden las reformas que el Atlantismo pide para España y
que están dispuestos a ejecutarlas.
No fue un error de los
organizadores de la última reunión de Bilderberg la invitación que le
efectuaron al líder de Ciudadanos para que asistiera a dicho evento. Por razón
estratégica, prefirió no acudir y en su representación envío al responsable
económico de su organización, Luis Garicano.
Otro aspecto a tener en
cuenta son los millones de euros empleados para que C´s pueda afrontar
competitivamente las diferentes elecciones, financiación seguramente
proveniente en gran parte del exterior. Ningún ser humano que conozca bien las
maquinarias partidocráticas y la naturaleza de las faenas preelectorales y
electorales de agrupaciones de la magnitud de C´s puede creerse el relato de la
autofinanciación por parte de afiliados. Si no cuenta con pruebas concretas, al
menos por sagacidad y por derecho puede poner en tela de juicio la versión
oficial de la autofinanciación.
En 2016, informes
periodísticos señalaban que los otanistas y belicistas de Rivera y C´s habrían
recibido aportaciones de contratistas militares de los EE.UU en la campaña
2009.
Resulta inobjetable el
sustento mediático atlantista/ internacionalista que tiene Albert Rivera, un
títere del sistema globalista que se comporta como tal en todas las ocasiones.
La de hoy era una de ellas.
La última estafa de
Ciudadanos ha sido Cataluña. Ayudado por los grandes de la comunicación de
masas para construir un relato de firmeza contra el separatismo frente a la
tibieza del PP. En agosto de 2017, el presidente de Ciudadanos se mostró
convencido de que no se aplicaría el artículo 155 de la Constitución en
Cataluña.
El líder de la formación
naranja dijo, en un foro de debate en Madrid, que trabajaba para que no haya
que aplicar el artículo 155 de la Constitución. En su opinión, eso sería darle
un titular “fantástico” a los nacionalistas: “ni se lo vamos a dar, ni lo vamos
a aplicar”.
Si esto es lo que en medios
liberales se nos presenta a los españoles como la esperanza de cambio y la
única alternativa real y efectiva al PP de Mariano Rajoy, apelemos entonces a
la expresión más castiza para responder a la indecente proposición: “Virgencita,
virgencita, que me quede donde estoy”.
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