Ciudadanos sabía con todo lujo de detalles que altos cargos de la Junta de Andalucía gastaban dinero de la UE para la formación de parados en puticlub y seguían apoyando al PSOE en la JA
En principio, la JA tenía
previsto fijar las elecciones para el 16 de Diciembre, pero un chivatazo de la
hoy fiscal general del Estado, María José Segarra, nombrada contra criterio por
la Ministra de Justicia, antes fiscal jefe de Sevilla. No había fiscales en
España como para nombrar a la fiscal de los EREs remodelados. Entre otras
muchas cosas y personalmente –vis a vis7-le dijo el Miércoles pasado: “Adelanta
las elecciones que va a saltar el Caso Jeremie y “”nosotros lo podemos aplazar
hasta después de las elecciones”” Como bien sabes, “Lola la Ministra” ya no es
quien era y su influencia sería hasta
negativa. No la pueden ver ni sus propios compañeros. En definitiva, las
elecciones son el dos de Diciembre y del caso Jeremie no sabremos nada hasta el
nombramiento del próximo presidente de la Junta de Andalucía.
La práctica totalidad de los
españoles honrados y gente de bien se exaltaron cuando aquel fatídico día, Cs presta
su apoyo al PSOE andaluz cuya corrupción era de sobra conocida. Caso ERE, Caso
Avales I y II, Caso UGT Andalucía, Caso Jeremie, Caso Santana, Caso
Transferencias de Financiación, Caso Faffe…. Pero la realidad era bien distinta
y que este blog ya publicó en su día. La deuda de Cs era insostenible, hasta se
planteó quedar como era, un partido regionalista catalán. De modo que Albert
Rivera le propuso a Susana Díaz, si me pagáis la deuda tienes mi apoyo
incondicional.
Cuando el presidente del
Banco Sabadell, Josep Oliu, dijo: España necesita un Podemos de derechas se
refería a Cs no a VOX. A pesar de ser una conclusión que demuestra que ser un
experto en economía no está reñido con no serlo en política, la expresión hizo
fortuna y fue utilizada por los dirigentes de Podemos para difundir el mensaje
de que su irrupción aterrorizaba a unas élites económicas que, según la
grotesca caricatura habitual del populismo, manejan el país desde sus despachos
usando a los partidos como marionetas y poniendo presidentes a su antojo.
Pero como las frivolidades
las carga el diablo, la fulgurante transformación de Ciudadanos en una fuerza
política de ámbito nacional con éxito creciente en las elecciones sirvió para
que el partido naranja, creado en realidad en el 2005, fuera inmediatamente
identificado como ese Podemos de derechas. Según ese pedestre análisis, Albert
Rivera es un populista equiparable a Pablo Iglesias, puesto ahí por el Ibex 35
para defender sus intereses ante la debilidad de un PP que -esto sí es cierto-,
asumía un discurso casi socialdemócrata.
El despropósito que supone
equiparar a una fuerza como Podemos, nutrida de comunistas recalcitrantes,
grupos antisistema y paniaguados del chavismo bolivariano, que pretendían y
pretenden acabar con la Constitución y con lo que ellos llaman despectivamente
«el régimen del 78», con un partido como Ciudadanos, cuyo discurso se basa
precisamente en defender el orden constitucional y combatir a los nacionalismos
que quieren demolerlo, solo sirve para normalizar a Podemos como un actor
político más, y no como una fuerza populista radical que aspira a acabar con el
marco de convivencia democrática surgido de la Transición.
De entrada, Ciudadanos tardó
poco en demostrar que no era una creación de la derecha porque, aunque algunos,
incluido el propio Rivera, pretendan que se olvide, si la socialista Susana
Díaz que ayer adelantó los comicios ha gobernado Andalucía es gracias a
Ciudadanos. El mismo partido que pactó con el PSOE y votó a favor de la
investidura como presidente de un tal Pedro Sánchez. Pero una cosa es que
Rivera sea un veleta, que lo es, y otra que sea un populista. Banalizar el
populismo es un grave error, porque se trata de un peligroso fenómeno global
cuyo nexo común es aprovechar la crisis económica para hacerse con el poder
mediante un discurso radical y falaz.
El Podemos de derechas
español no es por tanto Ciudadanos, sino ese partido llamado Vox que el domingo
abarrotaba el Palacio de Vistalegre en Madrid llamando demagógicamente a acabar
con el Estado autonómico. Y los compadres de Pablo Iglesias no son gente como
Rivera, sino tipos como Donald Trump, el brasileño Bolsonaro, la francesa
Marine Le Pen, el italiano Beppe Grillo o los líderes de la boyante
ultraderecha de la Europa del Norte. Charlatanes de feria como Santiago Abascal
que, lejos de representar una solución a los problemas de los ciudadanos, solo
consiguen agravarlos.
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