El socialismo es una nube de excrementos sólidos que apesta la España que ya indignificó.


Un día dice Felipe González que hay que permitir la investidura de Rajoy, aunque no se lo merezca, y unas fechas más tarde es José Luis Rodríguez Zapatero el que afirma que conviene abrir un debate en el partido. No terminó la primera semana de agosto y la dirección del Partido Socialista, nucleada en torno a Pedro Sánchez, empieza a sentir que el bloqueo institucional se convierte en presión ambiental. El portavoz en el Congreso de los Diputados, Antonio Hernando, saltó a la palestra para decir que ningún socialista quiere indultar a Rajoy, bien sea con el voto favorable o absteniéndose. A juzgar por las manifestaciones de González y Zapatero -o de Javier Lambán, presidente de Aragón, que se sumó a la petición de debate interno, o de Alfonso Guerra que propone una abstención colectiva de la oposición para desbloquear la situación- un sector del PSOE es favorable a permitir la investidura del candidato del PP. La intervención de Hernando tuvo un sesgo claramente defensivo para evitar que se empiece a cuestionar la estrategia liderada por Pedro Sánchez.
Aunque Rajoy va a seguir con su ronda de contactos y prevé un nuevo encuentro con Albert Rivera, es muy probable que el líder del PP no convenza a ningún grupo para que le apoye. Su principal baza es el transcurso del tiempo para que el malestar de la sociedad se vuelva contra PSOE y Ciudadanos. Esta táctica parece haberla emprendido ya el presidente en funciones al no fijar ninguna fecha -ni siquiera de carácter orientativo- para la celebración del debate de investidura. La prolongación del bloqueo institucional, sin fijar techo de gasto para los presupuestos de 2017, activaría nuevamente la sanción de la Comisión Europea que había quedado descartada provisionalmente hasta que el nuevo Gobierno presentara sus planes.
Estamos en algo muy parecido a una partida de póker. La disputa política ha dado paso a un enfrentamiento psicológico, y cada dirigente juega sus bazas. Dejar correr el calendario es un arma muy eficaz siempre y cuando empiece a transcurrir el plazo de dos meses que desemboca en forzosa convocatoria electoral. Para ello hace falta presentarse a la investidura y después de la primera votación empieza la cuenta atrás de los sesenta días. Rajoy no se atreve a dar ese paso, que es su arma más poderosa, porque teme tras el rechazo de la Cámara que el Rey le encargue a Pedro Sánchez formar gobierno. La temperatura sube para todos.

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