No debe ser conciliador del sueño huir como un cobarde de la gran responsabilidad derivada del cargo que lo ha hecho un personaje y le permite tener un sueldo que no ganaría sin dedicarse a la política -elegir entre abstenerse en la investidura u obligarnos a votar por tercera vez tras el verano-, Sánchez insiste en que Rajoy debe formar una mayoría con todas las derechas (Ciudadanos, PNV, CC y la antigua Convergència) en lugar de pedir el apoyo activo o pasivo de la izquierda.
Esta exigencia requiere un vergonzoso oportunismo. El mismo Sánchez que coloca ahora a Ciudadanos en la derecha, pactaba feliz hace nada con los de Rivera -entonces «una fuerza del cambio»- para que lo hiciesen presidente. Ese oportunismo del líder del PSOE pasa de vergonzoso a delirante cuando invita a Rajoy a pactar también, para lograr la presidencia, con los independentistas que dirigen desde la Generalitat una abierta rebelión contra el Estado democrático. Y es que lo importante de la antigua Convergència no es que sea de derechas, como proclama Pedro Sánchez, sino que está decidida a romper la unidad del Estado por la fuerza, provocando así una catástrofe política y social sin precedentes.
Nunca más lejos de ese oportunismo vergonzoso e insensato, Sánchez considera al parecer que la contradicción esencial que hoy marca la política española es la que existe, como en los años veinte y treinta, entre la izquierda y la derecha. Además de primitiva y muy peligrosa, esa concepción supone a estas alturas del siglo XXI un puro disparate. Y ello no porque no haya diferencias entre izquierdas y derechas, lo que es una obviedad, sino porque lo que hoy une al PP, a C’s y el PSOE es mucho más de lo que los separa y de lo que une al PSOE con Podemos o ERC.
El PSOE es un partido de gobierno, constitucionalista, europeísta, autonomista y defensor de la economía social de mercado. Y en todo ello coincide con el PP y con C’s por los mismos motivos por los que se diferencia de Podemos y ERC, fuerzas antisistema, contrarias a la Constitución, muy críticas con la UE y partidarias del derecho de autodeterminación o de la independencia.
Es verdad que el PSOE viene fustigando con gran dureza la política de ajustes impulsada por el PP tras el inicio de la crisis. Pero lo cierto es que más allá de la retórica, ajustes de mayor o menor intensidad han sido promovidos por los dos grandes partidos españoles cuando lo han exigido las circunstancias sociales o económicas. ¿O es que ya nadie recuerda en el PSOE el ajuste de Zapatero entre mediados del 2010 y finales de 2011? ¿Se han olvidado todos los socialistas de aquella reconversión industrial de caballo decidida por González poco después de ganar sus segundas elecciones?
Posiblemente el mismo Sánchez que creía que la ley de divorcio la había aprobado su partido desconozca la historia más reciente del PSOE. Pero es más probable que su demagógica y rancia apelación al enfrentamiento entre la izquierda y la derecha sea solo una forma más de intentar seguir amarrado a una silla que debería haber dejado tras dos históricas derrotas que han hecho de él un personaje tan patético como alocado e incapaz.
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