EastEnders murder suspect was a jealous thug who used to beat me and our daughter

'EastEnders murder suspect was a jealous thug who used to beat me and our daughter': Ex-wife says fugitive took steroids, racked up £40,000 in debts and was part of black supremacist cult

  • Arthur Simpson-Kent had two children with ex-EastEnders star Sian Blake
  • Bodies of Miss Blake and her sons were found buried in family's garden
  • Murder suspect Simpson-Kent is now believed to be on the run in Ghana
  • His ex-wife has said he was a thug who would often beat her and their baby
  • Also told of how he took steroids and was part of a black supremacist cult


Ex-wife: Dominique Deblieux and murder suspect Arthur Simpson-Kent on their wedding day in 1999

Ex-wife: Dominique Deblieux and murder suspect Arthur Simpson-Kent on their wedding day in 1999
The ex-wife of murder suspect Arthur Simpson-Kent has told how he turned from a ‘kind, quiet gentleman’ into a depressed, jealous thug who beat her and their baby daughter.
Dominique Deblieux, 42, said her ex-husband – who is suspected of murdering East Enders actress Sian Blake and their two young sons – also took steroids and was a member of a black supremacist cult. 
She told the Mail how the couple divorced in 2008 after she grew tired of supporting him financially.
But he left her and their daughter Isis, now 18, destitute after racking up £40,000 of debt in her name. 
Speaking from her home in southern France yesterday, Miss Deblieux said she was ‘horrified’ to learn what her former husband, 48, is suspected of.
But she said it was her daughter who had been most affected, saying she was ‘traumatised’ to hear her father is a suspected triple killer.
According to Miss Deblieux, Mr Simpson-Kent has fathered eight children by six women, including Miss Blake – whose body and those of her sons Zachary, eight, and Amon, four, were found buried in the family’s garden in Erith, south east London, on Tuesday. 
The hairdresser is now believed to be on the run in Ghana.
‘My daughter is heartbroken,’ said Miss Deblieux. ‘She was already so upset that he rejected her all her life and now this is like stab through the heart.’
But despite revealing her ex-husband’s violent past, she said she could not believe he was a killer, saying: ‘When I heard the news, I was completely shocked – I thought “have I been living with a child murderer?”’
‘Beating, yes, but killing, cold blooded murder, and killing children, I can’t believe it.’
Discussing his current whereabouts, she said: ‘I think he will be in Ghana. Even with me, he always wanted to go back to Ghana. But I think he may kill himself before they find him. I hope he does.’ 

Absent: Simpson-Kent with Isis, the daughter he had with Miss Deblieux
Actress Sian Blake
Absent: Simpson-Kent with Isis, the daughter he had with Miss Deblieux. Right, actress Sian Blake
Suspect: Simpson-Kent with  Amon, four, one of two sons he had with former EastEnders actress Miss Blake
Suspect: Simpson-Kent with Amon, four, one of two sons he had with former EastEnders actress Miss Blake
Tragic: The bodies of Miss Blake and her two sons, Zachary, eight, pictured, were buried in the family's garden

Four-year-old Amon








Tragic: The bodies of Miss Blake and her two sons, Zachary, eight, left, and Amon, right, were found in garden
Miss Deblieux first met Mr Simpson-Kent in 1995 when she moved from her native France to Kentish Town, north London, to work as a belly dancer. 
He was also living in London after moving with his mother, Selina, from Ghana when he was eight. Selina, who has seven other children, met his British father Donald while he was working in the diamond trade in Ghana
















































































































































Una lágrima como la mar no es suficiente para cubrir el vacío que dejan los asesinados en París





Ni una lágrima como la mar es suficiente para cubrir el vacío que dejan los asesinados en  París, es triste, inmensa la pena, desgarrador el dolor; maldita la muerte que se lo has llevado cuando a todos les quedaba parte  por vivir. Cada día quedan menos dioses aburridos. A lo que  vamos:

Hay que saber para diferenciar aquello que nos conviene conocer, tampoco faltan quienes conocen mucho y saben poco. Saber no es sólo conocer. También hay quienes ni saben ni conocen suficiente. Y aquellos que se sorprenden de lo que no saben los demás, sin cuestionarse sus propias carencias. En todo caso, hablamos más de adquirir conocimiento o de mostrarlo que de procurarnos saber. Conviene reivindicar el conocer y, a la par, no olvidar que en ello no se agota lo que significa el saber, y menos aún la sabiduría, que comporta todo un modo de saber, un modo de vivir. En la sociedad del conocimiento, en ocasiones lo identificamos con saber cosas. Pero saber no es un simple medio para conocer. Más bien, de movernos en estos términos, diríamos que el conocer busca saber.

Preferimos quienes son sabios a aquellos que conocen, si bien al respecto no deberíamos caer en maniqueísmos. No se trata de un elegir que rechaza. Que tanto tengan que ver no significa que siempre sea fácil deducir el saber de la medición del conocimiento adquirido.

Todo ello para insistir en que no hemos de ignorar o desconsiderar el conocimiento. Y menos aún reducirlo a un acopio de informaciones, o a un cúmulo de contenidos recitables. Sin embargo, no es menos cierto que la desatención del contenido afecta radicalmente al conocimiento y asimismo al saber. Y a veces por amor a este hemos olvidado que late en su corazón como algo constitutivo.

Basten semejantes sugerencias para cuidarnos de extraer con precipitación demasiadas consecuencias de la identificación del conocimiento con determinados contenidos, por muy decisivos que parezcan ser para el saber. No sería menos desatento creer que el conocimiento es mera forma, capacidad que se sostiene como una estructura al margen de todo contenido. Si a nadar se aprende nadando, a conocer conociendo. Y si no hay posibilidades de conocer, no hay modo de saber.

La complejidad es suficiente para andarse con cautela ante afirmaciones y deducciones contundentes sobre la relación entre los contenidos conocidos y el conocimiento. No es menos cierto que algunas displicencias para con lo que conviene conocer han ido, en ciertos casos, tan lejos que propiamente parecería que saber no tiene que ver con lo que se sabe, o que es tal la importancia del saber hacer que en la práctica sólo es interesante aquello que es directamente aplicable para la producción: de objetos o de expertos. Entonces sí que todo ello tendría que ver con una caracterización de lo que significa ser competente  o estar cualificado.


Pero no es menos decisivo ser alguien capaz de vincular el conocimiento con unas mejores condiciones de vida plena y digna. Desde luego, para resolver problemas. Aunque no sólo. También para cuestionarlos o para abrir otros. El saber se enfrentaría entonces con la debida cuestión de qué es eso, en qué consiste, de qué modo actuar para lograrlo. Qué y cómo conocer no está tan establecido como para que no hayamos de pensar el modo de dilucidar el asunto. Y éste es el asunto, la vinculación del conocer y del saber con el pensar. Y caben supuestos dictámenes que algunos estiman fundamentales, aunque no siempre explícitamente: que sepan aunque no piensen, pensar distrae de saber, conocer no tiene que ver con pensar, o el pensar es un medio para saber o conocer. Todos ellos son absolutamente discutibles, si bien sostienen el proceder de quienes están empeñados, al parecer sin dudas, en qué es lo que ha de saberse.

Amparados en tamaña complejidad, hay quienes asimismo han entendido que lo mejor para pensar es no ocuparse del conocer. O se han limitado a identificarlo con su adquisición. Que el conocimiento sea por sí solo insuficiente no significa que no sea imprescindible. Si bien las aptitudes y las competencias se desarrollan en el ejercicio de conocer, este ejercicio no es coyuntural ni pasajero. Y puestos a reivindicar la importancia decisiva de los valores, es determinante no dejar de plantearse a qué obedece, no ya la necesidad de conocer, sino la de conocer explícitamente tal o cual cosa.

Es razonable pensar que quien no sabe nada, efectivamente no sabe de lo que pedimos que sepa. Pero incluso es difícil ignorarlo todo. Habría de desconocerse asimismo que se ignora. Quizá se sepa algo otro. Y por ello, puestos a preguntar y a responder, lo interesante no es sólo dar cuenta de lo que no se sabe, por cierto una inmensidad para cada cual, sino lo importante es ser capaz de valorar, poner en valor, hacer ver, evaluar, lo que alguien sabe. Si se desea comprobar lo que alguien conoce no basta con relatar lo que desconoce. Ni siempre se deduce directamente de lo que ignora el nivel de lo que sabe.

No se desprende de lo dicho que no hayamos de mejorar nuestro conocimiento. Incluso es imprescindible y urgente hacerlo en asuntos bien concretos. No es cuestión de exhibirlo sino de transmitirlo. Y de generarlo y de recrearlo. Todos y cada uno tenemos esa tarea, hasta quienes creen saber ya lo que ha de saberse. Y puestos a conocer, conviene que atendamos no sólo a lo que se aprende para que procedamos a desarrollar las capacidades del aprender, sino asimismo a lo aprendido y al aprender necesarios para proseguir en el conocimiento, en el saber, en el vivir.

El conocimiento ha de liberar modos de vida para saber desempeñarse en la existencia,  para dar respuesta, para ofrecer nuevas posibilidades, para abrir otro horizonte personal pero, puestos a reivindicar el saber, y con razón, no ha de ser un saber sometido a unos precisos y determinados contenidos de conocimientos. Que sea indispensable procurárnoslos no significa que no hayamos de debatir sobre cuáles han de acompañarnos a lo largo de la vida. Quizá no son tantos, y tal vez los olvidemos en la maraña de lo sabido, muy sabido, demasiado sabido, y no reconocido. Algo ha de saberse. Pero eso no siempre se logra sólo con saber más. Es preciso saber mejor.

El cultivo de sí y la cultura no crecen tanto por acumulación. Proceden más vertebral y rizomáticamente. Como la vida. Y por eso mantenemos con ellos una relación afectiva. Cuando se ama el conocimiento, se sabe que su contenido es tan decisivo como para no descuidarlo, tan decisivo como para no darlo por clausurado, tan decisivo como para no considerarlo aisladamente, tan decisivo como para no utilizarlo únicamente para nuestros intereses y menos aún para ratificar nuestras posiciones.
Ángel Gabilondo Pujol, catedrático de Universidad.


Comentarios