Túnez, posiblemente, la única democracia
del mundo árabe, laica o, al menos, tolerante. Si, donde aun se pueden ver
mujeres árabes con minifalda y hombres que opinan del Corán lo mismo que yo de
la Biblia. Alguien, alguno, no se sabe quien ha permitido o ha hecho la vista
gorda para que su principal fuente de ingreso, el turismo, se haya hundido y
con ello su vuelta a los rezos, el burka y la madre que parió a todos los
fanáticos.
El país se
encuentra seriamente afectado por la violencia terrorista y registra elevados
niveles de movilización yihadista. No es posible el asalto llevado a cabo por
fundamentalistas sin preparación guerrera al Parlamento de Túnez y su posterior
atrincheramiento con toma de rehenes en el cercano Museo del Bardo. Algo
ha fallado.
Los atentados en
Túnez se están incrementando de amnera sospechosa desde 2013. Más de la mitad
fueron perpetrados contra militares, aunque policía y figuras o instituciones
religiosas, al igual que ciudadanos cuya conducta no se acomoda al rigorismo
exigido por los extremistas islámicos, son asimismo blancos habituales. Y es
que se trata de una violencia perpetrada principalmente por Ansar al Sharia en
Túnez (AST), aunque también por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que
mantiene vínculos con AST, Al Morabitún y Okba bin Nafa, alineada con el Estado
Islámico (EI).
Salafistas y
yihadistas se han desenvuelto con mucha facilidad en Túnez. Una amnistía
general después de derrocado el presidente Ben Alí permitió a muchos de los
últimos salir de prisión. Sólo a mediados de 2013, tras el asesinato de dos
importantes dirigentes de la oposición, los islamistas de Ennahda se
distanciaron de AST y la designaron organización terrorista. Mientras, Túnez se
convertía en el país donde la movilización yihadista relacionada con Siria e
Irak alcanzaba mayores cotas. Hasta 3.000 tunecinos se han unido allí al EI o
al Frente Al Nusra. Unos centenares han retornado. Otros se reubicaron con el
EI en Libia.
Todo ello
implica un serio potencial de desestabilización política y quiebra social en
Túnez, aun cuando la mayoría de sus ciudadanos aceptan un ejercicio
secularizado de la política y están a favor de la democracia. El turismo es de
gran importancia para el desarrollo económico del país y por ende para la
consolidación del nuevo régimen. Desde 2011 sólo se había producido un atentado
contra intereses turísticos, en octubre de 2013 en Sousse, precisamente el
primero de carácter suicida en el país desde el del 11 de abril de 2002,
también con turistas como blanco, en Yerba.
Atentando contra
el Parlamento y matando turistas, ahora que Túnez cuenta con un Gobierno de
unidad en el que están presentes Nida Tunes —partido laico que ganó tanto los
comicios parlamentarios del 26 de octubre de 2014 como los presidenciales del
21 de diciembre— y Ennahda, los yihadistas han dejado clara cuál es su
estrategia inmediata. A las autoridades tunecinas compete responder
adecuadamente a este desafío terrorista y a las europeas ofrecer su respaldo
inequívoco en una tarea complicada y duradera.
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