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Bajo la
Constitución de 1978 España ha pasado a formar parte de la OTAN, de la Unión
Europea, de la zona euro y, además, a jugar un papel revelador en el contexto
internacional. Al mismo tiempo, la economía española acompañó los grandes
ciclos de crecimiento y recesión que caracterizaron la economía mundial en
estos últimos 40 años. Dicho de otra manera, con monarquía o sin ella, nuestro
pasado inmediato hubiera sido prácticamente el que fue. Lo mismo de lo mismo y
como siempre peor en doble y mitad que nuestros vecinos.
Jamás como ahora,
a excepción de los calzoncillos, me han dado tanto por el mismo culo como las
idioteces que he escuchado sobre Monarquía y República. En el debate que se plantea desde algunos
sectores, hay un elemento que merece especial atención: la calidad de la
democracia española. Decía K. Marx que la democracia es como el embarazo: la
hay o no la hay, sin que exista algún punto intermedio. Sin embargo, entre
nosotros llama la atención la frecuencia con la que se usa el calificativo
democrático aplicado por la clase política a una situación concreta. A su
entender, una votación puede ser poco democrática y una ley muy democrática.
Por fortuna esto no es así. Las votaciones y las leyes son conforme a derecho o
no, y el que diverja, puede recurrir ante las instancias pertinentes. Y todo
esto es posible si existe democracia. Incluso modificar las reglas del juego
constitucional y de la misma biblia.
No obstante, la
idea de la calidad de la democracia tiene un aspecto interesante, si se
entiende como la calidad de las instituciones en un sentido amplio. Y en este
terreno podemos avanzar mucho, aunque con las dificultades que generan los
vicios ocultos de la misma democracia. Debemos incrementar o totalizar la
independencia del poder judicial frente a injerencias externas, en todos los
niveles en los cuales se imparte justicia. Debemos aumentar la independencia
del poder ejecutivo frente a los grupos de presión que tratan de influir en sus
decisiones para provecho propio. Y desarrollar una opinión pública poderosa e
influyente que sirva de contrapeso a un poder legislativo que trata de ampliar
su área de influencia a costa de la intimidad de los ciudadanos poco o nada
conformes a ello.
Este debe ser el
objetivo a perseguir de inmediato. Y la
dificultad de la tarea no va a cambiar mucho bajo una monarquía o una
república. En definitiva, Monarquía es un Rey que hereda corona y República es
un político que a base mentiras le coronan votantes poco discretos. No voy a
defender a Monarcas, porque entre otras cosas, ni me interesa su proceder que,
al parecer, no es ninguno……si, ser Rey. Pero, el nuevo Rey, solo con la emisión
de la moneda -sin validez, recuerdo- de 40 euros. Ya amortiza el presupuesto de
la Casa Real de los próximos seis y casi 7 años. No me cabe la menor duda, si
acuñan monedas de Zapatero o Rajoy, no las compran ni los coleccionistas. Vamos
a ser sensatos.
Ya tiene España,
Rey, alto y que habla no sé cuantos idiomas. Del mismo modo que su padre,
hereda un país con una crisis económica e institucional de una envergadura
mayor, es más diría en quiebra técnica.
En otro tono. A mi
juicio, la recuperación de la imagen pública de la monarquía y la cuestión
territorial desbordada por catalanes equivocados van a centrar la atención del
nuevo rey, ya que, ambos aspectos representan un desafío realmente mayúsculo al
orden constitucional vigente.
Sin embargo hay
algo inquietante en todo esto. El Rey Juan Carlos I asume el trono por causa de
fuerza mayor, la muerte del caudillo -Rey porque no quiso- y Felipe VI lo hace
por abdicación de su padre en unas circunstancias claramente adversas y
mejorables. Tampoco hay que sorprenderse. El papa de Roma se ha bajado de su
cruz por su propia voluntad y hoy tenemos dos por el precio de uno. Al final va
a tener razón Ignacio de Loyola al advertirnos que en tiempo de desolación
nunca se debe hacer mudanza. Me da pena, mucha pena del pobre que después del
verano, siga siendo pobre.
Ahhhhh, Felipe, el
nuevo gran jefe, no va a recibir a los rojos de la selección española y con los
23 millones de euros que nos ahorramos en primas, no estoy seguro, pero a
Cáritas no se los van a dar. ¿Dónde irán a parar? Para mí, en mejorar las
vacaciones de los políticos que bien merecidas las tienen.
Lo que le va a quedar a España...: La roja.
ResponderEliminarMuy bueno, Juan
ResponderEliminarCuanta razón tienes.
ResponderEliminarNunca es tarde si la dicha es buena.
ResponderEliminarNunca es tarde si la dicha es buena.
ResponderEliminarComo siempre, Juan, en tu línea.
ResponderEliminarComo siempre, Juan, en tu línea.
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