El Tea Party madrileño, inquisidor


Prostitución, drogas y ¡NO VA MÁS¡
Que el desenfrenado, Tea Party madrileño utilice el nazismo para hacer ver a la población que con el supercasino, la comunidad madrileña va a salir de la crisis es como para liarse a hostias con todos sus políticos, tanto los de la poltrona como los de la oposición. No merece la pena razonar el por qué  de su ruina, además, nunca se hará.  Lavar el cerebro a la población es pecado. Su teoría consiste en la aplicación de diversas técnicas de persuasión, coercitivas o no, mediante las cuales cambiar, en mayor o menor grado, las creencias, conducta, pensamientos y comportamiento de un individuo o sociedad, con el propósito de ejercer sobre ellos reconducciones o controles políticos para empobrecerlos mental y económicamente.

Es hasta emotiva, la atrabiliaria peripecia protagonizada por Evo Morales a cuenta de Snowden constata la cantidad de chusma que hay en la diplomacia. Suponemos que las altas instancias son justo eso, seres humanos superiores en inteligencia y predisposicion a los que encomendamos el gobierno del mundo por ser ellos los mejores. Pero no. Además de una crisis económica estamos en pleno ataque de incredulidad, atrapados en una especie de ateísmo social de naturaleza parecida al que golpea a los adolescentes cuando por vez primera miran a sus padres y perciben ese rictus de ser mortal que hasta entonces confundían con el ademán irresistible de los dioses.
Esto afianza la certeza de que  cuando los JEFES del mundo se reúnen hay entre ellos la misma proporción de mentecatos, necios, tontos, fatuos....  que en su comunidad de vecinos; el mismo reparto de majaderos, lerdos y botarates que en su familia; el mismo desequilibrio entre inteligencia y memez que observa en su trabajo.
En todos esos ámbitos las cosas fluyen a pesar de todos esos memos que no saben hacer la o con un canuto. Desengañémonos. Una parte de los que deciden por nosotros no están capacitados para hacerlo. Siempre habrá un embajador al que se le ocurra la ilustre majadería de pedir al presidente de un país que lo invite a un cafelito para levantar los asientos del avión y comprobar si entre la mascarilla de oxígeno y la bolsa de papel en la que se vomita, asoma el dedo peligroso de este chaval al que deberíamos agradecer que nos hubiera puesto encima de la mesa la zafia y delictiva obsesión de EEUU por grabar hasta el sonido de nuestras letrinas. Es triste pensar que si la misma acción que ha hecho Snowden "contra"  la CIA la hace a favor, hoy mismo, el paseo de la Castellana pasaría a llamarse, Avenida de Snowden. ¿Cómo se puede ser tan hipócrita?


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