Leyendo
el otro día la revista Intelligent Life de The Economist (mayo/junio
2013), me llamaron la atención estas palabras escritas por el neurólogo
británico el Profesor Colin Blakemore:, Según, Sean O`Curneen, líder Liberal
Europeo y referente de los Liberales de España (CDL) “Descartes tenía razón: a
ninguna persona le gusta reconocer que estaba equivocado… Pero [los humanos]
deben convivir con la certeza de que sus opiniones pueden ser erróneas.
Compara ese hecho
con lo que espera la mayoría de la gente de sus líderes. El sello distintivo del
político carismático es la plena confianza que ha de tener en sus opiniones. A
los políticos que cambian de opinión basándose en pruebas se les acusa de
retractarse, en vez de elogiar su sensatez. Pero la reticencia a la duda ha
dado al mundo la mayoría de sus desastres políticos – desde la invasión de
Grecia por Darius hasta las actuales aventuras en Irak.
La duda es el
motor de la inteligencia. Sufrimos un exceso de certeza. La filosofía más
poderosa es la que consiste en preguntarse siempre si cabe la posibilidad de
que uno esté equivocado.”

Sí, hay políticos
que mienten y engañan. Pero antes de sacar conclusiones precipitadamente cuando
un líder cambia de opinión, haríamos bien como electores en intentar determinar
si se trata de una decisión sensata basada en nueva o mejor información, o un
cambio oportunista por razones tácticas. ¡Desde luego que no es algo fácil de
averiguar! Pero si más personas reaccionasen de esta manera antes de dar rienda
suelta a su enfado, tendríamos una democracia de mayor calidad. La democracia
no es algo que se recibe, aunque si se hereda. Es algo que construimos o
destruimos con nuestras acciones cotidianas.
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