Noa Pothoven murió con un
cuadro de depresión aguda. Durante los últimos veinte años se han producido
numerosos debates públicos en nuestro país y en otros muchos, sobre la manera
de tratar algunos enfermos terminales o personas con cáncer y procesos
degenerativos irreversibles que pedían morir para evitar el sufrimiento o para
no tener que vivir la fase final de la enfermedad. Estos procesos han sido
objeto de intensos debates públicos y han puesto de manifiesto las divergencias
entre la voluntad de los enfermos y las disposiciones legales y sanitarias.
Tras anunciarlo
reiteradamente en las redes sociales, donde llegó a publicar un vídeo desde la
cama de un hospital sin especificar por qué estaba ingresada, Noa Pothoven, una
adolescente holandesa de 17 años, puso el pasado domingo fin a su vida. Se
desconoce aún si nos encontramos ante un caso de eutanasia activa o de suicidio
asistido (ambas prácticas legales en Holanda), o simplemente de un suicidio sin
ayuda médica, ya que en uno de sus últimos mensajes escribió: "He dejado
de comer y beber por un tiempo, y después de muchas conversaciones y
revisiones, se ha decidido que seré liberada porque mi sufrimiento es insoportable".
Noa Pothoven sufría
problemas psicológicos motivados por las violaciones y agresiones sexuales que
sufrió entre los 11 y los 14 años. Había solicitado la eutanasia a una clínica
privada que la practica con licencia, pero se le había denegado por ser demasiado
joven, a pesar de que en Holanda se puede pedir desde los 12 años, siempre que
se padezca una enfermedad sin cura o se sufran grandes padecimientos. El debate
que se ha abierto es si el sufrimiento que provoca una enfermedad psiquiátrica
debe tener la misma consideración que una física para que pueda autorizarse la
eutanasia o el suicidio asistido.
En nuestro país, ambas
figuras están consideradas delito, como se ha puesto recientemente de
manifiesto en el suicidio asistido de María José Carrasco. Yo siempre me he mostrado contrario a la eutanasia activa, pero partidario de la muerte
digna a través de cuidados paliativos, en enfermos terminales, y del derecho
individual a no someterse al "encarnizamiento terapéutico".
Tras anunciarlo
reiteradamente en las redes sociales, donde llegó a publicar un vídeo desde la
cama de un hospital sin especificar por qué estaba ingresada, Noa Pothoven, una
adolescente holandesa de 17 años, puso el pasado domingo fin a su vida. Se
desconoce aún si nos encontramos ante un caso de eutanasia activa o de suicidio
asistido (ambas prácticas legales en Holanda), o simplemente de un suicidio sin
ayuda médica, ya que en uno de sus últimos mensajes escribió: "He dejado
de comer y beber por un tiempo, y después de muchas conversaciones y
revisiones, se ha decidido que seré liberada porque mi sufrimiento es insoportable".
Noa Pothoven sufría
problemas psicológicos motivados por las violaciones y agresiones sexuales que
sufrió entre los 11 y los 14 años. Había solicitado la eutanasia a una clínica
privada que la practica con licencia, pero se le había denegado por ser demasiado
joven, a pesar de que en Holanda se puede pedir desde los 12 años, siempre que
se padezca una enfermedad sin cura o se sufran grandes padecimientos. El debate
que se ha abierto es si el sufrimiento que provoca una enfermedad psiquiátrica
debe tener la misma consideración que una física para que pueda autorizarse la
eutanasia o el suicidio asistido.
En nuestro país, ambas
figuras están consideradas delito, como se ha puesto recientemente de
manifiesto en el suicidio asistido de María José Carrasco. Yo siempre me he
mostrado siempre contrario a la eutanasia activa, pero partidario de la muerte
digna a través de cuidados paliativos, en enfermos terminales, y del derecho
individual a no someterse al "encarnizamiento terapéutico".
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